El Oviedo tropieza pero sigue en la pelea

El conjunto oviedista estuvo muy precipitado con el balón e indeciso atrás ante un Zaragoza que no hizo concesiones. Borja Bastón marcó de penalti, pero falló otro que pudo haber dado la victoria a los azules. Los ovetenses son quintos en la clasificación, con un punto de ventaja sobre el sexto y séptimo.

La alineación de Ziganda registró las novedades previstas, con la presencia de Sangalli en la banda derecha del centro del campo y la de Obeng como acompañante de Borja Bastón en la delantera.

El partido comenzó con la sensación de que acabaría cayendo del lado azul por su propio peso ya que se jugaba bastante más que el rival y el equipo estaba ofreciendo un rendimiento ejemplar en el Carlos Tartiere. Los ovetenses tenían el balón y parecía que el partido iba a ser fácil. Esa sensación aumentó cuando a los doce minutos el árbitro señaló un penalti de VAR por mano de Iván Azón en un remate de Dani Calvo. Lo transformó Borja Bastón para encarrilar lo que parecía iba a ser una noche tranquila.

Nada más lejos de la realidad. El Zaragoza aprovechó dos errores defensivos de los ovetenses para empatar, primero, con un gol de Bermejo y, luego, adelantarse con un remate de cabeza de Jair. Los azules, que llevaban cuatro partidos como locales sin encajar un gol, veían cómo el Zaragoza, con muy poco, les había creado más peligro que ninguno de los últimos rivales.

Los ovetenses no estaban seguros. Eran un equipo acelerado que parecía pensar más en el siguiente compromiso liguero que en el que estaba jugando. No había pausa ni control del juego y eso lo aprovechaba el Zaragoza para acercarse con mucho peligro a Femenías a poco que era capaz de encadenar dos pases.

No obstante, los de Ziganda lograron el empate en un centro de Brugman que Obeng, solo en el segundo palo, cabeceó al fondo de la red. Esa acción fue un espejismo ya que poco después el Zaragoza volvió a adelantarse en el marcador con un remate de Bermejo desde fuera del área tras un rebote.

No era el día del Oviedo, no salía nada y el Zaragoza, con el único ánimo de redimirse de la última derrota y sin presión, estaba por delante en el marcador del Carlos Tartiere. Los carbayones se precipitaban en la mayoría de las acciones y, aunque lo intentaron hasta el final de la primera mitad, se fueron al descanso por detrás en el marcador y con malas sensaciones. Sobre todo era sorprendente, por poco habitual, las concesiones que hizo el conjunto azul en las acciones a balón parado.

En el descanso se quedó en el vestuario Sangalli y Viti ocupó su posición en la banda derecha del centro del campo. No se habían cumplido tres minutos de la reanudación cuando Brugman recibió fuera del área y se giró para sacar un disparo cruzado ante el que nada pudo hacer Cristian Álvarez. Los azules igualaban el marcador y acababan de enfervorizar a una grada que estaba entregada, pero que desde entonces se volcó definitivamente con los suyos. El partido estaba loco y tan peligroso como los ataques de los ovetenses resultaban las contras de los visitantes. El encuentro era, en realidad, de ida y vuelta, con un intercambio de golpes que en cualquier momento parecía que iba a desnivelar la balanza. Iván Azón remató de cabeza al poste y poco después Obeng obligó al guardameta Cristian Álvarez a lucirse para mandar a córner.

Los azules presionaban mucho, pero no eran efectivos y los de Juan Ignacio Martínez encontraban la forma de salir y acercarse a Femenías, aunque solo creaban peligro cuando eran capaces de correr.

Los ovetenses pudieron adelantarse en el marcador en un penalti por mano de Sabin, pero el lanzamiento de Borja Bastón lo detuvo Cristian Álvarez en una gran intervención. Los ovetenses seguían apretando y Ziganda retiró a Carlos Isaac para dar entrada a Montiel, con lo que Viti pasó al lateral derecho. Además, Matheus remplazó a Obeng.

El Zaragoza ya solo se defendía de las embestidas de los ovetenses, que eran más fruto del ímpetu que del juego. El equipo se precipitaba una y otra vez el balón apenas le duraba en su poder, lo que se traducía en que apenas llegaban las ocasiones de gol. Además, no aparecía Montiel, que en otras ocasiones resultaba providencial. Los maños no dejaban que el vallecano recibiera. Hasta el final duró el infructuoso acoso e incluso hubo algún susto del Zaragoza en un contraataque en los minutos finales.