«Para mí es una suerte poder devolver tanto cariño desde el césped»

-No está siendo un mal inicio, pero tampoco el deseado...

-Se nos escaparon dos partidos por detalles que se pueden dar, pero es cierto que nos ha faltado también el acierto necesario para ganar. Ha habido cambio en el banquillo y eso hace que la transición vaya un poco más lenta en cuanto a los conceptos que quiere implantar el míster.

-¿Cómo se lleva en el vestuario?

-Vamos asimilando poco a poco lo que nos piden, y el margen de mejora es amplio. Sé que el equipo va a crecer, confío mucho en mis compañeros y desde luego lo que no se puede dudar es de unos jugadores que el año pasaron ya demostraron el nivel alto que tienen. En diversas fases de juego ya se ha visto lo que quiere el míster, ahora hay que alargar esos momentos y que nuestra identidad se vea desde el primer minuto.

-Hay mucha diferencia con el Oviedo de Ziganda...

-La hay. Son dos entrenadores con filosofías diferentes. El año pasado el míster quería un equipo que creciese desde la solidaridad defensiva hacia el ataque, con jugadores allí que marcasen la diferencia. Con Bolo es todo lo contrario, quiere que seamos protagonistas con balón y que llevemos el peso del partido en muchas fases del mismo: buscamos ser un equipo dominador, y el año pasado no lo éramos tanto. Ya lo conseguimos en la primera mitad ante el Levante y estoy convencido de que lo vamos a lograr, solo hay que darle continuidad.

-¿Entiende el malestar de la afición entre tanto?

-Todo el mundo quiere ganar, es lógico que el sábado se fueran descontentos y mostrasen su enfado. La afición ha demostrado que está con nosotros, y es vital para nosotros: debe costar mucho llevarse los puntos del Tartiere.

-Pese a los pitos, se quedó a aplaudir...

-Aplaudir al final del partido no es más que un gesto de agradecimiento, al margen de la libertad que tiene la grada para mostrar su decepción cuando así lo consideren. También los hay que aplauden. El año pasado no pude disfrutar desde dentro de lo que es jugar como local en el Tartiere y ahora siento más desde dentro aún al oviedismo. Solo gané una vez aquí como visitante y fue sin público. Eso no es casualidad: es una afición que empuja, la necesitamos.

-¿Sintió ese cariño en El Sardinero, tras su mano a mano con Cedric?

-Desde que llegué lo he sentido, pero ese día experimenté una sensación muy bonita tras un año sin ese tipo de emociones. Esa jugada fue muy significativa para mí por ser la última acción del partido y porque servía para ganar. Que esta afición coree tu nombre es una sensación increíble y una demostración sincera de cariño. Es una suerte que ahora pueda devolverlo desde el campo.

-Su debut fue agridulce, pero seguro que también le llegaron mensajes importantes...

-Perder así duele. Hasta entonces la sensación había sido brutal y luego recibí mensajes de excompañeros del año pasado que fueron epeciales para mí. No jugar ni un minuto se hace largo, y me hicieron ilusión porque saben que no fue fácil para mí pasar por ello.

-¿Qué fue lo más duro?

-No tener la oportunidad en liga de demostrar mi nivel. A los porteros nos cuesta más que nos den partidos para intentar convencer, y Ziganda confiaba más en Femenías. Solo podía prepararme y esperar. Hice grupo, ayudé desde mi posición con mi experiencia y seguí trabajando.

-¿Ahí se ganó la capitanía?

-Yo sé que mis compañeros valoraron todo lo que vivimos el año pasado, y para mí eso es tan importante como lo deportivo o más. Fue una satisfacción muy grade que me mostraran su agradecimiento así.

-¿Cómo abordó el verano? ¿Tenía clara su continuidad?

-Me fui sabiendo que tenía contrato y que, con Quentin ya firmado, cabía la posibilidad de que Joan renovase. Además había cambio en la dirección deportiva, por lo que me fui de vacaciones sin saber muy bien qué iba a pasar. Estuve a la expectativa y cuando se confirmó que Joan no continuaba me dijeron que contaban conmigo.

-¿Se imaginaba entonces jugando como titular?

-Comencé la pretemporada con la misma ilusión con la que había fichado un año antes. Tocaba trabajar y que el míster decidiese. Pasar por lo que pasé el año pasado me hace valorar aún más lo vivido y trabajar más si cabe para tener esa opción de jugar. No quiero volver a vivirla y he destar a un n ivel muy alto para poder disfrutar cada jornada desde el campo.

-¿La ha influido para bien?

-Cuando juegas todos los fines de semana, como me pasó en el Albacete, pierdes esa perspectiva de lo que cuesta y significa estar sobre el verde. Valoro y disfruto cada partido como hacía tiempo que no me pasaba.

-¿En qué nota un guardameta la falta de partidos?

-Sobre todo en el manejo de las distancias, eso es lo más importante y por eso intento aprovechar los entrenamientos para trabajar situaciones de partido. Y luego la toma de decisiones: en los primeros amistosos me sentí como si llevara varios años sin jugar. Hay que conocerse, y saber comunicarse.

-Calvo hablar, habla mucho...

-¡Sí! Y eso es fundamental. No se trata de hablar por hablar, pero sí de darnos información y ayudar a que el equipo funcione. Dani tiene mucha jerarquía y perfiles así son muy necesarios tanto en defensa como en ataque.

-Los centrales, ¿un punto muy fuerte de esta plantilla?

-Tenemos cuatro que son de lo mejor de Segunda. El trabajo defensivo es grupal, pero casi no nos crean ocasiones y ahí los dos centrales tienen mucho que decir.

-Con Bolo se ve a los porteros participando más con el grupo en los entrenamientos...

-Así es. La manera de trabajar del míster pasa por incluirnos mucho más en tareas de equipo como las posesiones. Bolo quiere que el portero participe un poco más en la fase ofensiva y en los inicios de juego, y necesitamos trabajar con el resto para emparnos de él y adquirir automatismos. Con Cuco la filosofía era diferente, y no trabajábamos ese tipo de aspectos.

-Toca lamerse las heridas en el Anxo Carro, ¿cómo lo ve?

-El Lugo tiene juego directo, velocidad arriba y manejo de la estrategia en las áreas. Tendremos que hacer un partido excelente.