Borrar
¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO
Una trabajadora de la residencia realiza un gesto tranquilizador a Carmen Rodríguez a las puertas del centro. PALOMA UCHA

«Me acongoja pensar en mi madre, con 90 años y delicada»

La incertidumbre y el nerviosismo hicieron mella en las familias, que acudían al centro para informarse con gran preocupación

EVA FANJUL

gijón.

Domingo, 31 de mayo 2020, 03:22

Comenta

«Estoy muy preocupada por mi madre. Tiene 90 años y está muy delicada. Si la pilla, tal y como está... no quiero ni pensarlo. Estoy acongojada», comentaba ayer al mediodía Teresa Rodríguez. Ella fue una de las familiares de residentes que se acercaron a la residencia El Carmen tras conocer la confirmación del brote. Por suerte, su madre dio negativo en las pruebas y permanecía ayer en el centro gerontológico gijonés.

Todos los familiares compartían la misma mirada marcada por la preocupación y la incertidumbre. Todos expresaban también sus mismos miedos. Hijas, hijos, hermanas y nietos temerosos de la alargada sombra que se cierne sobre los más vulnerables. Ya el pasado miércoles desde el centro les avisaron de la existencia de una caso positivo de coronavirus en la plantilla. «El miércoles se enteraron de que había un trabajador que había dado positivo y avisaron a las familias. El jueves les hicieron las pruebas PCR y rápidas a todos. El viernes mi hermano pudo hablar con mi madre por teléfono y estaba bien, pero ya no supimos más hasta ahora», relataba Teresa Rodríguez.

«Nadie se esperaba esto», explicaba José Martínez, mientras su esposa preguntaba en la puerta del centro por el estado de su madrastra. «Ella está bien. Está aquí y no la han trasladado», comentaba Carmen Rodríguez.

Su madrastra tiene 88 años y hace años sufrió un ictus que no le dejó secuelas. «Como no estaba para vivir sola, vino aquí, pero ella es una mujer sana sin enfermedades crónicas, así que a ver...», apuntaba esperanzada.

A pesar de la confirmación del caso positivo, la declaración del brote les cogió a todos desprevenidos. «Yo me enteré estando en la playa por un mensaje con el enlace de la noticia en EL COMERCIO. Llamé por teléfono y me dijeron que mi madre estaba bien y que había dado negativo y fui casa de mi padre a contárselo en persona y explicárselo para que no se alarmase», explicaba Nuria Pulgar. «De hecho, poco después, me presenté en persona para que me informasen de si había sido trasladada, porque se comentaba que estaban trasladándolos. Pero no: ella sigue en la residencia», añadía.

Para otros la situación se convierte en una auténtica pesadilla. «Es terrible, terrible. Esto que nos está pasando es terrible. Todos tenemos una edad y sabemos que no vamos a estar aquí para siempre, pero no se merecen irse así. Espero que todos salgan adelante», aseguraba Puri Zapico. Su hermana Margarita lleva siete años ingresada en el centro y ella ahora no puede quitársela de la cabeza.

En los primeros momentos, las numerosas llamadas y el elevado número de residentes colapsaron los teléfonos del centro. Tras organizar la seguridad dentro de las instalaciones y preparar el traslado de los pacientes al centro de Barros, los responsables de la residencia comenzaron a facilitar información en la medida que pudieron ir atendiendo las llamadas. El mensaje más importante a las familias: que la situación está controlada y que sus familiares son atendidos con garantías.

Durante toda la jornada, la actividad era contra reloj para reorganizar las instalaciones. Los trabajadores del Sespa hacían acopio de material sanitario de refuerzo y las cajas con mascarillas, guantes, desinfectante y trajes de protección individual llegaban a la residencia. Por la tarde, se reanudaron los traslados de los residentes que habían mantenido contacto estrecho con los casos positivos y que fueron trasladados en ambulancias al Credine, en Barros.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio «Me acongoja pensar en mi madre, con 90 años y delicada»