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Gijón
Viernes, 21 de febrero 2025, 20:32
La microbiota intestinal y el cerebro están conectados a través del llamado eje intestino-cerebro y un desequilibrio en la flora intestinal puede contribuir a la neuroinflamación y la acumulación de sustancias tóxicas en el cerebro, que podrían contribuir al desarrollo de enfermedades como el Alzhéimer y el Parkinson. Un estudio publicado en 'Nutrients' ha hallado que algunos probióticos, que son bacterias beneficiosas, parecen ayudar a restaurar este equilibrio y mejorar la función cognitiva.
La investigación en la que ha participado el catedrático en Ciencias del Deporte de la Universidad Europea Vicente Javier Clemente revela que Ciertas cepas probióticas, como 'Bifidobacterium infantis' y 'Bifidobacterium breve', podrían desempeñar un papel clave en la prevención y el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.
«Los hallazgos sugieren que consumir probióticos específicos podría ser una estrategia sencilla para reducir el riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas»
«Los hallazgos sugieren que consumir probióticos específicos podría ser una estrategia sencilla para reducir el riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas», ha explicado Clemente en declaraciones recogidas por Europa Press.
Además, la investigación también apunta a la importancia de la hidratación inicial y la preparación dietética para optimizar el rendimiento y la recuperación. «Aunque no recopilamos datos específicos de dieta previa, sabemos que una planificación adecuada en macronutrientes puede marcar la diferencia», ha añadido el nutricionista.
Pese a los resultados, Clemente ha advertido que son necesarios más ensayos clínicos que confirmen este impacto de la alimentación y la microbiota intestinal en la salud cerebral. «Muchas personas ya consumen probióticos para la salud digestiva, pero su impacto en el cerebro es un campo de estudio relativamente nuevo», ha indicado.
Los resultados del estudio también sugieren que la eficacia de estos probióticos puede depender de la composición individual de la microbiota, lo que abre la puerta a futuras investigaciones para personalizar su uso en pacientes con enfermedades neurodegenerativas.
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