Belmonte, Somiedo y otros ejemplos de resistencia

Tocar fondo no necesariamente es condenarse a estar hundido para siempre. Belmonte y Somiedo son una muestra clara. Con unos números de riesgo extremo de despoblamiento y una caída de población en los últimos veinte años superior al 30% en la suma de los dos concejos, ambos se resisten a sucumbir. La minería del oro en Belmonte ha mantenido un cierto nivel de actividad y el concejo ha recuperado algo de agricultura y de actividad empresarial en el polígono de Belmonte, así como algunas iniciativas de turismo rural interesantes. En Somiedo, a su innegable atractivo natural se está sumando el ejemplo de una empresa como Zapiens, en la que el equipo de Daniel Suárez se está convirtiendo en el ejemplo claro de que en el mundo del siglo XXI es más importante estar bien conectado a través de una cobertura de internet de última generación que el lugar desde el que se trabaje. Zapiens aporta desde la Pola de Somiedo su saber hacer a empresas de todo el mundo, a la vez que muestra que es posible vivir en el campo sin basarse en el sector primario.

El Valle del Oso propiamente dicho, o del río Trubia, también muestra cifras preocupantes de despoblación similares a las de Los Oscos. En particular Quirós, víctima de un secular aislamiento, que, tras muchos años de declive, durante 2019 creció en 29 habitantes. Teverga y Proaza parecen haber detenido la sangría poblacional, aunque no se pueden poner todas las fichas en la apuesta por la senda del Oso, cuyo mantenimiento, por otra parte, dista de ser óptimo. Santo Adriano, inicio de esta senda, tuvo el peculiar honor de ser el único concejo asturiano que ganó vecinos entre 2015 y 2019. Pero en el último año analizado por el INE ha perdido 15 habitantes.