Un piloto sobrevive tras 36 días desaparecido en la selva amazónica

La del piloto Antonio Silva es una historia que parece de película y que, por fortuna, acaba con una final feliz, como tantos guiones de Hollywood. La trama se desarrolla en el Amazonas y cuenta con altas dosis de suspense, riesgo e incertudumbre hasta el brillante desenlace.

El 28 de enero despegó con su aeronave para emprender un viaje pero, a medio trayecto, algo falló. En un rápido análisis de la situación, el piloto decidió optar por un aterrizaje de emergencia que le llevó a mitad de la jungla. Consiguió tomar tierra pero poco después la avioneta en la que viajaba se incendió.

Tuvo el tiempo preciso para recoger algunos enseres y algo de pan antes de que el aparato ardiera en llamas. Esperó durante una semana pegado a la máquina su rescate pero nunca llegó. Diversos merdios aéreos sobrevolaron el terreno en su búsqueda pero no fueron capaces de dar con él.

Hambriento, comenzó a deambular por la selva amazónica en busca de alimento. Lo encontró en los nidos de las aves, cuyos huevos robaba, y también en las frutas y bayas silvestres. Los días pasaban en medio de la inmensidad de la jungla hasta que la fortuna le sonrío y dio con la presencia humana.

Se encontró con unos recolectores de castañas que pusieron fin a 36 días de solitaria supervivencia. Silva presentaba síntomas de deshidratación, varios kilos de menos y algún rasguño de más pero estaba bien. Un helicóptero lo recogió después de que los recolectores encendieran una hoguera para su localización.

Amigos y familiares le recibieron en el aeropuerto en un ambiente festivo, incrédulos por el increíble desenlace tras más de un mes de angustia. Tanto, que cuando recibieron la llamada contándoles que su hijo y hermano estaba bien, no se lo podían creer. Pidieron al equipo de emergencia que le preguntaran el nombre de su perro. La respuesta fue Gancho y, la alegría de su entorno, infinita.