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Miriam Barajas | Experta en tecnología

Una mirada «comprometida» de mujer a la inteligencia artificial

La tecnología es su campo: lidera equipos, da charlas, es experta en IA y Big Data y todavía tiene tiempo para criar a sus cinco hijos

A. S. G.

Jueves, 30 de noviembre 2023, 11:21

Miriam Barajas se compró una camiseta que ponía: «No soy perfecta ni quiero serlo». Le costó. No se trataba de lucir una prenda sino de abrazar una mensaje que ha convertido en mantra y que le ha permitido crecer en todos los sentidos. Dice, con sorna, que es 'famosa' por estar en todos los lados y aprovecha ese don de la omnipresencia -que en realidad tiene truco; esperen y lean- para criar a cinco hijos mientras escala posiciones en el sector tecnológico.

Lo primero fue hacerse un hueco. Llegó al país quince años atrás por amor, el que sintió por un español al que conoció en su México natal y al que siguió para formar una familia. Sentía, sin embargo, que «necesitaba más»; no porque ser madre no le gustara -entonces sumaba ya cuatro retoños- sino porque quería ser eso pero también otras cosas. Formada en turismo, envió miles de curriculum. El teléfono nunca sonaba y, si lo hacía, las propuestas no eran compatibles con la conciliación. Buscando cómo abrirse puertas, coincidió en un evento con Silvia Leal, una eminencia en tecnología y transformación digital, quien le recomendó apostar por los 'boot camps', programas formativos intensivos relacionados con la tecnología.

Se matriculó en un curso de desarrollo de aplicaciones java que duró tres meses. Sesenta días después ya estaba trabajando como programadora y, desde entonces, todo ha sido crecer. La falta de profesionales tecnológicos lleva a las empresas a coger profesionales con nociones básicas pero proyección para formarles en su seno y beneficiarse de su talento.

Ha sido analista, team leader, ha trabajado en Izertis, en Everis y, en la actualidad, ocupa el cargo de Chief Communication Officer en la agencia de colocación tecnológica Magenta. Entremedias, estudió un posgrado en inteligencia artificial y Big Data y un máster en gestión de equipos de alto rendimiento y liderazgo empresarial. Es mentora en varias organizaciones, da charlas...

Convencida del valor de la diversidad, trata de ofrecer a otros la oportunidad vital que ella no desaprovechó, prestando especial atención a quienes no lo tienen tan fácil porque el talento «puede estar en el aula de una universidad, dentro del colectivo LGTBIQ+, en una mujer desempleada de 55 años, en un padre divorciado de 50, en una madre soltera de 32».

Teme que la inteligencia artificial acabe con toda esa diversidad, centrándose en lo general y relegando lo especial a los sesgos. Por eso, clama por incorporar una mirada femenina al desarrollo de una tecnología cuyo espectacular desarrollo ha revolucionado cualquier previsión. «Las mujeres -apunta- son pragmáticas pero también comprometidas, con una visión más amplia y más justa del mundo que les rodea».

La oportunidad de avanzar puede derivar en un retroceso si los algoritmos obvian algo más que lo esencial. La responsabilidad es inmensa y está ahora mismo sobre la mesa. «Detrás de la inteligencia artificial están los humanos. Si se crea un coche inteligente, queda en manos del programador decidir a quien proteger primero en caso de accidente. ¿A los niños mayores? ¿Al bebé? ¿A la madre? La responsabilidad es inmensa y no sabemos nada sobre cómo se están adoptando estas decisiones», ejemplifica. Por eso, está convencida de que las mujeres pueden y deben estar ahí, no solo las ingenieras, también las lingüistas, las matemáticas, las programadoras....

Reconoce que el sector tecnológico mima a sus trabajadores y les da herramientas para conciliar, adaptando horarios y ofreciendo teletrabajo. En todos sus empleos sabían de su condición de madre de familia súper numerosa antes de contratarla. Nunca fue problema. «En realidad es al revés. Como madres, aprendemos un montón, gestionamos conflictos, somos flexibles, organizamos eventos, lidiamos con la carga mental...».

Su agenda es, de hecho, la flexibilidad llevada a la enésima potencia. En ella, guarda un hueco para comer dos o tres veces al mes con una amiga, tomar una cerveza o hacerse las uñas. Se obliga. Además, se niega a renunciar al 'networking', que tantas posibilidades de crecimiento ofrece, y asiste a casi todos los eventos que puede. ¿El secreto? Está una hora y se va.

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