Cadena perpetua
Un crimen ocurrido en Cabueñes se dirimió en prisión de por vida para el acusado, que había matado a su padre por obligarle a trabajar
Martes, 6 de junio 2023, 01:14
1923. Hace 100 años.
Quedaba un mes largo ara que el Desastre de Annual salpicase la política española cuando en Cabueñes Manuel G.A. mató a su padre. Fue un asunto de dinero que se veía venir. Cuando ocurrió el suceso, EL COMERCIO dijo que el victimario solía reñir con la víctima porque esta le hacía levantarse de la cama «a la madrugada para ir al trabajo, cosa que decía él que dañaba aún más su salud», maltrecha por cierta patología crónica. «Esto hizo engendrar en su corazón cierto odio a sus padres, decidiendo, un día, no dormir en la vivienda, y colocó un jergón en la panera». Allí vivía Manuel G.A. cuando su nombre saltó a los papeles de la peor forma imaginable: convertido en asesino. Había sido el 15 de junio de 1921 y ahora, hace justo un siglo, se dictó sentencia: la cadena perpetua.
El desarrollo de los hechos, según el fiscal, había sido el siguiente. Aquel día, a eso de las seis y media de la mañana, Carmen Á., madre y esposa de los protagonistas, fue a despertar a Manuel, para que fuese ayudar a su padre Esteban en las faenas del campo. El joven, a la sazón de 24 años, contestó «en tono despectivo, diciendo a la madre que se levantaría cuando le diera la gana». Esteban decidió poner fin a las negativas del hijo dándole sendos golpes en los brazos «con una vara de avellano que consigo llevaba, cuyo acto exasperó al Manuel, quien encarándose con su progenitor, le dijo en tono amenazador: '¿A que no me da otro palo?', ocurriendo ya esta escena estando levantado y al pie del hórreo».
Pudo haberlo dado, pero el joven fue más rápido. «En un momento de arrebato y obcecación», se dice en la causa, «sacando rápidamente un revólver de seis tiros, le hizo tres o cuatro disparos seguidos, alcanzándole uno junto a la tetilla izquierda y atravesándole el pericardio, determinando una extensa hemorragia que le produjo la muerte instantánea». De nada sirvió que en el juicio el abogado defensor, Jovino Bertrand, negase los hechos, o que Hortensia Á., tía del acusado, asegurase que Esteban «maltrataba con frecuencia» a su hijo mayor. El procesado, según dijo EL COMERCIO, «fue condenado a cadena perpetua y a 10.000 pesetas de indemnización». Una sentencia ejemplarizante.