Carrero Blanco, ascendido

Fue la de hace medio siglo estos días una página de las que marcan la historia de un país: la cúpula franquista, con el dictador viviendo sus últimos años en un deteriorado estado de salud, había elegido como presidente al almirante Luis Carrero Blanco. No fue una sorpresa. «Entraba en el área de los acontecimientos posibles sin fecha predeterminada», escribió Carantoña en nuestra portada al conocerse la noticia. El paso dado al ascender a Carrero era cuestión de lógica, «lo mismo que en su día aconteció con la designación del príncipe Juan Carlos como sucesor a la Jefatura del Estado a título de Rey», «aunque ningún observador podía vaticinar el momento en que se produciría».

Tampoco que el fin del gobierno de Carrero llegaría tan pronto como medio año después, y por medio de un atentado que puso en jaque el desarrollo previsto de los acontecimientos durante la agonía de Franco. Pero no adelantemos acontecimientos. Carrero alcanzaba la responsabilidad plena al frente del Consejo, y acto seguido «todos los ministros deberán poner sus cargos a disposición del Presidente del Gobierno, el cual nombrará su equipo de colaboradores. Queda, pues, ahora, amplio margen para las suposiciones o adivinaciones, ocupación en la que no me voy a entretener demasiado por razones de cortesía», se disculpaba nuestro director. Pero sí hacía una apuesta: «Gijón seguirá teniendo participación ministerial, con responsabilidades acrecentadas incluso, y también sospecho que doce nombres nuevos accederán al Gobierno, permaneciendo siete de los actuales ministros».

Solo se equivocaba en los números. En el gobierno de Carrero Blanco repitieron cuatro miembros del gabinete anterior y, en efecto, el gijonés Torcuato Fernández-Miranda mantuvo la responsabilidad que ya tenía como Secretario General del Movimiento y asumió la vicepresidencia. «La personalidad del señor Carrero Blanco no inclina a esperar medidas espectaculares, sino cambios paulatinos y sucesivos», aseguraba Carantoña. No daría tiempo ni a lo uno, ni a lo otro. Pero cómo saber.

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