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Jesús Vega, en la ventanilla de su quiosco en Pumarín.
Historias de Asturias

Catorce millones en Pumarín

Jesús Vega repartió en su quiosco el segundo premio de la Lotería, el 49512. Él descartó el dos y además desanimó a su hermana a cogerlo

Sábado, 13 de mayo 2023, 01:59

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1973. Hace 50 años.

A Jesús Vega Lezcano, el propietario del quiosco -uno «metálico, moderno, atendido por un señor al que le falta su brazo derecho»- de Pumarín donde hace medio siglo tuvo en gracia caer la suerte, no le había tocado ni un mísero real. No se había quedado con ningún décimo del 49512, número par. «Lo tuve en mis manos, pero no me gusta la terminación en dos y lo dejé pasar». Y no solo eso. «Mi hermana tenía dos décimos en su poder, dispuesta para quedárselos, y le dije eso del dos. Entonces se llevó otro. Le juro que no me atrevo a ir a casa», reconocía, contento pero con cierto (y comprensible) punto de fastidio, Vega Lezcano a preguntas de EL COMERCIO. Sucedía que el 49512 resultó segundo premio de la Lotería Nacional, dejando en el barrio, muy generosamente repartidos, 14 millones de pesetas.

Del agraciado mayor nada se sabía. «El pasado domingo se acercó al quiosco un joven y compró un billete completo. No he vuelto a verle. Le corresponde un millón, si es que no hizo alguna donación». A la carnicería Pantín, del mismo barrio, le tocó medio millón. Y el resto, muy repartido. Participaciones había habido pocas: ocho de a cinco duros cada una. El resto se vendió, decía el quiosquero, «en décimos sueltos. Hubo quien lo adquirió para jugar la partida y otros muchos dieron parte a vecinos, familiares y amigos».

El puro de Pantín

Los periodistas de EL COMERCIO anduvieron todo el barrio en busca de los agraciados. «Fuimos hasta la carnicería de Pantín, la del medio millón. Se despachó. Se despachaba con toda normalidad. El único signo externo del premio nos pareció que era el puro de Pantín. Advertimos la presencia de una señora que ya habíamos visto en el quiosco y que no cesaba de santiguarse». «No se me ocurrió comprar un décimo», nos dijo, abochornada, «¡y eso que estaba al lado de casa!». Más contentos estaban en la mercería y perfumería Mery, donde una partida había dejado cien mil pesetas, una cantidad poco desdeñable. En el quiosco, por aquello de si se repetía la suerte, se hicieron colas kilométricas. «Como la clientela siga así, tendrán que levantar un piso». Por compensar.

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