El motín de las pescaderas
La protesta de varios grupos de mujeres por los elevados impuestos sobre el pescado acabó con la declaración del estado de sitio en Gijón
A poco estuvo Gijón de arder... porque, en efecto, en muchos lugares llegó a reinar el fuego. Hace 125 años, un gran número de mujeres, « ... en actitud de oponerse a viva fuerza al pago de los derechos de Consumo sobre el pescado y el marisco, por considerarlos excesivos», montaron auténtica gresca en la ciudad. Según contó EL COMERCIO, el grupo, que portaba una bandera nacional, se había formado por la unión de mujeres manifestantes, aquella mañana, de un lado, en el muelle, y, del otro, en la Pescadería. Dispuestas a liarla: las manifestantes llegaron a apedrear la casa del fabricante de harinas de Zarracina, «así como la Fábrica que este señor tiene establecida en el barrio del Tejedor. Después, las manifestantes se estacionaron a las puertas de la fábrica de tabacos, impidiendo la entrada en la misma de las personas que llevaban la comida a las operarias, con el fin de obligar a estas a abandonar el trabajo, como en efecto sucedió, cerrando suus puertas la fábrica».
Fue el primer triunfo, pero habría más. A mediodía, las amotinadas eran muchas más; lograron, entonces, irrumpir en la oficina central de Consumos, «donde se apoderaron de cuantos documentos y utensilios hallaron a mano, incendiándolos en la calle». Pronto quemaron también casi todos los fielatos, y, en las calles, la Guardia Civil y la urbana tuvo que poner pies en polvorosa «por no serles posible contener a las amotinadas». Tampoco les arredrarían las fuerzas del batallón del Príncipe, cuyos pelotones, por orden del Alcalde, «fueron distribuidos (...) en las bocacalles de los sitios más céntricos y principalmente en la Plaza del Ayuntamiento, donde se habían concentrado también las Guardias». Siguió la bronca. El siguiente punto de encuentro de las manifestantes fue la cárcel de la villa, donde «hubo pedradas y algún disparo de arma de fuego». A la altura del Ayuntamiento, las autoridades dieron dos cargas de bayoneta: y nada. Incendiaron las casetas de los arrabales; incendiaron la casilla de la báscula del muelle de Abtao y consiguieron, definitivamente, la declaración del estado de sitio en la ciudad. Un auténtico plante a la autoridad.
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