La nueva cárcel echa a andar

Aunque se anunciase en pequeñito, era un hecho histórico para Gijón: habría nueva cárcel, y esta se instalaría en El Coto cuando este, sobre los papeles, no se llamaba siquiera de esa manera. Solo popularmente, eso sí. «Cumpliendo los deseos del señor alcalde, las Comisiones de Policía Urbana y de Hacienda del Municipio, el señor arquitecto y del digno oficial del ejército», habíamos dicho dos días atrás, «visitarán en el día de mañana los terrenos que en El Bibio poseen los herederos de Víctor Morán, a fin de poder examinar detenidamente si, como se cree, dan las condiciones de orientación, seguridad e higiene para la construcción de un cuartel y cárcel de Partido». La visita se materializó el 17 de junio, y la contamos hace 125 años.

Habían estado presentes, como mínimo, el alcalde; bastantes concejales; el Capitán General del distrito, Suárez Valdés; el gobernador militar, señor Portela; Argüelles Piedra, Coronel jefe del Regimiento del Príncipe; el Comandante del Estado Mayor, García Caveda; el arquitecto municipal, Medarde, y otras tantas personas más. El objetivo, reconocer los terrenos que el Ayuntamiento acabaría comprando para instalar en ellos la nueva cárcel municipal, ante la ruina de la que ahora había en Cimadevilla. Se trataba de una extensión «de 600.000 pies cuadrados», ahí es nada, «comprendido entre los Campos Elíseos y el sitio llamado del Bibio».

Había expectación. Por ello, para que el público conociera «por sí mismo la proyectada adquisición, se dispuso que el señor arquitecto del Municipio, acompañado de sus auxiliares, vaya hoy a demarcar los terrenos con banderolas grandes, que se distingan fácilmente desde la carretera». Un ejercicio de transparencia (o de promoción) inusitado para la época, pero que respondía a los deseos populares de que la villa de Jovellanos contara, en el menor tiempo posible, con una cárcel moderna, sin desconchones y, aún es peor, agujeros en sus paredes. «Obras son amores», dijo EL COMERCIO al confirmarse la adquisición de los terrenos, al día siguiente. Durarían su tiempo, eso sí: la cárcel de El Coto no vio la luz hasta 1909.