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Sábado, 8 de julio 2023, 01:20
Suma y sigue. Hace cinco lustros, el Principado de Asturias intentó de nuevo (y era la cuarta vez) acometer las obras para la instalación de un centro de dispensación de metadona en el barrio gijonés de La Calzada, que tanta polémica había generado a lo largo de todo el año. No lo consiguió. No tanto por las protestas de los vecinos, enconadísimas y que requirieron la intervención de los antidisturbios, sino por motivos burocráticos: la licencia de obras, concedida por el Ayuntamiento en mayo, no había sido recogida por el Principado y, además, llevaba información errónea: «era para el número 15 de esa avenida», la del Príncipe de Asturias, « y no para el 25».
Fue una jornada tensa. Se había iniciado a primera hora de la mañana, a eso de las ocho menos cuarto, cuando cuatro obreros y la encargada del Principado llegaron al barrio, ante la expectación popular. Aquel día, los contrarios al dispensario de metadona «prendieron fuego a una barricada», y cinco furgones de antidisturbios, con una veintena de efectivos en ellos, se personaron en La Calzada al tiempo que se enconaban las protestas. «Unos vecinos se agolparon en la puerta del local mientras otros exigían ver la licencia de obras», contábamos. Ahí fue cuando se supo que los técnicos no habían recogido el documento en cuestión. Sobre las diez de la mañana, los antidisturbios desalojaron el local y los encargados marcharon al Ayuntamiento a hacer el trámite, pero no por ello se detuvo la tensión. «Los gritos, los lloros, los insultos y los empujones crisparon el ambiente. Una anciana de 84 años se desmayó y hubo que llamar a una ambulancia para trasladarla al Hospital de Jove. También intervinieron los bomberos. Alguien introdujo algo incendiado en el local». Fue una auténtica batalla campal, con los insultos cruzando el aire y los problemas acumulándose: a unos kilómetros, el Consistorio negaba la autorización a los operarios porque estos no tenían las 24.000 pesetas necesarias para recoger la autorización, y, a pocos minutos del mediodía, los obreros decidieron marcharse. «Así es imposible», manifestaban. La pugna adquiría matices de vodevil.
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