Proyectos para San Agustín
La necesidad de mejoras en las dependencias del mercado impulsó que varios comerciantes solicitasen explotarlo
Había nacido maldito o, al menos, «con muchas taras, malformado y, sobre todo, malquerido». Así nos referíamos hace medio siglo al viejo mercado de San ... Agustín, convertido ahora en «un caserón semiabandonado» a cuya puerta se amontonaban, «malolientes (...) las basuras». Eso sí: también era, a pesar «de las pocas garantías sanitarias que ofrece», un mercado próspero y con mucho margen de maniobra. Tanto como para que comenzara a plantearse convertirlo en un gran centro comercial. «Después de 14 o 15 años de vida, hoy tiene verdadero movimiento comercial, los establecimientos exteriores son solicitadísimos y se ha dado el caso de comerciantes que se han instalado provisionalmente y después no han querido marcharse».
Ahora estos, unidos en asociación, insistían en mejorar sus condiciones. «Con este fin han presentado una solicitud en el Ayuntamiento pidiendo que les sea concedida la explotación del mercado, cuando acabe el contrato que el Ayuntamiento tiene suscrito con el actual concesionario, que finaliza el próximo año». Fueron 37 (y creciendo) los comerciantes, e ingentes las tareas que había que llevar a cabo. «Son deficientes los servicios de agua, que incomprensiblemente no fue instalada en cada puesto cuando se construyó, los servicios sanitarios son una verdadera cochambre, como lo es, asimismo, el segundo piso, inexplotado desde su construcción».
«Es una lástima que buena parte del edificio esté improductivo y tenemos el proyecto de hacer de ello un gran centro comercial, adelantándonos a otras iniciativas», nos dijo, por entonces, Arturo Muñiz, presidente de la junta rectora de los comerciantes. «Sería penoso que cualquier otra firma comercial viniese a instalarse aquí con evidente perjuicio para los comerciantes que llevamos varios años establecidos dentro y fuera del mercado». Y que habían aguantado, añadía, carros y carretas. «Todavía no me explico cómo se permite que mientras las barredoras hacen su función los salchicheros estén embutiendo sus salchichas». Era una situación indigna para un mercado, a pesar de todo, popular. A arreglarlo tocaban.
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