Un sanatorio para Gijón
Desde La Habana se impulsó la creación en la ciudad de un centro para paliar la tuberculosis, pandemia de aquellos tiempos
La idea no era nueva pero ahora parecía más viable: instalar un sanatorio «para enfermos tuberculosos» en Gijón. Resultaba que Francisco García, a la sazón ... administrador de la Casa de Salud 'Covadonga' del Centro Asturiano de La Habana, en viaje por Asturias, había lanzado días atrás la idea, «que hizo suya la ilustre Diputación provincial de Oviedo, adoptando inmediata y unánimemente acuerdos encaminados a llevar a efecto tan generosa como patriótica y humanitaria obra». Así lo aseguraba, al menos,, el presidente del Centro Asturiano, Pedroarias, quien, en carta a EL COMERCIO, agradeció -en nombre de la junta directiva- a nuestro diario haber dado publicidad a la iniciativa de García.
Era, decía, un gesto de patriotismo el que se tenía apoyando ideas como aquella. «Ruégole muy encarecidamente que haga extensiva (la expresión antedicha) al cuerpo de redacción, siempre dispuesto a colaborar con usted en todo lo que signifique acción noble y engrandecimiento de la amada región y de nuestra España», decía. Pero el que Pedroarias se pusiera tan emotivo no era cosa buena: no las tenía todas consigo. Ni nosotros tampoco. «Mucho conviene para la seriedad de la Diputación Provincial que puntualice con entero espíritu sincero su verdadera voluntad y sus efectivas disponibilidades», advertíamos, «con el objeto de que los asturianos de aquí y los de allá, afiliados al glorioso centro cubano regional, sepan a qué atenerse de un modo claro respecto a este asunto, ya que nos debemos todos a la sinceridad que entre hermanos no debe ni puede escatimarse».
Sí, pero no
Era la tuberculosis, por entonces, una enfermedad mortal y muy marginalizante, por lo contagioso. No hubo, sin embargo, centro antituberculoso que valiera, por más de que la Diputación diera un sí que no llegó a concretarse en los presupuestos. Que es lo que cuenta. No lo veíamos claro, no: «Las relaciones de Asturias con su grandioso centro en La Habana nos obligan a una claridad completa, y esperamos que alguien nos diga en qué lugar se halla esta: si en camino franco, o si en algún bache de ruta». Razones había para desconfiar.
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