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ARANTZA MARGOLLES
Viernes, 2 de febrero 2024, 00:58
«No se cómo se atreven a llamar parque a esto», había soltado a su 'partenaire' un incisivo vejete sentado en un banco de Begoña. O eso decía en EL COMERCIO Julio Sánchez Simón que le había oído decir. «No hay más que media docena de árboles y cuatro bancos. Pa jugar los rapazos y cortejar les criaes, puede pasar, pero pa lucilu como parque de Gijón»... «Pa un Gijón ye bien poca cosa», aseguraba. «Como un cascu de avellana rodando por el mar al lao de un trasatlánticu». No convencía la escultura de un león que echaba agua por la boca, por lo inútil; ni el tamaño del kiosco de la música, «más roñosu que un enemigu del agua (...) Lo menos que podíen hacer era pintalu. Pero de eso no hay que hablar, porque el Ayuntamiento suelta primero una muela que les perres». Ya ven, por tanto, que el parque de Begoña, con sus mil reformas a lo largo del siglo, nunca deja contento a nadie. «Ahora non ye más que el puntu de reunión de soldaos y criaes, que sin que nadie los estorbe comen en estos bancos como en una fonda». ¿Para cuándo una ampliación?, se preguntaba Sánchez. Ahí queríamos llegar.
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