Cristalería enciende el nuevo horno float

No había sido un proyecto sencillo. Las cifras que aporta la información de Pascual Cabaño así lo certifican. Además de los trabajadores de Cristalería, en el proyecto participaron 37 empresas diferentes. En todo el proceso trabajaron novecientas personas y, en algunos momentos, en el tajo llegaron a estar cuatrocientos operarios.

Muchos de ellos acudieron al sencillo acto de encendido que ponía el punto y seguido a una obras larga y compleja. Su ejecución había comenzado el 9 de noviembre de 1998 con la idea de durar 73 días. Al final, se alargaron siete jornadas más por los calendarios de vacaciones.

El encendido no suponía el inicio de la producción. A partir de ese 5 de febrero, comenzaba la fase «más complicada» de todo el proceso de construcción. Era el llamado templado del horno. Desde ese día, el interior del horno se iba a calentar de manera progresiva hasta alcanzar los 1.600 grados centígrados cuando comenzaría a producir láminas de vidrio de manera constante, las veinticuatro horas del día todos los días del año. A partir de ese momento, «bombeará toneladas de vidrio, bombeará el alma de una nueva cultura y un nuevo espíritu de Avilés y de Asturias que se distribuirá por todo el mundo», afirmó Jesús Nebot.

Ese camino se iba a recorrer en veintiséis días, con lo que, en marzo, comenzaría la producción. Y, en esos momentos, se procedería a la inauguración oficial del horno que iba a producir «el vidrio del siglo XXI», avanzaba Jesús Nebot.

Avilés, según explicaba Jesús Nebot, había competido con otros emplazamientos para lograr esta inversión. No era una decisión fácil porque las otras ubicaciones aseguraban «recuperar una parte de nuestra competitividad». Sin embargo, la apuesta por La Maruca se basaba en el «modelo de convivencia y progreso existente en la factoría, en la que se compensa con dedicación e imaginación la falta de competitividad».

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