Los excesos de la juventud
Denunciábamos a finales del siglo XIX la proliferación de mozos aficionados al alcohol y al escándalo en la noche gijonesa
El problema se elevaba ya a una cuestión de abuso vergonzante para nuestra imagen exterior. «El forastero que por primera vez venga a Gijón y salga a dar una vuelta por esas calles», anunciábamos hace hoy 125 años, «no puede menos de quedarse sorprendido y hasta escandalizarse al observar lo desarrollado que parece estar en esta villa el vicio de la embriaguez». En personas muy jóvenes, además, y a partir de las diez de la noche, con 'merluzas' bastante agresivas. Aquellos muchachos tenían a gala, al parecer, «el faltar a los agentes de la autoridad a la menor advertencia que estos le hagan». Ante semejante coyuntura, EL COMERCIO no dudaba: había que empezar a multar. «Multas y más multas que no sean capaz a levantar las recomendaciones de ningún género, ni baste a librar de ellas el mayor o menor lujo de vestimenta, o el poseer bula... de las cruzadas electorales». Entre líneas y elegantemente, pero asegurábamos que entre aquellos escandalizadores se encontraban, también, personas de buena condición y mejores contactos. Como en el refrán, no por vestir de seda la mona dejaba de serlo, y a los denunciados no les aprovechaba «ni la educación que reciben en los centros de enseñanza a que asisten, gritando, blasfemando, haciendo carreras, pronunciando palabras torpes y soeces, profiriendo insultos, burlándose de personas pacíficas, inofensivas y desgraciadas, manchando las paredes y las puertas y los escaparates de las tiendas; divirtiéndose en juegos peligrosos para ellos y para los transeúntes»....
Y aún había más: «... molestando con dichos y con hechos a las jóvenes y señoritas que pasan por la calle y cometiendo mil excesos más que nunca se reprimen y que debieran reprimirse con energía por nuestras autoridades, a quienes algo y mucho pudieran ayudar los padres y maestros que los educan». Amén de las multas antedichas, era cuestión, como se ve, de la educación de padres, madres, maestros y maestras. La imagen de Gijón estaba en juego por los desmanes de «la presente generación». Así lo contábamos. ¡Los jóvenes, siempre los jóvenes!