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Padre e hijo en situación de pobreza en Tegucigalpa, Honduras. EFE
Cuando los pobres hablan

Cuando los pobres hablan

Un estudio dirigido por la Universidad de Oxford descubre la dimensión del sufrimiento de aquellos que viven en situación de pobreza, y también su forma de lucha y resistencia

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Viernes, 10 de mayo 2019, 11:49

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Escarbar en lo invisible de la pobreza deja al descubierto una serie de consecuencias que no son cuantificables. Por ejemplo, las emociones y sentimientos de aquellos que viven en la precariedad, así como su relación con la sociedad o con sus hijos. Un estudio dirigido por la Universidad de Oxford y el Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo, titulado 'Las dimensiones ocultas de la pobreza', escucha a aquellas personas en situación severa o crítica de Bangladés, Bolivia, Francia, Tanzania, Reino Unido y Estados Unidos. Las voces de los «cientos» de individuos que participaron permiten conocer «el sufrimiento resultante de la pérdida de poder causada por la privación y el maltrato».

La pobreza trae pérdida de poder y falta de control, aseguran los autores, debido a que las posibilidades de elección son limitadas. Las personas tienen poco margen de error y las consecuencias de equivocarse son muy graves. Dependen de las instituciones y se crean sentimientos de inseguridad y miedo. Pero también se da una respuesta de lucha y resistencia, pues «las personas en situación de pobreza son proactivas y no pasivas».

«La lucha y la resistencia están íntimamente ligadas a los esfuerzos de las personas por sobrevivir y conseguir para sí mismos, y en particular para sus hijos, el tener una vida mejor», sostiene el informe, realizado con la colaboración de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En la escasez surgen cualidades como la creatividad, una «fuente de energía enraizada con la esperanza», la compasión y la solidaridad. «Cuando tengo ropa vieja, la renuevo. Cuando no tenemos casi nada que comer, hago pasteles con lo que tengo. Cultivo mis propias verduras, nos arreglamos», dice una persona en situación de pobreza de Francia, mientras en Bangladés afirman: «Los pobres se ayudan unos a otros cuando saben lo que la gente necesita».

Vivir en la desesperanza

La dependencia aumenta mientras más crítica sea la necesidad. Con testimonios sin nombre, identificados sólo por su origen, el documento contrasta las voces de uno y otro lugar del mundo. «Estamos controlados por la codicia de unos pocos», dice un 'activista' en Estados Unidos. Otro, en Bolivia, afirma: «No tenemos trabajo estable, así que no tenemos libertad de elegir». Y en Tanzania: «Los ricos se aprovechan de los pobres. Hay explotación económica. Los pequeños agricultores se ven obligados a vender sus propios productos a los precios fijados por los ricos que vienen de la ciudad».

Basados en estas opiniones y percepciones los investigadores construyen un mapa de las derivaciones que tiene la pobreza en quienes la sufren, y que escapan de los cálculos numéricos y las encuestas cerradas. Por ejemplo, además de la insalubridad y desnutrición que conducen a enfermedades en ocasiones mortales, las personas en situación de pobreza tienen pensamientos y emociones negativas, agobio, miedo, estrés, ansiedad, vergüenza, culpabilidad, desesperación, desaliento.

«Esto puede provocar niveles de frustración, enojo, depresión y desesperanza que conducen al abandono de sí mismo o incluso al suicidio», sostiene el informe. «Cuando la gente está enferma oímos sus quejas, llantos, gritos, gemidos en casa, pero no podemos enviarlos al hospital. Tenemos que ver y oír, pero no podemos hacer nada», dice uno de los participantes de Bangladés, y desde Francia otro asegura que: «Hay días en los que no puedo pensar. Parece que el cerebro se protege, ya no funciona porque hay demasiada desgracia, demasiada pena. Parece que el cerebro se está cuidando solo. Me pasa a mí a veces y cuando pasa, digo que estoy vacío».

Pero la pobreza no es igual en todas partes. «La experiencia detallada de la pobreza está vinculada a su localización ; varía de un país a otro, entre las zonas rurales y urbanas y los barrios más o menos desfavorecidos», concluye el informe. «Vivir en zonas desfavorecidas, tanto rurales como urbanas, tiene un impacto en la forma en que la gente experimenta la pobreza». Influye la calidad de la infraestructura y los servicios como el transporte público, sobre todo la calidad del empleo: «A menudo se caracterizan por tener escasas oportunidades de empleo o una relativa abundancia de empleos de mala calidad, precarios y mal remunerados». Las zonas donde falla el Estado se exponen a epidemias y al estigma. «Piensas : si puedo llegar al final de la semana, todo estará bien», sentencia desde Estados Unidos una persona en situación de pobreza.

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