Padre Ángel: «Hay que quitar vallas y concertinas»
El padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz, presenta su nuevo libro, 'Un mundo mejor es posible', y reivindica el valor de la educación
kay levin
Jueves, 30 de mayo 2019, 02:58
El padre Ángel García Rodríguez (Mieres, 1937) ha dedicado la mayor parte de su vida a los demás, a prestar ayuda a los más necesitados, entre ellos personas sin techo e inmigrantes. Ahora publica un nuevo libro, 'Un mundo mejor es posible', en el que reivindica el progreso de la sociedad global y repasa los datos que demuestran que, pese a no ser «maravilloso» todavía, el estado de la humanidad está avanzando «gracias a la educación».
–¿En qué se basa para afirmar lo que proclama en el título?
–Afirmo que el mundo es mucho mejor que hace 200 y que hace 20 años, y que el que vamos a dejar a nuestros hijos sin duda va a ser mejor aún. Y lo hago en base a las herramientas actuales y argumentos: hoy es más difícil que alguien muera de sarampión, y la esperanza de vida en los últimos tiempos ha crecido hasta acercarse a los 100 años. Además, nunca en la historia hubo tanta solidaridad como ahora, ante cualquier cosa que pasa en el globo toda la gente se muestra sensible. Y, por si fuera poco, nunca en la historia había pasado que se reunieran 170 jefes de Estado y de Gobierno para intentar erradicar la pobreza, el analfabetismo o la esclavitud. Es verdad que no se ha conseguido del todo, pero se han reducido. Hay muchas razones para decir que el mundo va mejor.
–En el libro es optimista ante los retos actuales, pero ¿qué sigue frenando el progreso?
–Todavía sigue habiendo demasiadas familias que no llegan a fin de mes, o pobres en las calles, hombres y mujeres durmiendo en cajeros. Todavía sigue estando mal el mundo, pero hay esperanza. Un mundo mejor lo hacemos entre todos. Hay que creer en Dios y en las personas: en los médicos, los periodistas, los políticos... Ahora que ha habido elecciones todos se pelean por mejorar las cosas, y hay que exigirles que sigan tomando acciones en este sentido.
–Se están reduciendo algunos problemas, pero hay otros que preocupan como el cambio climático, ¿cómo lo ve usted?
–Creo que desde la sociedad a los gobernantes se está reaccionando ante esto, aunque alguno no está muy seguro sobre la ecología. Incluso el Papa Francisco lanzó una encíclica. Nunca se han preocupado tanto autoridades y familias por este tema como ahora, eso demuestra una educación que sirve para que mejore la conciencia al respecto y las acciones. Nunca nos había dolido tanto ver esas escenas de plásticos y desechos arrojados a los mares. Pero se está quitando. Los niños, los jóvenes, son el ejemplo: es muy difícil encontrar a un niño que tire un papel al suelo, los mayores no están tan bien educados. Empieza a haber esa cultura de no maltratar tampoco a los animales o al medio ambiente, estamos mucho mas concienciados que hace cinco años. No vivimos en un mundo maravilloso, pero hoy cualquier desgracia conmueve a todos. Nunca hubo tantos cooperantes, voluntarios y ONGs, casi en cada casa hay una ONG porque el abuelo o la madre ayudan al que no tiene a llegar a fin de mes.
–Habla también de discriminación. En la campaña electoral en Madrid un candidato proponía sacar las celebraciones del orgullo gay fuera de la ciudad, ¿qué indica que exista este discurso?
–Hoy existe menos discriminación. No me refiero a que el mundo sea bueno, todavía hay racismo, homofobia y no se respetan los derechos humanos. Esos son una excepción minoritaria, porque los demás grupos políticos no decían esas cosas. Pero hay demasiados políticos tristes. Necesitamos gente alegre, que ilusione, que sonrían. Vamos avanzando y hay que concienciar y hacer reflexionar a los que dicen eso. Hoy convivimos con gente de distintos colores, religiones e ideologías, sin problema. Y los mejores ejemplos son las guarderías, con niños de toda etnia y origen que conviven de maravilla. Es necesario que la gente se entienda, se quiera y dialogue, desde el día a día, con las personas más cercanas primero. Porque a veces escuchamos poco.
–Si pudiera elegir, ¿qué problema resolvería ya?
–Uno de los dos mayores problemas sociales es la migración. Se han quitado muros en este siglo, pero hemos puesto otros. En eso no estoy de acuerdo con Donald Trump. Habría que quitar vallas y concertinas, pero el problema se resuelve poniendo medios para que, si vienen, puedan trabajar e incorporarse a la sociedad. El otro problema es la soledad: hay demasiada soledad. Necesitamos alguien que nos escuche o con quien dialogar. Los problemas se resuelven hablando, hay que decir más 'lo siento', 'te quiero' y 'gracias'. Ojalá digamos muchas veces más esas palabras, tenemos motivos más que suficientes para ello.