Vidas paralelas unidas por el cáncer de mama
La amistad de las gijonesas María Jesús Estébanez y Ana Belén Sánchez se fraguó en el hospital de Jove, donde ambas fueron intervenidas hace seis meses de sendos tumores
María Jesús Estébanez y Ana Belén Sánchez eran dos perfectas desconocidas la una para la otra hasta el pasado 9 de abril. Ese día, estas dos vecinas de la zona oeste de Gijón (de La Calzada y El Natahoyo, respectivamente), de 47 y 40 años, coincidieron en una habitación del hospital de Jove. A la primera la habían operado tres días antes de un tumor maligno no agresivo de mama en el pecho izquierdo. Ana Belén salía de su segunda intervención en apenas dos días. En la primera le habían realizado una mastectomía total del pecho derecho, en el que en febrero le habían detectado cinco tumores (el mayor, de cinco centímetros). Eso fue un miércoles. El viernes «tuvieron que operarme a vida o muerte porque me estaba desangrando». Pasaron juntas, en aquella habitación, siete días. Una semana en la que se fraguó una amistad ya inquebrantable «porque somos muy iguales, las dos hablamos mucho», bromean.
Conocer sus respectivas historias es descubrir que estas dos valientes y decididas mujeres de intensos ojos verdes comparten mucho más que una enfermedad, el cáncer de mama, del que hoy se conmemora su día mundial. Ambas recibieron la noticia del diagnóstico a las pocas semanas de perder a sus padres. El de Ana había fallecido el 29 de enero de 2021 («un día después de mi cumpleaños»), de cáncer de próstata. La madre de María Jesús, el 18 de febrero de leucemia. Ese mismo día ella estaba citada para una mamografía que pidió le aplazaran una semana y en la que le encontraron el tumor. «Afortunadamente lo pillaron a tiempo».
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También Ana considera que la rapidez de su diagnóstico fue fruto de «un cúmulo de suerte». Por tener antecedentes de cáncer de mama en la familia llevaba cerca de cinco años sometiéndose a controles rutinarios, pero fue autoexplorándose como se notó un bulto. «Fue dejar de darle el pecho al niño (Mateo, su bebé, tenía entonces catorce meses) y notármelo. Probablemente si me lo hubieran localizado un año después, en una revisión, yo no hubiera tenido cura». Entrenadora de un equipo de fútbol femenino (el Estudiantes de Somió) y autónoma con una empresa de electricidad, decidió que, pese a lo «duro» que está siendo todo el proceso, la enfermedad no iba a poder con ella. «Soy una persona muy positiva y eso me sirvió de mucho».
María Jesús la mira: «Yo no soy así, pero lo intento». Los dos hijos que tienen cada una han sido, en buena medida, el motor para sacar fuerzas de flaqueza y continuar adelante, reconocen. Porque pasar por el trance del diagnóstico, la operación y el tratamiento con quimioterapia en plena pandemia ha añadido un plus de dureza a la enfermedad. Sin un acompañante que actuara como soporte emocional durante las consultas o las pruebas médicas. Sin visitas durante su hospitalización... «Es inhumano, porque estamos hablando de un cáncer, no de una operación de juanetes», coinciden.
Apoyo de la AECC
La misma sensación de soledad, con toda su familia en República Dominicana, invadió a Yoanna Castillo, de 45 años, desde el momento en que, el 13 de marzo de 2020, le confirmaron que ese bulto en el pecho izquierdo que tanto le dolía y por el que había ido a urgencias cinco meses antes era un tumor. El miedo «a no poder superar la enfermedad» la paralizaba. Aún hoy le cuesta contener las lágrimas cuando habla de lo vivido. Recibió quimioterapia, fue operada en agosto y concluyó con la radioterapia en diciembre del año pasado. Como María Jesús y Ana, recurrió a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) para tener el apoyo, principalmente psicológico, que no encontraba en su entorno ni en el sistema sanitario. «Les tengo mucho que agradecer», comentaba esta mañana junto a la carpa que la asociación instaló en el paseo de Begoña.
Coincidiendo con el Día Mundial contra el Cáncer de Mama, estas tres mujeres insisten en una idea: la de la prevención. «Es muy importante acudir a las revisiones y que nos autoexploremos porque esto es de un día para otro y cogerlo a tiempo es fundamental», comenta María Jesús Estébanez, a quien le gustaría que el programa de cribado no tuviera «un límite de edad» (en la actualidad se someten a él mujeres entre los 50 y los 69 años). «Se están viendo casos de gente muy joven con cáncer de mama», apunta Ana Belén Sánchez. Ellas son un claro ejemplo.
Dentro de tres meses volverán a pasar por quirófano. En caso, para someterse a una reconstrucción mamaria. «¡A ver si nos toca otra vez juntas!», desean.