
Jony Rodríguez Exfutbolista del Sporting
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Jony Rodríguez Exfutbolista del Sporting
«El ascenso de los 'guajes' me cambió por completo la vida»Para la estadística que entra por el ojo, el Jony Rodríguez (Cangas del Narcea, 1991) de la temporada del ascenso, de la que se ... cumplirán diez años dentro de un mes, fue un vendaval. 7 goles y 10 asistencias en 41 partidos. Un rodillo sostenido en el tiempo, pero que, más allá de la cuenta de méritos que le otorga la matemática, fue interruptor en muchos de aquellos 57 goles que celebró el equipo con sus estampidas por la banda y su fútbol eléctrico. Una década después del éxito de los 'guajes', Jony charla con EL COMERCIO sobre lo que supuso aquella campaña que cambió su vida y, también, su futuro deportivo. Hoy, parado desde su salida de Cartagena, sitúa en este verano la reflexión final sobre colgar o no las botas.
–¿Qué supuso aquella temporada en su vida?
–En la mía y en la de muchos. Creo que nos cambió por completo la vida. Éramos debutantes en Segunda y, de repente, nos vimos en Primera, rodeados de amigos y en el equipo de nuestra ciudad. Fue un sueño. Cuando eres pequeño, quieres ser profesional en el equipo de tu vida, cerca de tu gente.
–¿Habría jugado en Primera sin ese ascenso?
–No sabría decirle. Muchos jugadores hacen buenas temporadas en Segunda, pero, aún así, no les da para jugar en Primera. No lo sé. Puede ser que no, puede ser que sí. Creo que no hay una respuesta clara.
–¿Qué recuerdo le queda de aquel año?
–Hay muchos... Si tengo que decir uno, me quedo con el partido que perdimos en casa contra el Betis. Había caras de decepción en los compañeros, pero, pensándolo en frío, fue el partido que mejor jugamos de todo el año y el primero que perdimos. Era contradictorio. Nuestro mejor partido con nuestra primera derrota. Lo asumimos, aunque fue extraño, y seguimos con lo nuestro, sabiendo que estábamos haciendo un buen año. Y, luego, claro, el partido del Benito Villamarín...
–Una locura de final.
–Recuerdo estar saludando a la grada junto al resto de compañeros. De repente hubo un alboroto muy grande, vi a aficionados saltando... Empezamos a escuchar que había sido gol del Lugo, gol del Lugo. Mi primera reacción fue quedarme en 'shock'. Intenté preguntar si era verdad, dando vueltas por el campo. Se empezó a escuchar que era gol del Girona, pero, luego, que no, que lo habían anulado. De pronto, que se paraba el partido porque habían arrojado objetos al campo en el partido de Montilivi. Me senté en el suelo, en el centro del campo, agobiado. Pensé en no escuchar. Que terminase el partido y me dijeran algo definitivo. No quería celebrar nada antes de tiempo. Por suerte se dio bien y pudimos celebrar allí y, después, coger el vuelo de vuelta para Gijón. Aquí ya fue la locura.
–¿Hasta qué punto?
–La noche en la que aterrizamos en Asturias fue una locura. Todavía hoy, cuando lo pienso, se me pone la piel de gallina. No se podía caminar por el aeropuerto. Te agarraban de todos los lados, te daban besos, abrazos, gente llorando. Fue muy emocionante. Luego, al llegar a Bellavista, ver a toda nuestra gente: mi mujer, mis padres, mis tíos. Ver a las familias de los compañeros... Vivimos momentos muy buenos, pero también muy malos durante el año. Pese a ser un grupo muy joven, fuimos muy maduros para llevar una situación muy difícil. Esa noche fue la liberación de todo el año. Y, después, claro, cuando al día siguiente hacemos el paseo en autocar por Gijón, fue la hostia. Nunca había visto Gijón así, echado a la calle, y luego lo del Ayuntamiento...
–¿Esperaba rendir así en su primer año en Segunda?
–Me había quitado ya ese peso de encima de si podía dar el nivel o no en la anterior temporada, cuando me subió 'El Pitu' para esos partidos que quedaban. Se me dio bien y vi que estaba para la categoría. Era debutante, pero sabiendo que ya podía rendir en Segunda. Sabía que podía hacerlo bien, pero no esperaba que iba a tener un nivel tan alto durante tantas jornadas. Disfruté y lo pasé mal también. Cuando tienes unas miras puestas en un objetivo y después te encuentras que el objetivo es otro, la exigencia en uno mismo, de forma inconsciente, va creciendo. No me lo esperaba, pero sabía que tampoco iba a desentonar.
–Lo suyo y lo del Sporting ha sido una historia curiosa. Tras ese idilio, el fútbol les separó y les costó mucho encontrarse.
–Las veces que volví al Sporting fue porque siempre quise. Cuando me tuve que ir, quizá no era porque yo quisiera. Digamos que en alguna ocasión me vi obligado a irme. El fútbol, muchas veces, no depende del deseo de un jugador, sino de más factores. Pero siempre que he tenido la mínima oportunidad de volver, lo he hecho. No me arrepiento para nada. Me siento súper querido, respetado por toda la afición sportinguista, pese a que esta última vez no estuve bien por el tema de las lesiones. Es una espinita que llevo conmigo, pero, al final, cuando uno lo deja todo y lo intenta hasta el final, no me puedo echar nada en cara.
–Se le sitúa al nivel de Diego Castro como el mejor futbolista del Sporting de las dos últimas décadas...
–El rendimiento que ofreció Diego en el Sporting fue increíble. Aunque tuviésemos perfiles diferentes, siempre me fijaba en él. Daba gusto verlo jugar. Cuando venía a El Molinón, era una pasada. Diego era el jugador diferencial en ese momento. Tanto él como yo siempre intentamos dar el máximo hasta el último día. Que me comparen con un jugador de la talla de Diego, con el nivel que dio, se agradece. Siempre es un elogio. Pero como se suele decir, las comparaciones son odiosas (risas).
–¿Era consciente de la capacidad que tenía de influir en el pulso de El Molinón?
–Sí. Al aficionado del Sporting siempre le gustó ese juego vertical, rápido, de crear ocasiones, de poner centros. Un fútbol del norte, digamos. Una de mis características era entrar por banda rápido y sabía que por ahí podía hacer daño. Si a la vez conseguía enganchar a la gente con mi juego, mejor imposible. Al final vas percibiendo que tu juego gusta a la gente.
–¿Ha dejado el fútbol?
–Está en mi cabeza. Ya llevo un año y medio sin jugar y, probablemente, este verano tome una decisión para dejarlo o ver si surge alguna oportunidad que me encaje a nivel deportivo, porque no me muevo por lo económico. Tiene que ser algo que me atraiga para volver a engancharme. Es difícil y, al final, a todos los jugadores nos llega la hora. No sé si será este verano o no, pero es una de las posibilidades que hay.
–¿Le veremos de vuelta en el Sporting en otra labor?
–Difícil. Con el paso de los años me voy dando cuenta de que, no sé si la palabra es triunfar o salir bien del equipo del que eres aficionado, pero es muy difícil. Tampoco tengo muy claro lo que quiero hacer respecto al fútbol. Si seguir ligado o no.
–¿Se ve entrenando, por ejemplo, en un futuro?
–Entrenador sé que no voy a ser, eso seguro. Me voy a sacar el título por tenerlo, pero no me veo en ello. Creo que no soy una persona válida para entrenar. No tengo mucha paciencia. Hay que ser muy empático y, al final, tienes 25 tíos, más cuerpo técnico, médico. Hay que lidiar con todos y es muy difícil. Al final tienes que saber para lo que vales y para lo que no. A día de hoy no me veo en ese rol.
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