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Juan Maribona, junto a la playa de San Lorenzo. PALOMA UCHA

Tres décadas de protección al talento en Mareo

Maribona cierra su etapa en el servicio médico, al que llegó tras diez años como zaguero en la cantera, y se va del club rojiblanco con cinco ascensos

IVÁN ÁLVAREZ

GIJÓN.

Viernes, 21 de junio 2019, 03:58

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Guardadas con una nitidez que no difumina el paso de los años, en la memoria de Juan Maribona se acumulan multitud de vivencias que forman parte de las cuatro últimas décadas de la historia del Sporting. En La Coruña, en el último año de la década de los 70, el club gijonés perdió a un joven zaguero por una lesión de rodilla que truncó su incipiente trayectoria, pero ganó un longevo enfermero que se granjeó el afecto de numerosísimos jugadores y entrenadores.

«Fui al Teresa Herrera y a la vuelta me tuve que operar», rememora sobre la dolencia que provocó que colgase las botas de forma prematura. «Con 19 años me encontré con la oportunidad de estar en una convocatoria con Quini, Ferrero, Cundi, Ciriaco, Redondo, Mesa...», señala con orgullo el gijonés, que define como «un sueño» compartir esa experiencia con un equipo subcampeón de Liga. Fue el momento álgido de su escalada por las categorías inferiores rojiblancas, en las que permaneció diez años, a los que después le siguieron otros 31 en el servicio médico del club.

Más de media vida en las entrañas del Sporting. «Sobreviví a catorce presidentes», bromea sin ocultar una mezcla de sensaciones al finiquitar un ciclo tan extenso en la entidad. «Es un sentimiento contradictorio. Por una parte piensas que se acabó una etapa, pero por otro lado sientes que es inevitable. Cuando entré, lo hice porque lo dejaba un señor de 60 años. Ahora lo lógico también es dejar paso a la gente», admite.

Ese relevo al que alude es el de José Luis Rubio, quien ante la proximidad de su jubilación le animó a estudiar enfermería. «Era todo un señor, un referente», le elogia Maribona, que acató su consejo y, tras un primer año realizando sustituciones en el Sporting B, la promoción de Loza al primer equipo en 1989 le hizo coger su testigo en el filial.

Se estrenó velando por la salud de la prometedora generación dirigida desde el banquillo por Carlos García Cuervo, formada entre otros por Luis Enrique, Manjarín, Felipe y Abelardo, que no tardarían en vivir su bautismo y consolidación en El Molinón. Ya como enfermero de la primera plantilla, en la que se afianzó con Manolo Preciado en el banquillo después de un par años de alternancia con el filial, el reencuentro con el 'Pitu' a orillas del Piles le deparó una temporada extraordinaria, iniciada con un pequeño sobresalto en el hotel de concentración en Soria las horas previas al arranque del campeonato liguero, atrapado junto a Lora, Jony y Guerrero.

«Lo pasamos mal porque estábamos un poco apretados y el ascensor no era muy grande», recuerda respecto a un episodio que dejó un presagio de Lora respecto a una campaña finalizada con una tarde de júbilo en el Benito Villamarín. «Esto es una señal Maribona, todo tiene que salir mucho mejor a partir de ahora», decía con sorna Lora en un vídeo grabado con su teléfono que terminó resultando profético.

«Nos salía todo aquel año», expresa Maribona sobre la espectacular temporada 2014-2015 y su explosión de júbilo en el cierre, bañado de suspense esperando sobre el césped por el final del choque entre el Girona y el Lugo. Un 'deja vu' de Castalia, donde siete años antes la desazón mutó en alegría por el tropiezo en Vitoria de la Real Sociedad que dejaba vía libre hacia la élite para el sportinguismo.

Fue el denominador común de los dos últimos saltos de categoría, que ya había celebrado también por partida doble como defensor del Deportivo Gijón, junto a varias camadas de talento en el inicio de un extenso trayecto que también forman la disputa de tres fases de ascenso a Segunda dentro del cuerpo médico del Sporting B y reveses como el descenso del equipo que terminó dirigiendo Javier Clemente en 2012.

Viajes, pocha y encerrona

De los viajes con tintes de odisea, con salida en la calle Instituto (Rey de Copas) a comienzos de los 70, pasó a desplazamientos más cómodos. Trayectos de reunión en torno a la baraja con intensas partidas a la pocha con Pablo Acebal, Landeira y 'El Pixuetu' como habituales protagonistas en el ocaso de su etapa en el Sporting B, emboscado durante un 'play off' de ascenso en 2007 en Ibiza.

«Pasamos miedo. Nos dieron patadas y agresiones, con el árbitro asustado. Valió más haber perdido, porque, si no, no salíamos vivos de allí. Habíamos ganado 3-0 en casa. En el minuto 20 del segundo tiempo estábamos 0-0 y se metieron en la prórroga con un gol en el 96 en el que metieron dentro de la portería a 'El Punti'», recuerda sobre uno de los episodios más desasosegantes a lo largo de un dilatado camino con un legado de una ristra de amistades de diferentes generaciones, como ha quedado plasmado en su despedida.

También la añoranza de los fallecidos Quini, Miguel Montes, José Manuel y Tati Valdés, con los que forjó un afectuoso vínculo alimentado por el contacto diario durante años. Ahora deja Mareo, pero como socio y aficionado seguirá ligado desde otra perspectiva al club de su ciudad.

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