Metodologías genéticas para detectar fraudes alimentarios
Un equipo de investigación de la Universidad de Oviedo usa análisis de ADN para determinar la procedencia de invertebrados marinos. Es el proyecto 'EyeFishTrack'
Cómo saber que las zamburiñas, las navajas, el pulpo o el bogavante que acabamos de comprar o que nos han servido en un restaurante proceden ... realmente de donde nos han dicho, que no hemos sido víctimas de una sustitución involuntaria o directamente de una fraude alimentario. Ese es el punto de partida del proyecto EyeFish Trak desarrollado por el equipo de investigación ARENA (Aula de Recursos Naturales) de la Universidad de Oviedo. Consiste en aplicar técnicas de análisis genético a invertebrados marinos de alto valor comercial para determinar su procedencia. Son pruebas de ADN que revelan el resultado con un simple «cambio de color» de la muestra, explica Yaisel Borrell, catedrático de Genética e investigador principal del proyecto.
Así, aplicando la Metodología de Amplificación Isotérmica Mediada por Bucles (LAMP) en el caso del bogavante el ADN extraído del tejido cambia a azul cuando éste es del Cantábrico (Homarus gammarus), pero no hay cambio de color cuando se trata de la especie americana (Homarus americanus).
Los productos del mar son la segunda categoría de alimentos con mayor riesgo de fraude, según la UE
Entre las ventajas de las pruebas que están llevando a cabo está que permiten una detección rápida e in situ,sin necesidad de tener que llevar las muestras a un laboratorio y sin necesidad del complicado aparataje y el conocimiento experto que requieren las técnicas tradicionales. «Nos permite llevar a cabo en una hora lo que, en el laboratorio, normalmente requeriría muchas más horas y un aparataje mucho más sofisticado», destaca María Celenza, investigadora predoctoral implicada en el proyecto EyeFish Track.
«Estamos utilizando dos técnicas nuevas que permiten llevar ese tipo de análisis a un terreno más del día a día, como un restaurante o una lonja de venta de pescado, y que además las pueda realizar gente sin una formación especializada», explica la profesora Trinidad Pérez. Son técnicas isotérmicas. Es decir, «se pueden realizar siempre a la misma temperatura. Simplemente un baño de agua, con una temperatura de agua constante, nos permitiría hacer la reacción», añade. Y los resultados, esos cambios de color en función de si está presente o no el ADN de la especie que se busca, se pueden observar a simple vista.
«Gracias al análisis del ADN es posible identificar las especies con total fiabilidad, incluso cuando no queda rastro de su aspecto original» porque ya ha sido cocinado.
Varias implicaciones
La investigadora Laura Miralles recuerda la importancia de conocer el origen de las especies que compramos o consumimos: «Tiene implicaciones económicas, cuando nos quieren vender una especie más barata haciéndola pasar por otra de mayor calidad y precio. Tiene también implicaciones ecológicas, porque en base a esas capturas se elaboran las normativas de pesca, se definen cuotas, se seleccionan determinadas especies para poder capturarse más o menos... Es muy importante identificarlas bien para hacer una gestión correcta y una conservación adecuada de las especies». Añade la investigadora una tercer componente, no menos importante: el de la protección de la salud. «Porque determinadas especies pueden producirnos alergias y otras no». De ahí la importancia de tenerlas identificadas.
En el proyecto EyeFishTrack participan el área de Genética del departamento de Biología Funcional; el área de Química Analítica del departamento de Química Física y Analítica, y el área de Didáctica de las Ciencias Experimentales, del departamento de Ciencias de la Educación.
Las primeras pruebas en restaurantes se han llevado a cabo con la colaboración de 'El Cortijo', de Salinas, y del chef Emilio Joaquín Rodríguez y su equipo.
Riesgo
El objeto de este proyecto no es baladí. El Parlamento Europeo ha identificado los productos del mar como la segunda categoría de alimentos con mayor riesgo de fraude, debido a la globalización de las cadenas de suministro y a la introducción de sistemas de distribución cada vez más complejos, con productos que incluyen diferentes tipos de procesamiento. En muchas ocasiones, lo que se comercializa o llega directamente al plato del consumidor no se corresponde con lo declarado en la etiqueta o en el menú.
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