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El joven Ángel González, trabajando en el taller de su tienda de la plaza de abastos . :: L. I. A.
Villaviciosa

«Hay que abrir la mina de Oles, ya no quedan piezas de azabache»

Con sólo 20 años, el maliayo Ángel González es el orfebre más joven de Asturias y ya cuenta con su propio negocio en la plaza de Villaviciosa

LYDIA IS

Lunes, 23 de enero 2012, 03:36

Tiene veinte años y, pese a su juventud, ya ha decidido dar el salto como emprendedor. Ángel González es el orfebre más joven de Asturias y vive en Villaviciosa. Concretamente en La Madrera, donde su madre, María Pérez, reconocida azabachera, tiene su taller. «Lo viví en casa desde pequeño y siempre me gustó, me llamaba la atención y empecé a hacer cosas para mí», cuenta. «Mi madre está encantada; yo al principio no estaba muy convencido. Ella fue la que me animó a entrar en el taller y ayudarla», señala sonriente.

Pieza a pieza, fue mejorando y perfeccionando su técnica. Desde finales del pasado verano tiene un pequeño puesto en la plaza de abastos maliaya donde, además de exponer sus creaciones y vender relojes, pendientes, pulseras, anillos y hasta piezas de cerámica, hace rápidas reparaciones de joyería. «En un día, incluso en pocas horas puedo hacer arreglos». También diseña joyas de encargo para sus clientes. «Se hace un dibujo, un presupuesto y si el cliente da el visto bueno, se le hace la pieza a su gusto».

Reconoce que fue arriesgado «y más con la crisis que hay», emprender su pequeña aventura empresarial, pero entiende que «había que dar el paso». Eso sí, tiene claro que lo suyo debe avanzar poco a poco. Está convencido de que si funciona será a base de esfuerzo y trabajo. «Sé que éste no es un negocio de todos los días, pero es mío, no se puede vivir de la sopa boba toda la vida. Ahora lo que toca es trabajar bien y esperar».

Fundir la plata con una aleación de cobre que le da más resistencia, laminar los lingotes, dar forma y soldar son algunos de los pasos básicos para fabricar una pieza. «El azabache se pule con dos rodillos, uno lo desbasta y el otro le da brillo, aunque ya brilla por sí mismo», explica Ángel.

La teoría se la sabe al dedillo y en la práctica es capaz de hacer cualquier diseño. Sin embargo, este joven orfebre tiene una traba importante para su futuro: la mina de azabache de Oles. La ligereza, el brillo y la fragilidad son las principales cualidades que Ángel destaca del azabache, aunque reconoce la gran dificultad actual para conseguirlo. «Ya no hay piezas grandes, lo que limita mucho las cosas. Por ejemplo alguien que haga tallas de azabache no puede; tiene que abrirse pronto la mina», urge.

De hecho, la apertura de la explotación de Oles es una reclamación común de los azabacheros consolidados y de otros, como Ángel, que están empezando ahora. Desde hace años, todos tienen que buscar el material en las escombreras, pero no siempre lo que se encuentra es de calidad. «Que valga la pena hay muy poco; las piezas de calidad escasean, muchas veces las coges y cuando te pones a trabajar con ellas se rompen», asegura Ángel.

De hecho, el de Oles está considerado el mejor azabache del mundo. «Hay trozos en los que se pueden ver los anillos de crecimiento de los árboles», explica el joven artesano. «La diferencia es que el de aquí no tiene resina y es negro puro. El turco y el chino tienen vetas marrones y eso les resta calidad. A veces, incluso, se vende ónix como azabache. Lo notas enseguida porque el ónix es una piedra y pesa más que el azabache».

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