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Miguel Trevín. :: LUIS SEVILLA
Asturias

«Vivir ahora de una casa de aldea es imposible»

«Me hubiera ido mucho mejor si mi hermano se apellidara García. Ser familia del presidente y luego delegado del Gobierno me perjudicó» Miguel Trevín Pionero del turismo rural asturiano

CHELO TUYA ctuya@elcomercio.es

Domingo, 25 de noviembre 2012, 02:41

Es el Trevín menos político. Nada político. Confiesa que jamás podría haberse convertido en director general de Turismo. Y no por no tener ofertas y, sobre todo, no por no tener conocimientos, ya que Miguel Trevín es el 'padre' del turismo rural asturiano. Su casa, El Tombo, la herencia de su abuelo en Santa Eulalia de Oscos, fue de las primeras de la región. Reconoce que jamás podría haber aceptado ese cargo por su incapacidad para morderse la lengua. Ahora trasladará sus conocimientos, sin tapujos, a un libro, en el que está recogiendo la historia del turismo asturiano. Aunque aún lo está escribiendo, tiene claro que su epílogo recogerá el fin del turismo rural. Al menos, tal y como lo conocemos.

-El turismo rural, la joya de la corona turística ¿se resquebraja?

-Completamente. Vivir ahora de una casa rural es imposible. Y lo que es peor, esto ya no tiene arreglo.

-Sus compañeros hablan de cierres temporales e, incluso, de poner la casa en venta. Directamente anuncian la quiebra del sector.

-Sí. El invierno ha muerto. Cuando empezamos nosotros, en 1993, los inviernos eran cojonudos. Teníamos una ocupación de fin de semana estupenda. Es más, los veranos eran hasta octubre y, desde luego, la Semana Santa era una semana de verdad. Llenábamos de domingo a domingo. No como ahora. Cuando se habla de un cierre estacional, realmente se habla del primer paso para el definitivo. Para los que vivimos de la casa todo el año, eso es inviable.

-¿Cerrará El Tombo?

-La tengo abierta todo el año, porque es mi casa, pero no con clientes. Hemos luchado mucho por mantener la filosofía del sector. Vivir en la casa, no convertirnos en hoteles. Nosotros abrimos en 1993, cuando casi nadie sabía donde estaban Los Oscos. Además con un concepto diferente: era la primera casa rural no ganadera. No agrícola. Mis abuelos habían sido comerciantes de hierro y era otro tipo de casa. Teníamos biblioteca y ofrecíamos fantásticos desayunos caseros. Pensé que tardaría años en recuperar la inversión, pero el primer año ya funcionó muy bien. Acabamos con el concepto de que el gallego es emigrante, pero no turista.

-Pese a su éxito, fue el primero en hablar de crisis.

-Sí. Y ese fue mi problema. Hace diez años dije que la crisis iba a llegar y que estábamos haciendo las cosas mal. Pero no me hicieron caso. Me llamaron fundamentalista. Pesimista. Ahora ya me dan la razón.

-¿Qué falló?

-Muchas cosas. No hemos tenido concepto de promoción turística interna. Cuando el mercado asturiano es muy bueno. Y, sobre todo, la sobreoferta. El Principado se marcó la política de que cuantos más alojamientos, mejor.

-¿Qué política de mercado es esa?

-Pues la del mercado tradicional. ¿Qué había en la costa del Sol? Mucha oferta. Pues aquí se quiso ser la costa del Sol.

-Pero el discurso político renegaba de Torremolinos.

-Sí, pero se multiplicaban las aperturas. Un alto cargo me dijo, años después, que ésa era la consigna: abrir, abrir y abrir. Ser los líderes.

-Y así somos líderes.

-En porcentaje, desde luego. Y en cifras absolutas, creo que en el país sólo nos supera Castilla y León y Cataluña. Es una barbaridad. Pero, por si fuera poco, cuando empezamos a avisar de que llegaba la crisis, tampoco se hicieron las cosas bien.

-¿Qué falló?

-No hubo unión. En el sector, los de la gama más alta creyeron que la crisis no iba con ellos, que su cliente adinerado no fallaría. Pero no se daban cuenta de que el cliente de mucho poder adquisitivo no viene a Asturias, se va a Estados Unidos. El que venía aquí era un profesional que estaba haciendo mucho dinero al hilo de la construcción: constructor, promotor, arquitecto, decorador. Los que primero llevaron la hostia.

-¿Y ahora esto, cómo se arregla?

-Esto no tiene arreglo.

-¿El sector ha muerto?

-Muerto puede que no, pero, desde luego, quedará muy prostituido. Mucho. Porque una de las burradas que se dijo cuando empezó la crisis es eso de que 'la crisis se llevará a los malos empresarios'. Mentira. Joder. Mentira. La crisis pilló al que estaba invirtiendo en su negocio, al que mejoraba cada día y gastaba. A ese se lo llevó por delante. Al que tenía la casa con cuatro muebles no le pasó nada.

-Avanzó el problema, ¿avanza la solución?

-Es que no la hay. La mayoría cerrará. Lo único que se me ocurre es volver a empezar. Pararnos, pensar y darnos cuenta de lo que es necesario. Tenemos que volver al origen. Cuando empezamos, se pensaba el turismo rural como consolidador del territorio, como generador de empleo.

-¿Y no fue así?

-¡Qué va! De nuestro tirón deberían haber salido fábricas de mermeladas, panaderías, artesanía, aprovechar los recursos naturales en toda su extensión. Pero no se hizo. Es más, para el Occidente, poca solución queda ya, porque mucha de la memoria está perdida. De música, de vestimentas e, incluso, de comida. Hay toda una gastronomía perdida. En el libro que estoy preparando hago un recuento de lo que se hizo. Y de lo que no se hizo.

-¿Recibirá muchas demandas?

-No creo. Cuento lo que ocurrió. También digo que no me importa.

-Ser el hermano de Antonio Trevín ¿Perjudica o beneficia?

-Me hubiera ido mucho mejor si mi hermano se apellidara García. Ser familia del que fue presidente y luego delegado del Gobierno me perjudicó. Lo digo así de claro.

-Si se hubiera apellidado Fabra, al menos le habría tocado la lotería.

-(Carcajadas). No me vendría mal lo de la lotería. Pero me quedo con Trevín.

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