Lara Ortega Feriante
Lara Ortega ·
Es feriante porque le viene en los genes. Empezó su abuelo, siguió su padre y ahora ella continúa con la 'Carrera de camellos', un show que 30 años después sigue funcionandoVíctor Soto
Sábado, 16 de agosto 2025, 00:12
A Lara Ortega la feria le llegó por los genes. Sus abuelos fueron pioneros y su padre comenzó con casetas –«a una la llamábamos la ... de los muñecos feos, había que tirarlos con una pelota», recuerda– hasta ahorrar lo suficiente y, junto a otros socios, hacerse con lo que entonces era alta tecnología: una carrera de camellos. De eso han pasado más de tres décadas y la atracción continúa funcionando con un público intergeneracional.
– ¿No se jubilan los camellos de la feria después de tantos años?
– No, creo que somos una parte importante. Hace años esta atracción era un 'boom'. Y ahora continúa siendo atractiva y divertida. Lo que es verdad es que nos vamos quedando solos porque lleva mucho trabajo y, sobre todo, porque es difícil encontrar un 'speaker'. Eso nos hace exclusivos.
– Una carrera sin los soniquetes habituales parece inconcebible...
– Somos muy reconocibles. Nuestro locutor lleva 38 años con nosotros. Empezó a trabajar con mi padre cuando era un chaval y ahí sigue. Hay frases que no pueden faltar como 'el siete (o cualquier otro número), campeón, de la competición' o sonidos como el toque de corneta del Séptimo de Caballería para el inicio de la partida. Pero hay más, existe la improvisación. La primera vez que cogí el micrófono yo pensaba que me lo sabía todo de memoria, pero una vez arriba me quedé en blanco. Hasta que te sueltas. La clave es que la gente que viene a gastar su dinero se lleve un buen recuerdo tenga o no premio.
– ¿Hay algún camello que gane más?
– No. Pero, por ejemplo, un pequeño desnivel en el terreno puede ayudar a que uno avance más. Y, como en los casinos, hay personas que lo estudian y que pueden intuir el ganador. Nosotros tenemos que ser los jueces y velar por una carrera limpia, pero es verdad que no puedes echar a nadie.
– Cuando llega el verano, ¿le entran los sudores por lo que le espera?
– ¡No! El verano siempre lo afronto con ganas. Tengo el mejor trabajo del mundo. He conocido otros muchos empleos, pero no me veo en la misma oficina, con las mismas paredes toda una vida. Mi público todos los días viene contento y, aunque puedas intuir alguna pena, compruebas cómo se marchan felices. La vida aburrida es la de fuera de la feria, la rutina.
– ¿Un feriante sabe en qué día vive?
– En verano mi calendario es el de las fiestas. En muchas ocasiones no sé si es lunes o jueves, pero sí tengo claro en qué ciudad voy a tener que estar mañana.
– ¿Y sabe quiénes son sus clientes?
– Es curioso porque en muchas ocasiones no conoces sus nombres, pero sí las caras o cómo van vestidos. A muchos los he visto primero con sus padres, luego con los amigos, después con las novias y ahora con los hijos. Y también intuyes quiénes faltan. Nos pasó con el covid. Estuvimos tres años parados y, al volver a una ciudad, esperabas encontrar a los que habías visto siempre.... pero no estaban. Percibes que se han ido porque, si no, estarían allí, contigo.
– Dueña, gestora, locutora cuando toca... ¿También es la veterinaria de los camellos?
– Hacemos de todo. Para que todo funcione en verano, el trabajo duro se hace en el taller durante el invierno. Desmontamos toda la atracción, cambiamos los tornillos, las sirgas, limpiamos… Algún calambrazo te llevas (ríe). La feria es una universidad. O te las apañas tú o lo tienes clarinete.
– En un mundo con mil estímulos, con móviles con tecnologías inmersivas... ¿Tiene la feria futuro?
– Yo creo que sí, porque es un espacio muy ligado a los recuerdos y donde se viene a disfrutar. Igual se gasta menos por la situación, porque el poder adquisitivo ha bajado, porque los clientes piensan más en las vacaciones... Pero somos una parte esencial de la fiesta, aunque para algunos parezcamos un estorbo. Por ejemplo, con las tasas municipales o, sobre todo, con las ubicaciones. Hay ciudades que nos han alejado del centro y nos han ubicado en emplazamientos que son un desierto, en medio de la nada, sin seguridad ni servicios. Eso es lo más duro.
– ¿Qué ocurriría si sus hijos le dicen, en un futuro, que quieren seguir con la tradición familiar?
– Siempre se dice que las madres queremos algo mejor para nuestros hijos que lo que tenemos nosotras. Pero si les gusta, adelante. Lo que quiero es que sean felices. Yo he trabajado en otras cosas, sin embargo, me tira la feria, y eso que se pasan mil calamidades. También aprendes a sacarte las castañas del fuego, espabilas mucho.
– Tantas horas en la feria, con sus sonidos, luces... ¿Repercuten luego en la vida real?
– Yo he llegado a ver a mi hijo ganar una carrera de atletismo y, sin querer, me ha salido lo del campeón de la competición, ja, ja, ja.
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