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«Muchos enfermos mentales malviven en pensiones o de la beneficencia»

Los psiquiatras recuerdan que en Asturias solo hay una unidad residencial para trastornos graves. Está en Meres, Siero, y tiene apenas 26 plazas

Laura Fonseca

Miércoles, 17 de diciembre 2014, 00:31

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«Muchos enfermos mentales graves malviven en pensiones o ayudados por la beneficencia». Es el perfil que dibuja la presidenta de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría, Pilar Saiz, de un determinado grupo de pacientes que tras el cierre del viejo Hospital Psiquiátrico de La Cadellada «quedaron descolgados. Muchos acabaron en la indigencia y otros en programas como Calor y Café o de Cáritas». El debate sobre qué abordaje dar a estos enfermos crónicos, que sufren trastornos graves como esquizofrenia o bipolaridad, y que tienen serias dificultades para vivir en familia o compartir piso e, incluso, seguir los tratamientos, se ha reabierto en Asturias a raíz de la pretensión del Principado de crear tres mini residencias psiquiátricas en Gijón, Oviedo y Avilés.

Tal y como adelantó EL COMERCIO, las consejerías de Sanidad y Servicios Sociales proponen habilitar tres psiquiátricos de 30 plazas cada uno para dar atención residencial a enfermos mentales graves menores de 50 años. En el ámbito profesional, algunos ven en esta propuesta una suerte de «rectificación» a la polémica reforma psiquiátrica que en la década de los noventa, y liderada por el entonces gobierno socialista, finalizó con la desaparición física y hasta filosófica del manicomio de La Cadellada.

Las reacciones a este documento, cuyo esbozo ya ha sido presentado al comité de empresa de Salud Mental del Área IV (Oviedo), se siguen sucediendo. El pasado lunes, los grupos de la oposición, a excepción del PP, rechazaron la medida al considerar que suponía un «retroceso» y una vuelta al modelo manicomial de antaño. Entre los psiquiatras, las opiniones están divididas. Pilar Saiz, profesora titular del Área de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, considera positivo que «finalmente se hayan dado cuenta de que hay enfermos mentales que requieren de este tipo de prestación». En Asturias, solo la unidad residencial de Meres, en Siero, ofrece la posibilidad de estancias prolongadas, incluso de años. El problema es que «solo existen 26 plazas, una cifra claramente insuficiente para toda la región».

Las comunidades terapéuticas son otra de las alternativas de tratamiento psiquiátrico, rehabilitación y alojamiento, pero están pensadas para ingresos como máximo de un año. Las hay en Oviedo, Gijón, Avilés, Arriondas y Luarca, y suelen estar saturadas. Así lo detalló el presidente de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental en Asturias (Afesa). Daniel Rodríguez afirmó que las familias se ven desbordadas y que conseguir una plaza residencial para pacientes con trastornos mentales graves es ciertamente dificultoso. Muchos acaban en geriátricos del ERA. Incluso, pese a tratarse de personas jóvenes.

Por su parte, la presidenta de la Asociación de Usuarios de la Sanidad Pública y Privada, Asencro, cree que el Principado busca «desandar lo andado y eso está muy bien. Cerrar el viejo psiquiátrico de la forma en la que lo hicieron fue una aberración, ya que dejaron a muchos enfermos mentales graves en la calle, viviendo como indigentes. Siempre dijimos que era ridículo porque, vale, quitas La Cadellada y acabas con el manicomio que es un planteamiento muy progre, pero ¿qué alternativa planteas? ¿Ninguna? No puedes cerrar un dispositivo y cargar el peso y la responsabilidad del cuidado de estos enfermos sobre las familias, que es lo que hicieron todos estos años».

Pobres, sin trabajo y sin piso

Varios profesionales de la psiquiatría en activo consultados por este periódico señalaron que la atención a los enfermos mentales graves presenta muchas grietas que el Principado se ha negado históricamente a abordar. El alojamiento es una de ellas. Muchos de estos pacientes comienzan a ser tratados de jóvenes. Al llegar a la edad adulta, y tras perder a sus padres, la gran mayoría se queda sin contención familiar. No pueden trabajar porque carecen de habilidades para ello o porque su patología se lo impide. Cobran una pensión no contributiva que resulta insuficiente para poder vivir de forma independiente. Al final «se convierte en personas pobres, sin vivienda y sin trabajo».

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