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Las claves del día: el «silencio» de Sánchez

Que no sea una moda

Gracias esfuerzo y trabajo diario de asociaciones como Accem, sin reparar en razas, religiones ni presiones, encuentran los extranjeros vulnerables la sensibilidad que a todos nos gustaría hallar en un país que no es el nuestro

LETICIA ÁLVAREZ

Martes, 21 de febrero 2017, 03:50

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Hace unas semanas escuché un debate lingüístico sobre el tratamiento de la cuestión de los refugiados. Se debatía si es conveniente hablar de 'crisis de los refugiados' o no para justificar si realmente en crisis se encuentran las personas que escapan de sus países en busca de refugio. En el fondo, se trataba de sonrojar a Europa para echarle en cara que son los valores más profundos del pueblo europeo los que se encuentran en estado crítico, mientras que los refugiados lo que sufren, lo que atraviesan en su huida arriesgando sus vidas es sencillamente un 'drama'.

El dilema sobre el certero nombre de las cosas no es baladí. Si la burocracia europea no es capaz de activar mecanismos para cumplir sus compromisos -lo que se traduce en que solo ha dado cobijo a 11.996 personas de las 98.255 prometidas-, no cabe duda de que algo falla. Estamos ante el tambaleo del gusto por la diversidad, principio que inspira la Unión Europea. Una variedad genética y cultural que es también la lección aprendida de un pueblo que fue y sigue siendo emigrante.

Que quienes huyen de sus países en guerra o por hambre, que quienes escapan del miedo a fenómenos como el Daesh protagonizan un drama, es también indudable. Por eso, mientras los debates no dan soluciones, mientras miramos a EE UU y nos rasgamos las vestiduras por el anunciado muro con México o el veto de Trump a determinados países de mayoría musulmana, crecen en méritos organizaciones como Accem, dedicadas a acoger, atender, formar y reinsertar en la sociedad a los migrantes que llegan a nuestras ciudades. Y es su altruismo el que debería sonrojar a todos, porque gracias a su esfuerzo y trabajo diario, sin reparar en razas, religiones ni presiones, encuentran los extranjeros vulnerables la sensibilidad que a todos nos gustaría hallar en un país que no es el nuestro. En suma, porque trabajan para que la crisis o el drama sobre el que tanto discutimos no se quede, eso sí que no, en una moda.

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