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Jóvenes esperando en la carretera tras el desalojo del tren.
El caos del tren del Xiringüelu: "Nos costaba mucho respirar, algunos sufrieron ataques de ansiedad y lloraban"

El caos del tren del Xiringüelu: "Nos costaba mucho respirar, algunos sufrieron ataques de ansiedad y lloraban"

Quinientas personas viajaban en un convoy en el que se vivieron momentos de angustia después de que un pasajero activara el freno de emergencia

Cristina Del Río

Lunes, 11 de agosto 2014, 14:43

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"Nos costaba mucho respirar. Algunas chicas comenzaron a sufrir ataques de ansiedad. Dos o tres que yo tenía al lado, alguna que incluso debía ser menor de edad, rompieron a llorar. La gente comenzó a intentar forzar las puertas para que entrara aire". El gijonés Manu Plaza era uno de los ocupantes del tren de Feve que quedó detenido en el regreso del Xiringüelu de Pravia. A las nueve de la noche, miles de personas volvían a su casa después de una intensa jornada de fiesta en el prau Salcéu. Una jornada de alcohol y diversión en una de las grandes romerías de Asturias. Y entre los que regresaban, los pasajeros del convoy que salió de la estación de Pravia a las 21.30. En la quinta quinta parada, el convoy se detuvo en seco. El revisor pasó por los vagones y explicó que alguien había tirado de la palanca de emergencia. "Hasta ahí todo correcto", reconoce Manu. Nadie les explicó si se había tratado de una broma de mal gusto o, si como teme este joven, "quizás fue alguien que se sintió demasiado agobiado por el calor. No me extrañaría porque yo nunca había visto un tren tan lleno".

Unas 500 personas viajaban en el convoy de de vía estrecha de Renfe que anoche quedó detenido en las proximidades del apeadero de San Martín del Monte, en Castrillón. Según la Guardia Civil, alguno de los usuarios activó en varias ocasiones el freno de emergencia. La máquina que arrastraba el convoy no podía reanudar la marcha porque, tras haberse activado en varias ocasiones el freno de emergencia, el tren había quedado bloqueado.

Pero el tiempo pasaba y los pasajeros comenzaron a agobiarse. "El problema se planteó cuando estuvimos hora y pico encerrados en un tren saturadísimo, del que no nos dejaban ni abrir las puertas. Costaba respirar, algunas chicas sollozaban y el nerviosismo se contagió. La gente comenzó a intentar forzar las puertas para que entrara aire", explica Manu. Al mismo tiempo, el personal del tren se veía incapaz de afrontar la tensión que se había generado. A las once de la noche, un portavoz de la compañía reconocía a ELCOMERCIO que habían llamado a la Guardia Civil "porque en uno de los trenes del Xiringüelu se está produciendo un problema de orden público muy grave". Su personal estaba sufriendo insultos y la situación parecía fuera de control. También fue alertado el servicio de emergencias, que envió efectivos a la zona.

Mientras tanto, la angustia en el interior de los vagones se había hecho insoportable para muchos. "Algunos sufrieron auténticos ataques de histeria, había gente vomitando dentro de nuestro vagón", comentaban dos jóvenes momentos después de abandonar el tren.

Finalmente, los jóvenes lograron salir. "Algunos habían tratado de abrir las puertas a patadas pero yo, con otros dos chavales, empezamos a tirar de una especie de manilla. No sé si por casualidad o por la fuerza, la puerta se abrió y empezamos a asomarnos para respirar", cuenta Manu.

Ya fuera del tren, algunos tuvieron que ser atendidos víctimas de los ataques de ansiedad. Una joven fue trasladada al Hospital de San Agustín, en Avilés. Pese al caos, no hubo heridos. "Los sanitarios y la Guardia Civil llegaron a la hora y media.  Nos encontraron en un estación en medio de la nada hasta la que habíamos bajado caminado", añade este gijonés. Más de dos horas después de que el tren se detuviera, los jóvenes buscaban la forma de volver a su casa. Algunos esperaban un transporte público alternativo, otros llamaron a sus familias para que fueran a recogerlos. La Guardia Civil tuvo que acudir también al apeadero de Soto del Barco para controlar a las cerca de doscientas personas que se habían congregado mientras esperaban la parada del tren con destino a Gijón. "La solución de Feve fue traer otro tren y meternos a todos mientras la Guardia Civil controlaba el acceso. De nuevo, volvimos a estar como sardinas en lata", explican los afectados. Algunos volvieron en autobús. "Pero los primeros autobuses cobraron a la gente y quienes volvían en el tren de las 22.10 (posterior al que estaba detenido) no recibieron ningún tipo de información, ni de la Guardia Civil ni de la compañía ferroviaria" sobre el retraso, se queja Pablo Pañeda. Ante esta situación, algunos de los viajeros han anunciado su intención de presentar reclamaciones. "Estaba previsto que el tren llegara a las once y llegamos a Gijón a las dos de la mañana". Así concluyó la odisea de Manu Plaza para regresar de una fiesta a la que acudía por primera vez. "Si regreso miraré el autobús o a pata", ironiza.

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