«En La Camocha hay carbón para más de 300 años»
Extrabajador de la explotación, salvó el archivo de la empresa, que ahora se puede ver en el Museo del Ferrocarril
MARCO MENÉNDEZ
Lunes, 1 de diciembre 2014, 00:56
'Mina La Camocha. Historia de una mina' es el título de una documentadísima historia de la explotación minera elaborada por el geólogo y extrabajador de la empresa José Luis Areces. En sus 555 páginas, el autor recorre la vida en la mina gijonesa desde 1890. La idea le surgió porque «desde que llegué a La Camocha me vi muy involucrado con la gente de la mina, y también porque me gusta todo lo que tiene que ver con la conservación del patrimonio industrial».
Para realizar este trabajo contó no sólo con el archivo de la empresa, que con la ayuda del director del Museo del Ferrocarril, Javier Fernández, logró salvar de ser quemado, sino que obtuvo fotografías de compañeros, entrevistas con trabajadores y muchas horas de estudio en distintos centros de documentación. Por supuesto, el archivo de la mina también, que ahora se puede ver en el Museo del Ferrocarril.
El resultado de cinco años de trabajo es un volumen que cuenta con más de 800 fotografías y está dirigido «al minero. Mi intención es que lo entienda cualquier persona, aunque el libro tiene un enfoque histórico y técnico», apunta. Por supuesto, la geología, su especialidad, tiene gran importancia y Areces apunta que «en La Camocha aún hay carbón para explotar durante más de 300 años. Es una aberración haber cerrado el mejor yacimiento de Asturias, pues ningún pozo de Hunosa llega al 20% de la calidad ni de la cantidad del de La Camocha».
En la publicación -será presentada a las siete de esta tarde en el Centro de Cultura Antiguo Instituto-, se puede ver cómo fue «la locura de los hermanos Felgueroso de investigar donde no se imaginaba nadie que pudiera haber carbón, y cómo lo descubrieron. Los primeros pozos que fracasaron, cuándo empezó a funcionar el primero, en 1929; la venta de la mina, las distintas huelgas, la mecanización, hasta el cierre definitivo de la mina», indica el autor.
Una cosa curiosa que podrá comprobar el lector es que se encontrará con todos los accidentes habidos en la explotación. Fueron más de 30.000, en los que se registraron 84 fallecidos, un número considerado «normal» por José Luis Areces. Desmenuza cómo sucedieron todos los accidentes mortales, a partir de los informes de investigación de la Jefatura de Minas, pero en su análisis de los datos pudo comprobar que «el lugar donde hubo más accidentes no fue en el taller, donde se pica el carbón, sino en la galería. En cuanto a los trabajadores más accidentados, sí que fueron los picadores».
Para las estadísticas de este impresionante trabajo queda que el primer muerto tuvo lugar en 1935, mientras que 1954 fue el año más aciago, con seis fallecidos, cinco en un solo accidente, debido a una explosión de grisú.