Adiós a «un luchador entregado a los demás»
Cientos de compañeros llegados de diversos puntos de España integraron la comitiva fúnebre
JOSÉ CEZÓN / MARTA IZQUIERDO
Domingo, 10 de abril 2016, 01:55
«Perdió la vida en un trabajo límite». Son palabras del bombero de León, José Galván. «El jueves le tocó a Eloy. Mañana le puede tocar a cualquiera de nosotros», le secundó Juan Carlos Prieto, un compañero de Valladolid. Porque, ayer, todos los bomberos fueron Eloy. Eloy Palacio Alonso, de 55 años, que falleció el jueves en acto de servicio, cuando trataba de extinguir las llamas que devoraron el edificio de Uría, 58. A su funeral no quisieron faltar ayer sus compañeros, no solo de Asturias, sino también de Bilbao, Valladolid, León, Ponferrada, Salamanca, Zamora u Orense. Casi 200 efectivos integraron la comitiva fúnebre organizada por sus compañeros del Servicio de Extinción de Incendios de Oviedo y de Bomberos de Asturias. Habían quedado a las 11.30 en la losa, donde más de 30 camiones y furgonetas de cuerpos de bomberos hicieron sonar sus sirenas en señal de duelo antes de desplazarse a Siero. Un compañero emitió las instrucciones: «Vamos juntitos y despacito durante quince minutos por Oviedo, sin respetar las señales semafóricas. Luego tomamos la A-66, hacia Siero, compañeros». Así demostraron su luto, su lamento que los los viandantes ovetenses acompañaron entre aplausos para despedir a un servidor público.
La iglesia parroquial de San Pedro Apóstol vivió uno de los funerales más sobrecogedores celebrados en la villa polesa. Fue una mañana cargada de emociones en la que los compañeros de Eloy consolaron a su viuda, Marta Manzano, y a sus dos hijos, David y Luis. Previamente, el cortejo fúnebre realizó el recorrido desde el tanatorio, arropado en todo momento por dos filas de compañeros uniformados de diferentes parques. En la plaza de la iglesia, repleta de gente desde casi una hora antes del funeral, les esperaban también varias decenas de bomberos en formación. Los restos mortales fueron introducidos en el templo a manos de sus compañeros del Parque de Oviedo mientras se escuchaba un aplauso prolongado de todos los presentes, al igual que a la salida del féretro.
Una de las escenas más impactantes fue contemplar al hijo menor del fallecido, Luis, de 13 años, abrazado al casco de su padre y haciendo gala de una enorme entereza durante toda la jornada, incluso cuando acudían a darle el pésame, totalmente destrozados, los compañeros del progenitor.
Hasta La Pola se desplazaron ayer bomberos de todos los parques de Asturias, además de profesionales de Madrid, Vigo, Valladolid, Salamanca, Cantabria, Ourense o León. También estuvieron presentes el delegado del Gobierno en Asturias, Gabino de Lorenzo; el consejero de Presidencia, Guillermo Martínez; el alcalde de Siero, Ángel García; el alcalde de Oviedo, Wenceslao López, y varios concejales de ambas corporaciones, además de varios diputados regionales como Emilio León o Marta Pulgar. Tampoco faltaron los principales mandos del Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil; de la Policía Local de Siero y Oviedo y representantes del Ejército.
El párroco de San Pedro de Pola de Siero, Sergio Martínez, comentó durante la homilía que el hecho de que Eloy Palacio «haya fallecido para salvar las vidas de los demás, hace que la población se sienta más consternada». Y añadió que la profesión de bombero «es un trabajo que no valoramos suficientemente en nuestra sociedad» cuando son profesionales que arriesgan su vida «para tener una sociedad más justa y un mundo mejor».
Seguidamente, pasó a leer unas palabras de aliento escritas por el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, quien comentaba que el día anterior se había encontrado a la salida del Centro Médico con el jefe de Bomberos de Oviedo, José Manuel Torres, a quien le había dado un abrazo pidiéndole que lo hiciera extensivo al resto de compañeros del cuerpo y a la esposa e hijos del finado.
Para el arzobispo, este tipo de sucesos «hacen que todo pase a un segundo plano quedando a flor de piel la gran pregunta por la vida, mientras que desde la muerte nos descubrimos más pobres que nunca, mendigos de una respuesta de esperanza». En esa situación de desconsuelo, añadía, «solo nos queda que hable el corazón su murmullo de plegaria». Del fallecido comentó que «no tuvo horarios ni descansos cuando se le requirió para un último servicio de entrega a los demás». Tras esas palabras del arzobispo, el párroco animó a los presentes «a quedarse con todo lo que Eloy nos dejó», a quien calificó como «un luchador entregado a los demás, que se desvivió por los suyos y sus amigos».