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Aarón Zapico estará el domingo actuando en el Niemeyer.
«El ritmo de la música barroca es tan natural como el latido del corazón»

«El ritmo de la música barroca es tan natural como el latido del corazón»

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Alberto piquero

Viernes, 12 de mayo 2017, 04:26

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Viene Aarón Zapico (Langreo, 1978) de dirigir esta misma semana en el Auditorio Nacional a una orquesta de treinta músicos y este próximo domingo estará en La Cúpula del Centro Niemeyer, junto a Alejandro Villar (flauta de pico), haciendo sonar su clavecín con un repertorio barroco del que es auténtico especialista. Fundador de Forma Antiqva, que ha adquirido prestigio internacional sobresaliente, mantiene la humildad que caracteriza a los grandes.

¿Va adquiriendo mayor propagación la música barroca entre el público?

Creo que podría programarse con mayor generosidad, se tiende a programaciones muy conservadoras en música clásica. Se tiene miedo de que el público no la entienda, pero es una idea falsa. Además, tampoco es malo ir sensibilizando a la gente y trabajar a largo plazo.

En Forma Antiqva suelen decir que la música barroca es muy actual...

Es de fácil asimilación y sus códigos están muy cercanos a nosotros, tanto por su estructura como por su instrumentación. De otro lado, acostumbran a ser piezas de corta duración, algo fundamental para la gente joven. El ritmo de la música barroca es tan natural como el latido del corazón.

En 2012 editaron una versión de las Cuatro Estaciones, de Vivaldi, que se ha convertido en una referencia fundamental para la crítica especializada europea. ¿Qué descubrieron de nuevo en una composición tan legendaria?

Quizá el éxito se deba a que no subrayamos el papel del solista sobre la orquesta, intentando colorearlo de la mejor manera posible. Hay otras versiones excelentísimas, pero que destacan más al solista.

Usted ha dado clases magistrales en Melbourne, en Singapur, en Costa Rica... Y sus conciertos también se reparten por la rosa de los vientos. A veces, ¿le ocurre que no sabe dónde está?

(Risas). A veces no sé la hora que es, ni dónde estoy, ni hacia qué lugar queda el baño de la habitación del hotel... Sí, se pierde la brújula.

Sin embargo, la encuentra para regresar siempre a Sama de Langreo. ¿Nunca pensó en cambiar su residencia por motivos profesionales?

Nunca. Antes de tener familia, me sentía cómodo, y ahora todavía más. Un día se perdió mi hija pequeña a la salida del colegio, y no quiero pensar si hubiera ocurrido en Madrid o en Barcelona. Me gusta la proximidad a los vecinos. Lo que me satisface menos es que los gobernantes municipales no aprovechen los talentos que hay por aquí.

Ya que menciona a los políticos, háblenos de cómo están las cosas en su dificultosa relación con la Consejería de Cultura. ¿Habrá algún acuerdo para que pueda conciliarse la dedicación a la docencia en los conservatorios y la actividad concertística de los profesores?

La polémica tiene tres cabezas. En principio, la culpa de la Consejería de Cultura, que debe asumir sus responsabilidades. También hay una parte de culpa de las juntas directivas de los conservatorios, que no han reaccionado ante la pérdida paulatina de nuestros derechos. Y está el propio desacuerdo que existe entre nosotros, un sector imposible de movilizar en el que cada cual hace la guerra por su cuenta.

Déjeme que haga de abogado del diablo. Si usted mismo fuera convocado gran parte del año para dirigir o interpretar conciertos, ¿no interfiriría en su función académica?

Eso puede suceder este próximo curso, pues he de preparar una ópera para el Teatro Real. No reivindico solo por mí. Y sé que hay unos marcos legales. Pero la ley es interpretable y aquí se hace de una manera abrasiva. Con voluntad, es posible encontrar fórmulas. Sin embargo, ni siquiera hay diálogo.

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