Cruz Roja de Asturias, la historia
El flamante Premio Príncipe de Cooperación llegó a la región en 1874 con la tercera guerra carlistaAl principio su actividad se centraba en el área sanitaria, pero con la guerra civil fueron hasta mensajeros
PACHÉ MERAYO
Domingo, 17 de junio 2012, 18:58
Hoy son millones sus colaboradores, miles sus proyectos y 149 años los que tienen a sus espaldas en el mundo, donde todo nacía ante una fatídica secuencia de sangre y sufrimiento contemplada en 1859 por Henry Dunant. Un buen hombre de Ginebra que viajando por Italia, llegaba a Solferino en el momento en que austríacos, franceses y piamonteses acababan de librar batalla. Aquella imagen del campo sembrado de heridos, a los que trató de ayudar pidiendo colaboración civil, se convirtió en el germen de la institución que nacería cuatro años después. En 1863, él mismo y otros cuatro hombres fundaron el Comité Internacional de Cruz Roja que inmediatamente convocó una conferencia internacional. Se celebró en Ginebra con representantes de 16 países, donde se sentaron las bases. La primera piedra en España se puso un año más tarde. Asturias hubo de esperar diez más. Este miércoles, 138 años después, lograban el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.
Aquí todo empezaba un otoño de 1874, en plena guerra carlista (la tercera). No en vano, fueron las consecuencias de esa contienda el primer escenario de sus desvelos. Nacía la Cruz Roja en Gijón, como relatan en su libro 'Historia de la Cruz Roja en Asturias' Manuel Ignacio Viejo y Rubén Vega García, «gracias al impulso inicial de un reducido grupo compuesto por personas relacionadas en su mayoría con la medicina y las leyes, políticamente muy plural». Su primer responsable fue el abogado Miguel de Vereterra y Carreño, diputado provincial a Cortes y gobernador civil y las primeras subcomisiones se crearon en Gijón, Pola de Laviana y Sotrondio.
Constituida la organización es la historia misma de aquel final de siglo la que va dibujando las causas. Primero fueron los cientos de heridos de la guerra que se desarrolló en España de 1872 y 1876 entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid -pretendiente carlista con el nombre de Carlos VII-, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República, y de Alfonso XII. Entonces los voluntarios debían contar con el apoyo de pequeños hospitales improvisados en Oviedo y Gijón. Luego serían «las acciones organizadas entre 1895 y 1898 con motivo de la Guerra de Cuba». Aquí intervenían a través de la recaudación de fondos destinados a cubrir las necesidades de las tropas de Cuba. Ya era en aquellos últimos años del siglo XIX evidente la vocación de Cruz Roja. Ayudar sin fronteras, ni literales, ni morales, ni metafóricas.
«Son nuestros hermanos los que imploran nuestros auxilios y todo el que siente como propias las desgracias del prójimo, debe procurar mitigarlas en lo que de él dependa; pero la caridad individual buena y bastante cuando de remediar necesidades ordinarias se trata, no es suficiente cuando como hoy la desgracia es nacional y a todos más o menos alcanza». Así solicitaba ayuda la nueva organización en el primer primer documento hecho público en 1874 por la Comisión Provincial.
Al principio su actividad era, sobre todo, sanitaria. Pero con el tiempo no hubo frente solidario en el que no militaran. Por ejemplo las fuertes inundaciones que padeció Gijón a principios de la nueva centuria (XX). Cuentan las crónicas que este hecho histórico «supuso una nueva prueba para la institución que desde el primer momento movilizó todos su medios parea ayudar a los damnificados». Así lo relata EL COMERCIO el 25 de noviembre de 1905.
Cuatro años después de aquella plana, lo que destacaban los periódicos era la generosa recaudación de fondos para ayudar a las víctimas del conflicto armado del norte de África (1909), y la intervenciones, «con todos los medios institucionales disponibles para atender a las necesidades» que se derivaron de la huelga de 1917, de la revolución de 1934 y por supuesto de la guerra civil. Es, precisamente durante la contienda fratricida cuando Cruz Roja despliega todas sus herramientas humanas. Las acciones fueron innumerables, pero también las gestiones. Los voluntarios de Cruz Roja no solo atienden a heridos, prestan servicio de ambulancia, trasladan cadáveres y practican primeros auxilios, también visitan a los que no tienen familia y canalizan ayuda humanitaria procedente de otros países. Además hacen realidad el intercambio y liberación de cautivos y establecen un servicio de mensajes civiles, gracias al que los parientes podían contactar.
«Al igual que en el resto del territorio nacional, en Asturias, la institución se esfuerza en dar respuesta a las necesidades más básicas que la población demandaba, especialmente, de carácter sanitario», advierten los autores de 'Historia de la Cruz Roja de Asturias'. Tal es así que la puesta en marcha de pequeños dispensarios de socorro, «que contaban con el apoyo desinteresado de algunos médicos y enfermeras» representó un paso importante para la institución, permitiéndola prestar «un apoyo muy activo en incendios, inundaciones, accidentes ferroviarios o laborales».
Llega un momento en que la figura del camillero de Cruz Roja es tan usual en nuestra región, que forma parte del imaginario colectivo. Un paso imprescindible de Cruz Roja Asturias, que hoy cuenta con 6.000 voluntarios, 24.000 socios y 22 asambleas o sedes, fue la apertura del primer hospitalillo. Se levantó en Gijón, en el Cerro, en 1911. Atendía fundamentalmente a los enfermos de la epidemia de tifus (1911 y 1912).
En 1915, la institución abre también en Oviedo otro centro hospitalario. Las consultas eran gratuitas para los pobres y costaban una peseta a quienes sí llevaban cartera. «En 1916 con motivo de una epidemia de viruela prestó más de 3.600 consultas».
Para entonces ya tienen asambleas también en Noreña, Pravia, Muros del Nalón y Mieres. Esta última alcanzó rápidamente un extraordinario desarrolló extendiendo su actividad a otras localidades del concejo, como Ujo -que logra en el año 1920 adquirir suficiente entidad para 'independizarse'- y Ablaña y Valdecuna.
Grado se constituirá en 1915, mientras que las de Turón, Moreda, Caborana y Santa Ana lo harán en los años 1925, 1926 y 1927, proceso que se culmina en el año 1928 con la incorporación de Pola de Lena, San Martín del Rey Aurelio y Avilés.
Gijón abre otro centro sanitario en el 39, recién terminada la guerra civil. La actividad en el frente de batalla se da por terminada y Cruz Roja centra su vocación en la red hospitalaria. En 1949 abre centros en Oviedo y Mieres y en 1962, en Avilés. En un principio todos ellos se convierten en «un apoyo fundamental para la población más desfavorecida que no disponía de ninguna asistencia».
Sin epidemias, ni guerras Cruz Roja Asturias sigue su camino en sus centros sanitarios. Pero mantiene su mirada en el mundo. Hoy envía fuera de España un 5% de sus recaudaciones solidarias. Es tiempo también de desarrollar su propia organización y en la década de los 70 se abren las sedes de Llanes, Ribadedeva, Pola de Laviana, Cangas del Nancea, Cudillero, Luarca y Pola de Siero. También en estos años comienzan a impartirse cursos de primeros auxilios, «lo que constituirá, a lo largo de las próximas décadas, una de las señas de mayor identidad de Cruz Roja».
Gran trascendencia tuvo también en los 70, la asignación por parte del Ejército, de un gran número de personal militar. En 1972 se constituirá la Cruz Roja del Mar «con el fin de velar por la seguridad de la vida humana en nuestras costas y playas». A partir de 1978 y especialmente de 1986, «dará un importante salto, convirtiéndose en una de las primeras instituciones humanitarias».
Hoy, Cruz Roja de Asturias, como Cruz Roja del mundo, lleva sobre sus espaldas no solo la satisfacción de la labor cumplida, sino también las marcas de la solidaridad reconocida con tres premios Nobel y ahora también con el Príncipe de Asturias.