«Uno de los nuestros»
La iglesia de Panes permaneció abarrotada de fieles durante la misa en recuerdo del cura Santiago Lorido
GUILLERMO F. BUERGO
Domingo, 2 de septiembre 2012, 13:18
Centenares de vecinos de Peñamellera abarrotaban en la mañana de ayer la iglesia parroquial de San Vicente Abad, en Panes, para asistir a la misa en homenaje, recuerdo y reconocimiento al sacerdote Santiago Lorido García, de 37 años, fallecido a causa de un infarto el pasado jueves en la capital peñamellerana. Lorido ejercía como diácono de las dos Peñamelleras desde diciembre de 2011, se había ordenado sacerdote el pasado 27 de mayo y estaba previsto que el 11 de septiembre se hiciera cargo de las parroquias de Grandas de Salime, Pesoz y los Oscos.
A la misa, oficiada por Pablo Luis Gato, párroco de las dos Peñamelleras, asistieron y concelebraron otros once sacerdotes: Adolfo Mariño Gutiérrez, Vicario del Oriente y párroco de San José de Gijón; Florentino Hoyos, de Llanes; Ignacio Pérez Perela, de Pendueles; José Ramón Fernández Abad, de Ribadesella; Manuel Viego Tomás, de San Vicente Paul de Gijón; Antonio Herrero, de Cabranes; Luis López Menéndez, del Espíritu Santo de Gijón; Francisco del Rey Menéndez, de Cristo Rey de Versalles-Avilés; Víctor Fernández Gaínza, de Nuestra Señora de las Mareas de Avilés; Vicente Bernardo, de El Carmen de Turón, y Alfonso Villabona, de Santa Marina de Mieres.
El Vicario del Oriente, que fue mentor del fallecido Santiago Lorido ya que había pasado tres años como seminarista en su parroquia gijonesa, recordó al cura fallecido como «sencillo en las formas, nada complicado, y con una gran cabeza». De su paso por la parroquia de San José manifestó que había dejado «un buen recuerdo y muchos amigos en el camino». Fue Adolfo Mariño el encargado de pronunciar la homilía y matizó que había recibido la noticia del fallecimiento de Lorido con ambivalencia: «Primero con rebeldía y más tarde con confianza en Dios». Y fueron muchos los vecinos de Panes que ayer quisieron hablar de su breve e intensa convivencia con Lorido, a quien calificaron como «un hombre agradable, simpático, majo, conversador, tranquilo y reposado». Y para valorar la huella dejada en la villa, hasta comentaron que se había ido «uno de los nuestros».