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Dionisio Urbina, cerca del Muro de Berlín, próximo al distrito de Friedrichshain donde vive con su novia alemana, Olivia. E. C.
Asturianos en la diáspora

«Los alemanes no son perfectos, pero sí eficientes»

Dionisio Urbina llegó a Berlín hace cinco años, tras diez fuera de Asturias, buscando mejores condiciones laborales como cocinero

Domingo, 2 de febrero 2025, 01:00

Las vueltas de la vida a veces siguen un destino circular. Dionisio Urbina (Ravensburg, 1968) nació en Alemania donde se habían establecido sus padres gijoneses. «No fueron los típicos emigrantes, tenían buenos empleos, pero 'picába-yos el niki' por recorrer mundo. Viví allí dieciocho meses y volvimos a Asturias».

Ahora, desde hace cinco años, este cocinero vocacional, que estudió Fotografía en la Escuela de Arte de Oviedo y trabajó como reportero gráfico, reside en Berlín, una ciudad que le fascinó con sus 30 lagos, sus parques y bosques «donde no entra más jardinero que la naturaleza», su diversidad de gentes o una oferta cultural y de ocio tan amplia como uno quiera gustar.

Tras montar un local de restauración y de ejercer su oficio en otros del Principado, decidió irse hace más de una década. «Me fui buscando mejores condiciones laborales porque la hostelería en Asturias eran jornadas de 10 o 12 horas, turno partido y un único descanso semanal», explica Urbina. Las encontró en diferentes lugares del país y en Ibiza, donde estuvo varios años. Una amiga le pasó el anuncio de una empresa alemana que precisaba cocinero español. Así acabó en un restaurante de Bergen (Baja Sajonia). «No cumplió mis expectativas, estuve dos meses y eché mano de contactos que tenía en Berlín. Aquí sí encontré lo que buscaba», revela.

Desde entonces ha pasado por los fogones de varios restaurantes españoles: «Hay muchísimos. A los berlineses el concepto de 'tapas' les vuelve locos». Y hace un año aceptó la oferta de un local alemán especializado en pescados en Grob Köris, a la orilla de un lago limítrofe con Brandemburgo. «Está a media hora en tren desde casa y es un ejemplo de las condiciones de aquí: cuatro días de trabajo, seguidos de tres de descanso. Se curra, pero se rige todo por la eficacia y al final se agradece. Los alemanes no son perfectos, pero sí eficientes», asegura.

En lo personal, aunque Berlín «es un país dentro de un país, una ciudad con gente de todas las culturas y nacionalidades», sus relaciones con los germanos no han sido muy estrechas hasta conocer a su actual pareja, que lo es, y con la que vive en el distrito de Friedrichshain, próximo al Muro. «Tienen otro tempo y otro sentido del humor, hay que tener algo de paciencia para conectar». Y en cuanto a si ha percibido algún sesgo de xenofobia en un país donde crecen los partidos de ese cariz, asegura que «personalmente no, siempre puedes encontrar algún gilipollas, pero eso es algo que se proyecta políticamente desde la extrema derecha, a nivel del día a día en la calle el ambiente es de total diversidad y la convivencia muy buena».

Entre los principales problemas, Urbina destaca el de la vivienda: «Es la mayor dificultad para quien quiera establecerse, hay pocas opciones e inasequibles. El primer año pasé por siete alojamientos, ahora estoy asentado con mi pareja en un apartamento». El segundo obstáculo: «La burocracia, terrible, recuerda a la del 'vuelva usted mañana'. Los trámites son complejos y si no los resuelves bien te expones a multas». Lo que más echa de menos es «el pescado fresco, fuera del bacalao y el salmón, todo es congelado o a precio de oro», y algo más de luz en invierno: «En Asturias hay una escala de grises en el cielo, aquí es una capa de hormigón y en esta época oscurece a las cuatro de la tarde». Aún así, lo tiene claro: «Mi sitio está aquí. A Asturias, que quiero con locura, solo volvería por fuerza mayor familiar y temporalmente. Mucho tendría que cambiar todo», zanja seguro.

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