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José María Loché Fernández-Ahúja (Gijón, 1996) es ingeniero de telecomunicaciones por la Universidad de Oviedo y antes de afincarse en Portugal, donde trabaja en la actualidad en diseño de circuitos microelectrónicos y algoritmos de 'machine learning', hizo estancias de investigación en Alemania y Países Bajos. Fue, además, en 2021, coautor junto con el catedrático Juan Luis Fernández Martínez de uno de los primeros artículos que estudiaron la correlación entre el clima y la propagación del coronavirus en Europa.
Un currículo viajero y brillante que le llevó a descubrir muy pronto que salir de casa abre la mente. «Una de las cosas que más aprendí fue a ser flexible y a tener paciencia, sobre todo cuando algunas situaciones no tienen una solución inmediata. Empezar desde cero en otro país te obliga a entender cómo funciona su sistema, su burocracia, sus reglas, lo que te permite comparar con lo que conocías y valorar tanto lo bueno como lo mejorable de ambos lados», explica.
La decisión de viajar a Portugal llegó nada más acabar de estudiar. Quería hacer investigación aplicada y dio con una vacante en el Laboratorio Internacional Ibérico de Nanotecnología (INL), que se halla en Braga, y en noviembre de 2021 se afincó allí. Hoy su misión diaria es otra: «Trabajo en la empresa americana Synopsys, dedicada al sector de la microelectrónica, en las oficinas de Oporto», cuenta.
Está contento de su experiencia portuguesa. Subraya que la amabilidad y ambiente colaborativo son la norma en su día a día: «La mayoría de los proyectos involucran a personas de diferentes equipos y, a menudo, países», cuenta. Sostiene que en Portugal hay más confianza en el empleado y revela que el paro es menor en el país vecino, un 6%, «por lo que las empresas tienden a cuidar más a los trabajadores.
Todo lo dicho, en el plano laboral. En el social, la vida es más tranquila que en España. «Una vez que tienes un grupo de amigos es muy parecido y siempre hay algún plan. En estos años he hecho amigos no sólo portugueses y españoles, sino también de otros países», cuenta. Habla de inviernos pasando las tardes con juegos de mesa, cine y bares, pero en los fines de semana, durante la semana, en casita. Nada de quedar a tomar una una caña al salir del trabajo. El verano es más relajado y feliz: «Hay muchas horas de sol para ir a pasar el día a la playa, salir a correr o jugar un partido de fútbol o voleibol. También es fácil ir a pasar un fin de semana a Galicia, a Lisboa o incluso al Algarve», cuenta.
La paz y la estabilidad del día a día es lo que más le gusta de un país con sus singularidades. «En general, los portugueses tienen mucho sentido común y saben muy bien diferenciar entre que cosas son más y menos importantes. Tienen mucho respeto a sus tradiciones y a la vez es un país abierto donde viven muchos extranjeros». Le falta el Cantábrico pero tiene el Atlántico y unas ciudades que miran a ese mar con jardines y zonas verdes muy cuidadas. La conclusión es clara: «Portugal es un país muy agradable para vivir»
Pero siempre está la añoranza de Asturias, siempre están esas diferencias en las maneras de ser y estar que se advierten a las claras. «En general, nosotros somos muy honestos y transparentes cuando hablamos. Aquí a veces les puede parecer 'demasiado' y a veces valoran más saber hablar y comunicarse con paciencia», dice advirtiendo esas diferencias de carácter que se trasladan también a otros hábitos vitales, «Como curiosidades, tienen menos cultura de caminar, y si pueden, suelen ir en coche», constata quien echa de menos a la familia, los amigos, la playa de San Lorenzo y precisamente caminar por la Senda del Cervigón rumbo a la Ñora.
Mira hacia Asturias con la distancia que le da vivir en un país diferente advirtiendo que quizá no está todo tan bien como debería. «Tiene muchísimo potencial, pero a veces tengo la sensación de que nos enfocamos demasiado en el pasado, en lugar de mirar hacia el futuro. También pienso que deberíamos abrirnos más hacia el exterior y, sobre todo, dar más espacio y oportunidades a los jóvenes», anota.
No tiene Chema ningún plan de futuro, cuenta que si se dan las condiciones volverá a Asturias. Pero ahora mismo solo hay un objetivo subrayado en su agenda: «Seguir aprendiendo». Es joven pero ya sabe a ciencia cierta que mejor no hacer planes a largo plazo porque «la vida siempre sorprende».
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