El laboratorio recupera a Vicente Gotor
De sus dos mandatos se queda con el Campus de Excelencia Internacional, el «despegue» de la investigación y la internacionalización
LUCÍA RAMOS
Domingo, 3 de abril 2016, 01:10
Se irá como empezó: dando clase e investigando. Tras ocho años como rector de la Universidad de Oviedo y a tan solo uno de su jubilación, Vicente Gotor (Calatayud, 1947) retomará, «con muchas ganas», su labor en las aulas y en el laboratorio. Vestirá de nuevo la bata blanca para aportar su experiencia y dejar que sus compañeros de investigación le pongan al día mientras trabajan en los proyectos regionales, nacionales e internacionales que tienen en marcha en el laboratorio de Química Bioorgánica, y volverá también a llenar la pizarra de fórmulas mientras colabora con varios profesores del departamento impartiendo parte de los temas de sus asignaturas. «Podría haberme cogido un año sabático, pues al llevar dos mandatos seguidos está permitido, pero prefiero despedirme dando clase», señala este químico maño que hace casi cuarenta años quedó prendado de la 'tierrina'.
Su aterrizaje en la docencia no fue algo premeditado. Nunca formó parte de sus planes dedicar su vida a compartir con otros sus conocimientos, como sí lo hicieron las ciencias. Procedente de una familia en la que «no había ningún universitario ni, mucho menos, un catedrático», el joven Gotor tenía claro que quería estudiar Ciencias Químicas, pero por aquel entonces su mirada, más que en la universidad, se fijaba en la industria. «Como muchos de mis compañeros, pensaba incorporarme a una fábrica tras finalizar mis estudios, pero ya en cuarto curso de carrera comencé a cogerle el gusto a eso de la docencia», relata.
Un año después, mientras cursaba su quinto año de Ciencias Químicas en la Universidad de Zaragoza, decidió apuntarse para ayudar en clases prácticas de cursos inferiores. Se enamoró sin remedio de la enseñanza y no volvió a pensar en la industria. Una beca «crucial» del Ministerio de Educación le permitió quedarse en la universidad después de licenciarse y realizar su tesis. Cuatro años después, y tras doctorarse, decidió partir rumbo a Alemania, donde continuó formándose como becario Max-Planck-Gesselshalft en el Instituto Max-Planck de Mülheim durante dos años más. Allí terminó de engancharse a su otra pasión: la investigación.
En 1977 regresó a España y obtuvo una plaza en la Universidad de Oviedo, donde se quedaría ya para siempre a excepción de un año que pasó en Valladolid. En 1983 obtuvo una Cátedra en el departamento de Química Orgánica e Inorgánica y cuatro años después fue nombrado director de Área de Ordenación Académica. Entre 1996 y 2000 ocupó el cargo de vicerrector de Investigación y de 2003 hasta su elección como rector, en 2008, fue director del Departamento de Química Orgánica e Inorgánica de la Universidad de Oviedo.
Épocas de bonanza y crisis
El propio Gotor divide sus ocho años de mandato en dos partes: una primera de bonanza pese al acecho de la crisis y una segunda mucho más complicada. «En ese primer mandato conseguimos el Campus de Excelencia Internacional en la primera convocatoria. Fue un hito. Ahí hay un antes y un después, pues la universidad fue reconocida por la sociedad asturiana de una manera espectacular y eso motivó una mayor implicación de la empresa con nosotros», señala el rector, y recuerda que también durante esa etapa se llevó a cabo un reordenamiento del campus que posteriormente se pondría como ejemplo de buenas prácticas en toda España. «Fuimos pioneros y eso llamó la atención, en positivo, del Ministerio de Educación y del resto de universidades», destaca.
No olvida tampoco Gotor cómo en aquella época la universidad pudo convocar «más de cien plazas de catedráticos y otras tantas de titulares». Algo que no volvería a suceder después de que en 2012 la tasa de reposición se redujese a cero y se restringiese la convocatoria de nuevas plazas durante varios cursos.
En numerosas ocasiones a lo largo de su segundo mandato, para el que fue elegido con un número de votos histórico, el rector echó de menos «la bonanza» de sus primeros años al mando, pues a la tasa de reposición cero se unieron otras dificultades derivadas de la falta de dinero que obligó a la institución académica a 'ajustarse el cinturón' en varios aspectos. Fue también en esta última etapa cuando tuvieron lugar los que el químico califica como «los momentos más duros» de su carrera, cuando la reducción del presupuesto de la universidad y el cierre de una biblioteca en el campus de Gijón provocaron fuertes enfrentamientos con los estudiantes.
Con todo, Gotor subraya que el suyo fue un equipo de gobierno «nada sectario y que recibió a todo el mundo» y llama la atención también sobre la internacionalización de los estudios y, por tanto, de la universidad. Pone el acento además en el «despegue, tanto en calidad como en cantidad que experimentó la investigación, estando muy por encima de la media en las publicaciones de gran prestigio» y se congratula de haber «mantenido a todos los jóvenes de nuestra plantilla para que haya un relevo generacional, algo que otras universidades no pudieron permitirse». Se muestra encantado también con el hecho de poder volver a convocar, después de cuatro años de sequía, «más de treinta plazas de cátedra y más de treinta titularidades».
«La conciencia tranquila»
Por todo esto, asegura abandonar el cargo «con la conciencia muy tranquila. Tenía claro que ésta era la última etapa de mi vida académica y creo que mis años como docente e investigador combinados con la gestión me sirvieron para poder llevar sin ningún problema estos ocho años de mandato». Llegó, apunta, con la intención de «hacer política universitaria y no otro tipo de política» y considera haberlo logrado. «Para mí la universidad siempre fue un fin y no un medio para conseguir ninguna cosa. Soy universitario de los pies a la cabeza y la institución está por encima de cualquier cosa», asevera, y confía en que su sucesor se rija por los mismos principios.
«A los rectorables les pido que ahora en campaña no haya crispación y, sobre todo, que no prometan lo que no puedan cumplir», manifiesta e insta a quien sea elegido rector a fijarse en lo hecho hasta el momento. «Lo que esté bien, que lo deje, y lo que considere que está mal que lo quite, pero de una forma racional», pide, y pone como requisito indispensable para ser rector el «llegar con ideas nuevas que puedan mejorar la universidad. Espero que mire siempre por el bien de la institución y la mejore en todos los aspectos posibles aprovechando que llega una buena época gracias al acuerdo de financiación firmado con el presidente del Principado en febrero de 2015 que permitirá disponer de una nominativa holgada».
El rector saliente hace hincapié también en la importancia de seguir contando con personas jóvenes en la plantilla y pide a su sustituto que «intente propiciar que quienes están trabajando de ayudantes de doctores puedan hacer carrera universitaria para que se produzca el relevo generacional que la institución necesita». Señala que hay áreas que «están muy envejecidas» y que requieren savia nueva y anima además a seguir con la internacionalización de la universidad.
Mayo entre probetas
Gotor, quien se muestra entusiasmado con la idea de volver a pasar los días junto al grupo de investigación que él mismo creó en 1988, pone fecha a su regreso al laboratorio y a las aulas: será en mayo, cuando el nuevo rector tome posesión. Recuperará entonces aquellas discusiones científicas que tanto echó de menos durante estos últimos ocho años y tratará de poner su «granito de arena» para engrosar el currículum de los investigadores más jóvenes y servirse de su experiencia para lograr nuevos proyectos. «Lo voy a pasar bien. Siempre me consideré afortunado por elegir una profesión que me encanta», augura.
Reconoce que tendrá que dedicar unas jornadas a actualizarse, pues «en este tipo de disciplinas si pasan ocho años en los que no estás a 'full time' se pierden muchas cosas». Y eso que, continúa y lamenta como ya hizo en anteriores ocasiones, «mucho de lo que se había avanzado en materia de investigación se está perdiendo por la falta de inversión de los gobiernos, algo que supone un error gravísimo para el progreso de un país. Una universidad que no investiga, sobre todo si es pública, es una academia».
Rememora entonces cómo a él le llevó «un año» adaptarse en Alemania «mientras que hoy en día los jóvenes van a cualquier laboratorio del mundo y se adaptan en una semana. La investigación en España y la formación de nuestros doctores y doctorandos es mucho mejor que hace treinta años, es algo en lo que mejoramos muchísimo», recalca.
Pero no solo de trabajo vive el hombre, y Gotor tiene muy claro quiénes van a ser los grandes beneficiados de su retirada de la primera línea de mando: su mujer, Rosa, y sus nietos, Sara, de tres años, y Luis, que acaba de cumplir uno hace poco. «Tengo ganas de poder disfrutar de ellos un poco más», apunta, y se fija también nuevos objetivos de cara a esta nueva etapa de su vida: caminar más, leer más y disfrutar más del deporte. «Antes lo practicaba y durante muchos años jugué a fútbol, pero ahora me limito a verlo».
Se confiesa hombre de pocas aficiones pues, recalca, «la universidad es mi vida» y relata, entre risas, cómo en alguna ocasión terminó dirigiendo sus pasos en días festivos hacia la Facultad de Químicas por inercia. Eso sí, no piensa perdonar, como no lo hizo durante su periodo de rector, los vinos vespertinos que acostumbra a tomar cada día desde hace décadas con su «cuadrilla», a quienes 'culpa' de haberle ayudado a afrontar todos los cambios «con los pies en la tierra».