Desprendimiento en la AP-66

La clave ahora pasa por calcular cuánta ladera inestable sigue sin derrumbarse

La empresa ha ido acopiando refuerzos en la zona, contratando los servicios de camiones tipo dúmper articulado (también denominados «lagartos»), excavadoras, iluminación artificial y operarios. Han sido cortadas vallas y otros materiales que dificultaban los movimientos en la zona. El principal avance cosechado ayer fue terminar de despejar un camino de servicio en una parte del argayo, lo que facilitará el trasiego de maquinaria pesada.

Era un día clave. El propósito pasaba porque los especialistas en geotecnia del ministerio pudieran tomar mediciones del derrumbe. Estaba previsto volar un dron para detallar la topografía del desprendimiento, pero la espesura de la niebla y la lluvia impidió la operación. El pronóstico de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) para Asturias, con altas probabilidades de lluvia y nieve hoy y mañana, complican el avance en las tareas de análisis.

El plan de ataque está bocetado desde el primer día. Consiste en retirar el material de la calzada exterior y abrirla con un 'by-pass', «de forma que se pueda recuperar la circulación por una calzada con un carril para cada sentido», según recordó ayer el ministerio. Llegar a ese escenario exigirá «colocar provisionalmente unas pantallas de protección dinámicas que impidan que nuevos posibles desprendimientos puedan alcanzar el 'bypass' que se va a construir», agregan.

En una segunda etapa ya se abordaría la estabilización completa de la ladera y la retirada del material sobre la calzada contigua, que será el trabajo más largo. La primera impresión de los especialistas en geología y geotecnia es que «el deslizamiento tiene tal magnitud que llevará tiempo solucionar el problema», según transmite Transportes. Ahí reside una de las complejidades de toda la operación.

A falta de datos oficiales, los especialistas consultados estiman un argayo de cerca de 100 metros de anchura en su base, más de 40 de profundidad y otros 40 de altura. Eso suponen más de 50.000 metros cúbicos de material derrumbado a retirar, pero hay una incógnita a resolver: la situación de la cabecera del argayo.

Las imágenes aéreas que el domingo tomaron los Bomberos de Asturias muestran planos lisos y arcillas susceptibles de caer. La montaña se rompió aparentemente porque había fisuras por las que fue entrando el agua, desgastando el terreno y metiéndole presión. «Una columna de agua así, de 50 metros de altura, supone una presión de cinco kilos por cada centímetro cuadrado», explica José Antonio Sáenz de Santa María. La estación de la Aemet en Valgrande-Pajares recogió 3,5 litros de lluvia por metro cuadrado entre las 18.00 del sábado y las 6.00 y luego 8,1 más de ahí a las 12.00. La montaña rompió pasadas las diez y la sospecha es que alrededor de lo caído hay rocas y terreno que habrá que echar abajo también.

Calcular cuánto material inestable hay alrededor de la zona afectada por el argayo es la cuestión determinante ahora. Solo sabiendo eso se puede diseñar la obra en condiciones de seguridad. Retirar materiales en la base del desprendimiento entraña el riesgo de desestabilizar lo que hay por encima, de ahí que el sentido de la actuación vaya a ser trabajar en la cabecera para amarrar la ladera, y desde ahí, ir descendiendo.