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María Martín revisa la querella ante la mirada de Bárbara Román, Elena Ocejo y Rosa Cuervo, de Abogadas para la Igualdad. P. LORENZANA

«Esta tía está como una cabra. Está zumbada. O está mintiendo o delirando»

El psicólogo forense descalifica a una víctima de maltrato que acudió al juzgado a denunciar abusos sexuales a su hijo por parte de su expareja

CH. TUYA

GIJÓN.

Jueves, 30 de noviembre 2017, 01:17

«Es que no hacemos otra cosa que ver a estas mangancias». Habló menos de veinte minutos con ella, pero sirvieron para juzgarla y condenarla. «Abridle diligencias por falsa denuncia, ¡por Dios!», le pidió al juzgado. EL COMERCIO ha tenido acceso al detalle de una conversación entre el psicólogo del Instituto de Medicina Legal de Asturias contra el que han presentado una querella penal por delito de odio hacia las mujeres con un colega de profesión.

La charla se produjo después de que el denunciado recibiera a una víctima de maltrato que acudía a él enviada por el juzgado. Un parte médico y otro policial parecían avalar la tesis de la mujer, que su hijo había sufrido abusos sexuales por parte de su padre. «Me niego a hacer la valoración. Esta tía está como una cabra. Está zumbada. O está mintiendo o está delirando. Es espectacular. Quiero hablar con el juzgado, me niego a hacer la exploración al menor», clama.

Sin haber hablado con la presunta víctima de abusos, el psicólogo forense continua con su diatriba. «Me niego a grabarle. Es maltrato institucional. La madre está mintiendo y no quiero darle la satisfacción», argumenta para no hablar con el menor presuntamente víctima de abusos sexuales.

«Es el padre, lo de siempre»

En su convencimiento de que al menor no le ha ocurrido nada, avanza que si le realiza la exploración que le pide el juzgado «pueden pasar dos cosas: o no contarme nada, porque no le haya afectado la manipulación de la madre, o contármelo». En el caso de que se lo cuente, él ya tiene cerrado su informe «es el padre, lo de siempre. No hacemos otra cosa que ver a estas mangancias». La exploración al menor duró 20 minutos. El resto de la hora lo dejó pintar mientras él cantaba.

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