Luis Cazorla, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia
«La Constitución tiene límites insuperables, por mucho que se quieran interpretar las cosas»«Una de las lacras de este momento es la malísima técnica legislativa, que lleva a leyes incomprensibles que producen el efecto contrario al que se buscaba»
Atiende la llamada desde Cádiz, observando las mismas aguas «que seguramente antes habrán pasado por la playa de San Lorenzo». Luis María Cazorla Prieto (Larache, ... Marruecos español, 1950) es doctor en Derecho, catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Rey Juan Carlos, abogado del Estado, letrado de las Cortes Generales y, desde mayo, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. El lunes presentará en Gijón su último libro histórico, 'Tetuán y Larache 1936' y el martes pronunciará el discurso de apertura del curso de la Academia Asturiana de Jurisprudencia. Lo hará en Oviedo, donde hace 50 años comenzó su carrera como abogado del Estado.
–¿Cómo es volver al lugar de nacimiento a través de la novela?
–Este es el séptimo libro de mi serie de novelas en la que he ido desgranando momentos históricos. En este caso en concreto, el inicio del golpe del señor Franco, el esfuerzo por pasar las tropas a la Península, la necesidad de que le ayudara Hitler mandándole aviones... me parecía algo muy novelable que he contado a través de una familia ficticia que creé para esta serie. La anterior fue 'Melilla 1936', con el inicio del levantamiento de Franco.
–¿Seguirá la serie?
–Creo que sí, aunque estoy en etapa de lectura más que de escritura. Estoy 'empachado' de actos con motivo de la presidencia de la Real Academia, pero a poco que tenga tiempo, sí...
–Ha dicho en alguna ocasión que vivimos en una época de tergiversación ideologizada de la historia. ¿De ahí su interés en la novela histórica?
–Sí. Efectivamente, vivimos una época en la que los hechos se enjuician y se deforman desde el punto de vista de la ideología. A mí me interesó mucho novelar sobre hechos ciertos, con documentos ciertos.
–Menciona los actos que le ocupan estos meses. ¿Cómo está siendo casi el inicio de la presidencia de la Real Academia?
–Me sorprendió en mayo, cuando mi amigo Manuel Pizarro, que tuvo una brillantísima presidencia, por motivos personales lo dejó. El cargo conlleva también la presidencia del Instituto de España y ser miembro del Consejo de Estado, las cosas se han ido acumulando y tienes que atender cuestiones tan gustosas como ir a Oviedo y a Gijón e inaugurar el martes el curso de la Academia Asturiana. Es un honor.
–Defiende que la Real Academia debe trabajar con objetividad y pluralidad. ¿Son malos tiempos para hablar de la justicia y de esos adjetivos?
–Las Reales Academias no son foros políticos, sino de debate objetivo, con base científica, que debe conectar con los problemas reales, pero dando voz a muy distintas tendencias. Nunca debe transformarse en un foro político, lo tengo muy claro y trataré de impulsar ese planteamiento inicial.
–¿Se complica ese planteamiento en este momento de posturas polarizadas?
–Indudablemente, no es fácil mantener una posición de equilibrio. Pero estoy acostumbrado a estas cosas. Fui durante años secretario general del Congreso y tuve que navegar entre unos y otros...
–¿Están en riego el Estado y el Estado de Derecho?
–Una de las metas fundamentales de toda Real Academia, dentro de un Estado constitucional y de derecho es defender el Estado de Derecho, las reglas, los procedimientos, las instituciones... En el discurso que pronunciaré en la Academia Asturiana, como ya hice en el Consejo de Estado, diré como dije que tengo una cierta preocupación porque no está viviendo el Estado de Derecho sus mejores tiempos. Se ha acentuado en los últimos tiempos pero viene de lejos. Por eso, las Reales Academias deben defender las exigencias del Estado de Derecho.
–Dice que está preocupado.
–Sí. Lo dije en mi discurso: «Llego con una preocupación: el creciente desprecio al derecho que hay en ciertos sectores de la sociedad y del Estado, cuando el derecho es el cauce de todo logro social y político. Nada puede ser a las bravas, nada puede ser porque sí. Todo tiene un cauce por muy progresista o avanzado que sea, y ese cauce es el Derecho. Y eso significa el Estado de Derecho.
-¿Ese desprecio viene también de determinados sectores políticos?
-Sí, claro aunque no solo de ciertos sectores políticos. con carácter general, el respeto al derecho y sus exigencias formales y materiales no vive su mejor momento, pero no solo el Estado, sino la misma sociedad. Hoy predomina más las metas económicas, la búsqueda del fin por encima del camino... y el Estado de Derecho son procedimientos y cauces. Pero insisto: muchas de las causas de que la situación no sea tan buena como debería ser se acentúan hoy pero vienen de lejos.
-¿Y no hemos querido o no hemos sabido reconducirlas?
-Efectivamente. Ha habido ciertos momentos en los que se ha mirado para otro lado, se ha pensado 'las cosas no llegarán a ese extremo', 'siempre habrá un límite'... pero una de las características de la etapa que estamos viviendo es que donde creíamos que había un límite se sobrepasa y siempre hay un límite que supera el anterior.
-¿Tenemos margen para seguir saltándonos límites?
-Espero que no. La Constitución, por muy flexible que pueda entenderse y efectivamente es una Constitución muy principialista, muy de valores, que admite mucho juego político, pero hay límites insuperables por mucho que se quiera interpretar las cosas de otra manera.
-Pero parece que todo es interpretable, incluso la Constitución y algunas cuestiones que hasta ahora parecían inviolables.
-Se puede discutir sobre la Constitución, está bien y se puede defender la necesidad de reformarla, pero por los cauces y los procedimientos adecuados, que es lo que significa el Estado de Derecho. ¿Cómo no va a haber opiniones sobre materias que pueden ser cambiadas por una Constitución que tiene casi 50 años? Es legítimo y muchas veces razonable. Pero lo que no puede ser es a las bravas, por encima de todo.
-Una situación que, ha dicho usted, nos ha llevado a leyes incomprensibles.
-Me refería a otro aspecto del Estado de Derecho. Una de las lacras que tiene la sociedad actual es la malísima técnica legislativa, que lleva no solo a leyes incomprensibles, sino que muchas veces producen el efecto contrario del que se quiere, como la ley del 'sí es sí', por poner un ejemplo. Y eso es porque no se respeta la técnica jurídica, porque se quiere ir muy deprisa, porque prevalece el fin sobre todo, cuando hace falta un cauce, un camino para no cometer los errores que muchas veces se cometen y que acaban con leyes que persiguen un fin pero, como se hacen mal, llegan a un fin distinto.
-¿Por las prisas o por la falta de formación?
-Por las prisas y por la falta de formación. Como regla general... Yo comencé a preparar la oposición de letrado de las Cortes siendo letrado del Estado en Oviedo, fui el número 1 en junio del 77 y he asistido al enterramiento de la formación técnica. Hablo con carácter general y salvo excepciones. He visto el deterioro, el predominio de la formación estrictamente política, de la carrera estrictamente política de diputados y senadores, y la falta de formación técnica.
-¿Habría que revisar eso?
-Sí, creo que es importante que se atienda a que ciertos puestos, ciertas funciones parlamentarias... En el discurso del martes lo diré: «Creciente falta de preparación y especialización técnica de diputados y senadores».
-Pero para ser diputado o senador no se exige.
- No hay por qué. Es cierto que puede ser diputado una persona que no tenga una formación técnica, es un representante político, no tiene por qué ser doctor, ni ingeniero ni muchísimo menos. Pero para ciertos puestos muy concretitos sí hace falta saber un poquito de las leyes que vas a tratar. El político puede marcar la meta pero el derecho ayuda a construirlo jurídicamente en condiciones.
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