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Un empleado cierra el Dindurra, con Fernando Simón en la televisión.

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Un empleado cierra el Dindurra, con Fernando Simón en la televisión. JUAN CARLOS TUERO
Cierre de la hostelería y comercio a las 20 horas

«Perdemos el 60% de la recaudación»

Hostelería y comercio tratan de adaptarse a la norma que les obliga a cerrar a las 20 horas y de concienciar a sus clientes

MARCO MENÉNDEZ

GIJÓN.

Viernes, 15 de enero 2021, 02:27

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La resignación es el denominador común en el mundo de la hostelería y los comercios -especialmente los supermercados-, después del primer día de cierre obligatorio a las ocho de la tarde. Los profesionales tienen claro que «tenemos que adaptarnos», pero no todos los negocios son iguales y especialmente la hostelería, con la pérdida de las cenas, se siente especialmente perjudicada.

Alejandro Morán es el responsable de la sidrería Puente Romano y calcula que con este nuevo horario «perdemos el 60% de la recaudación». Ello se debe a que «la gente ya se había acostumbrado a adelantar las cenas, pero ahora las perdemos, al igual que a todos aquellos clientes que salían de trabajar hacia las ocho y venían a tomar algo». Este hostelero defiende que «no creo que abrir de ocho a once de la noche afecte mucho a los contagios y a nosotros nos da un beneficio muy grande. Vale más que nos cierren de forma definitiva con las ayudas correspondientes, porque esto es un cierre encubierto». En el Puente Romano solo las comidas de sábados y domingos funcionan bien, no así el resto de la semana. Por eso, «vamos a esperar una semana, pero como funcione como hoy, cerraremos tras las comidas».

Quien lo tiene más claro es Óscar Menéndez, propietario de El Retiro de La Guía, quien asegura que «cerraremos a las seis de la tarde, después de las comidas. No tiene sentido seguir hasta las ocho». En este restaurante llenaban el aforo permitido durante las cenas del fin de semana, algo que pierden ahora y supone que «nos quitan más de la mitad de la recaudación. Luego están las ayudas, si llegan, porque no sabemos si las vamos a recibir».

Al menos, este hostelero cuenta con el respaldo de su clientela. Explica que «es gente muy comprensiva» y agradece todas las mejoras que ha introducido en el local. Si en el Puente Romano han incorporado hasta un analizador de CO2, en El Retiro de La Guía disponen de «un nebulizador que ponemos todos los días y elimina virus y bacterias. Son inversiones muy importantes y por eso fastidia que nos vuelvan a recortar el horario», apunta Menéndez, que ve con incertidumbre qué ocurrirá los próximos días porque «esto aún está en pañales. Necesitamos una semana para ver cómo reacciona la gente. Esperamos que quienes no vengan a cenar lo hagan a comer, pero el aforo es el que hay».

«No lo entendemos»

De un aforo mucho más amplio y de terraza dispone el café Dindurra. Su encargado es Carlos Holguín, quien explica que «estos días nos veníamos adaptando a la situación. Con las nuevas restricciones se nota un bajón, pues nos afecta a meriendas, cenas, cafés especiales y copas de última hora. Pero lo tenemos que acatar y acostumbrarnos». Precisamente, el tramo de 18 a 21.30 horas era el que mejor funcionaba en el Dindurra y ahora pierde una hora y media que es vital para el negocio. «Intentamos concienciar a los clientes para que se adapten al horario», remarca Holguín, quien apunta que «somos uno de los sectores más vulnerables y no encontramos sentido a estas nuevas normas. No lo entendemos».

También tienen que adelantar su cierre los comercios. Los supermercados es la primera vez que se ven afectados. Carmen Martín es una de las responsables del supermercado Arco Plaza ubicado en la calle de Cabrales número 98. Ha notado que «la gente que venía a última hora, como a las 21.15 horas, está llegando poco antes de las ocho de la noche. Son clientes que venían después de trabajar. La gente lo está comprendiendo porque es algo a lo que nos tenemos que adaptar todos». Por contra, la plantilla no se ve muy afectada, ya que prolonga su jornada para «limpiar y desinfectar la tienda». Además, para su beneficio, mantienen el horario de apertura.

Hosteleros y comerciantes están pendientes de que sus clientes se puedan adaptar a las nuevas circunstancias, pero mucho más crítico es el sector de la hostelería y prevé que tendrá que soportar importantes pérdidas.

Reducir jornada y reparto a domicilio en Avilés

La hostelería está al borde de la desesperación y ya no sabe como salir del bucle de negatividad en el que lleva inmersa desde hace demasiados meses. Hace apenas dos semanas que el sector despidió uno de los años más duros que recuerda, pero la bienvenida que le ha dado el 2021 no está siendo mucho mejor. Ayer fue el primer día en el que los bares y restaurantes tuvieron que cerrar a las ocho de la tarde y para los hosteleros avilesinos se trata de una medida «crítica» que marcará el devenir de sus negocios durante los próximos meses.

«Esta decisión nos ha sentado como un jarro de agua fría porque las horas fuertes para el negocio son de ocho a diez de la noche, ahora no nos merece la pena abrir por la tarde y hemos tomado la decisión de marcharnos a casa a las cuatro, ¿para qué venir más tarde si no vamos a hacer caja?», se preguntaba ayer Ignacio Reinoso, encargado de la pizzería La Competencia.

Manuel Tejada recoge la terraza de La Cervecería, en la plaza de España, a las ocho de la tarde.
Manuel Tejada recoge la terraza de La Cervecería, en la plaza de España, a las ocho de la tarde. MARIETA

No es el único que ha optado por cerrar a primera hora de la tarde y resignarse a tratar compensar mediante el reparto de comida a domicilio por las noches. Es lo único que nos queda, pero eso supone empleados en ERTE, gastos en infraestructura y una facturación muchísimo más reducida», sostiene este hostelero avilesino.

Las sidrerías y los chigres también se han llevado un palo con esta nueva restricción horaria. Un local histórico de Avilés como La Botella tampoco abrirá por las tardes hasta que la jornada se pueda desarrollar con normalidad. «Así es imposible, acaba de llegar el panadero y le he tenido que decir que me deje la mitad de barras porque este horario nos deja sin clientes», lamenta Pablo Fernández mientras consulta la previsión meteorológica del fin de semana. «A ver si por lo menos hace bueno y aprovechamos la terraza porque sidras y cenas nos olvidamos de dar».

Pero tal vez sean los pequeños negocios de barrio los que más sufran el adelanto del cierre a las ocho. «Es que parece que lo han hecho por fastidiarnos porque es la hora en la que la gente sale de trabajar y empieza a reunirse en el bar. Para cerrar a las ocho es mejor un cierre total, y además nosotros no somos los culpables de los contagios», tiene claro Silvana López, copropietaria del bar Onde Claudio. «Es horrible tener que echar a tus clientes, ha sido un día duro».

Colas en los supermercados

La hostelería no ha sido el único sector afectado por el cierre a las 20 horas. Los supermercados también han tenido que adaptarse y los clientes apuraron los últimos minutos para hacer las compras del día, llegando a formarse colas en algunas tiendas. «Los que ponen estas normas no que problema tendrán con los supermercados, lo único que consiguen es que nos juntemos a última hora porque muchos trabajamos y antes no podemos venir», criticaban Ana y Lucía Carrasco frente a un Dia, mientras uno de los encargados cerraba la puerta a las ocho en punto.

La hostelería ovetense anuncia cierres

La hostelería está tocada y a pocos envites de hundirse del todo. La crisis económica propiciada por la sanitaria y las continuas medidas restrictivas implementadas para los locales han llevado a los pequeños autónomos y micropymes del sector a una situación límite. Ayer, las caras de los hosteleros ovetenses a pocos minutos de las ocho de la tarde, con el botón de la reja eléctrica preparado en la mano para oficiar la bajada de persiana a las 20 horas impuesta por el Principado, eran más bien largas. «Abrir así es peor que cerrar del todo, no hay más», sentenció el presidente de la Asociación de Hostelería de El Antiguo y propietario de La Forja y La Fragua, Casto Fano. Su conclusión, tras estrenar el nuevo horario para bares, comercios y supermercados, una y tajante: «La rentabilidad ahora es imposible».

Y lo es, continuó, por un motivo muy concreto, al menos en su negociado. «En esta zona de la ciudad viven unas 2.000 personas y los que tenemos un negocio aquí vivimos de los trabajadores que salen a tomarse una caña después del turno, pero el presidente les anima a autoconfinarse, a ellos; y a nosotros, a cerrar en la hora a la que se supone que tenemos trabajo». En el mejor de los casos, lamentó, abrir de once de la mañana –la hora a la que los bares de El Antiguo pueden sacar su terraza a la calle– a ocho de la tarde «es aspirar a facturar cero euros». «Así más de uno va a caer», reconoció.

Fina Clemente, tras la reja de su establecimiento de ultramarinos.
Fina Clemente, tras la reja de su establecimiento de ultramarinos. piña

Los restaurantes, por su parte, ni siquiera esperaron a las ocho para cerrar. «¿Para qué?», se preguntaba, en declaraciones a este diario, el dueño de Casa Fermín, Luis Alberto Martínez. «Cerré pasadas las cinco porque las cenas, que es una parte muy importante del negocio, ya están completamente perdidas». Con todo, relató el hostelero, «que nadie se piense que somos los únicos perjudicados en todo esto», aseveró. «La hostelería es una cadena y detrás están los productores y proveedores».

Algo similar ocurrió ayer en el principal foco sidrero de la ciudad, la calle Gascona, que echó el cerrojo a las seis de la tarde, salvo apenas un par de locales que decidieron aguantar hasta el final. «Esto es un verdadero despropósito», asumió el dueño de La Pumarada, 'Berto' Álvarez. «Cerramos después de las comidas y seguiremos haciéndolo así salvo los fines de semana, que esperamos que nos salve el tardeo, pero nos mata la incertidumbre».

Los clientes, a su vez, miraban el reloj entre caña y caña. A mitad de la última, Míriam Torrado y Jorge González admitieron que «hay que aguantarse, no queda más remedio», afirmó ella. Él, resignado, manifestó que «hay que entender las cosas». Al final, «la vida vale más que el ocio y si no podemos tomarnos una caña, no nos la tomamos, el problema aquí es para los hosteleros».

La única salida que tuvieron algunos negocios en la jornada de ayer vino dada por la rectificación de última hora del Ejecutivo autonómico de anteayer, que extendió el horario para los servicios de entrega de comida a domicilio hasta las 23.30 horas, dos horas más de lo que habían planteado inicialmente. «Es mejor que nada, pero no ayuda, es un servicio que no da dinero», expuso el dueño del Mona Lisa de la Ruta de los Vinos mientras recogía su terraza, David Canga. Minutos antes la calle rebosaba de gente, con las ocho llegó la desbandada. «Ya no tenemos esperanza, va mucho dinero perdido, aguantaremos por orgullo».

«La compra se hace igual»

Las ocho de la tarde también era la hora límite para salir del supermercado o del pequeño comercio. A la puerta del Mercadona de El Fontán, Ana Vega advirtió que «la compra se hace igual, a la hora que se pueda, y no pasa nada». El problema, resumió, «es lo que le han hecho a los bares».

En la calle Mon, una de las pocas tiendas de ultramarinos que quedan en la ciudad, la de Fina Clemente, también bajó la persiana. La única diferencia es que, a sus 92 años, «cierro cuando se va la gente», para añadir a renglón seguido que no ha notado una baja en las ventas: «Mis clientes vienen siempre y los quiero mucho».

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