Dionisio Gutiérrez
El empresario de origen asturiano defiende la gestión de Javier Milei y dice que Iberoamérica tiene el desafío de «rescatar la política»
Dionisio Gutiérrez (Guatemala, 1959) está de visita por Asturias porque en unos días –el 22 de mayo– hará las veces de anfitrión de una veintena ... de expresidentes mundiales en el Teatro Campoamor para debatir, explica, «sobre democracia y libertad». De ellos, amigos en muchos casos, dice que «hicieron lo que pudieron y ahora tratamos de dar la batalla por las causas que hay que defender en este momento de la historia». Esto lo hace él mismo a través de la presidencia de la Fundación Libertad y Desarrollo, de su espacio en televisión y en su blog con millones de seguidores. Y, entre todo esto, siempre queda rato para apelas a las raíces asturianas. «Mis abuelos eran de Campiello (Rioseco), aunque pronto les embarcaron para algún punto que iba a ser de México y acabó siendo Guatemala».
–No supimos ver que sería EE UU quien nos empujaría hacia el precipicio de la autocracia.
–EE UU está en un proceso de deconstrucción e implosión. Todos los imperios a través de la historia se han destruido, y todos los síntomas indican que el americano está también en su etapa de salida. ¿A qué nivel? Lo veremos.
–¿Por qué no decimos directamente dictadura, blanda si se quiere, en vez de autocracia?
–Podría definirse así. Donald Trump está disolviendo los pesos y contrapoderes de esa gran democracia que llegó a ser Estados Unidos. Está violando todos los principios de lo que esa república llegó a ser. Estamos en un cambio de era, a las puertas de tener que encontrarnos con una nueva civilización. El mundo ya no es lo que fue...
–Uno del que Huntington no nos llegó a hablar…
–Exactamente. Hay que pensar que la tesis del fin del poder cada día es más cierta. Todo lo que ha hecho la tecnología y las redes sociales, en información y desinformación, nos está llevando a un mundo multipolar donde el poder se está desintegrando en una serie muy numerosa de focos de poder más pequeños y donde alcanzar consensos se ha vuelto algo imposible.
–Quizá porque las relaciones de poder no se basan ahora en consensos, sino en ganadores y perdedores…
–Cuando los poderes son comparables y capaces de enfrentarse generalizan los conflictos. La principal amenazada es la democracia y los valores occidentales que son los que nos llevaron a ser el modelo más exitoso.
–Citaba el poder de las redes sociales, y volviendo a Estados Unidos: tenemos un Silicon Valley que adopta una posición sumisa a Donald Trump, en vista del viraje dado por Mark Zuckerberg, ¿qué nos queda?
–Como dicen, no hay nada más cobarde que un millón de dólares. Y eso sigue siendo verdad. Hay intereses, falta de visión que queda evidenciada en las élites, la económica y más en los gigantes de la tecnología.
–En la siguiente pantalla tenemos la IA. ¿La dejamos también campar a sus anchas?
–Es otro disruptivo. Ya no va a depender de que la dejemos o no. Eso va o va. Y el problema es que los seres humanos no tenemos la capacidad de digerir la velocidad a la que está avanzando. Y eso tiene tal capacidad de evolución y vida propia que perdimos el control.
–¿Un mundo que cambia sus reglas hacia un multilateralismo o bilateralismo?
–Todas las cartas están echadas para volver a un multilateralismo. Estados Unidos es un jugador grande, pero China está avanzando más rápido de lo que parece. En los próximos cinco años vienen muchas sorpresas importantes.
–Visto así, ¿realmente el liberalismo está amenazado?
–Absolutamente. Desde 1978, el de 2024 es el año en el que más seres humanos, el 78%, estamos viviendo bajo regímenes que son considerados autoritarios en distintos grados. Lo que más se está perdiendo es la democracia, las libertades civiles…
–En toda esta ecuación de lo que menos se habla es de igualdad, siendo una brecha en constante crecimiento.
–El problema del mundo no es la desigualdad en si misma, que siempre existirá, sino la desigualdad de oportunidades. Las élites tendrían que dedicar más tiempo a que todos tengan acceso y oportunidades y poder evolucionar como seres humanos. Sobre los que se quedan atrás son sobre los que el Estado tiene que jugar un papel solidario y temporal.
–En vista de su diagnóstico, ¿hacia dónde miramos?
–Ya no puede hacerse hacia un único sitio. Hay que mirar a algunas políticas públicas y liderazgos parciales que están haciendo cosas buenas en distintos territorios.
–Pero los liderazgos son débiles…
–Es que se acabaron los estadistas.
–¿Desde 2008?
–Lo fijaría en 2001. Es cuando se considera un fin de ciclo. Ahí empieza el malo, como el de 1900 a 1950. Los optimistas creemos que faltan diez años para que este mal ciclo termine. Los pesimistas hablan de que entre 15 a 18, y de que pueden pasar cosas extraordinariamente terribles.
–¿Qué margen tiene Europa en todo esto?
–Europa es un continente decadente que vive de épocas pasadas: de estados benefactores, falta de incentivos, gasto público... Solo en España el 17% de su población trabaja en el Estado y éste se gasta el 45% del PIB en ello. Esos datos ya te dicen que este país es una bomba de relojería.
–Miremos a Asturias. En plena guerra arancelaria, el Gobierno del Principado mira como potenciales mercados hacia el Sudeste asiático y el Mercosur. ¿Es un diagnóstico correcto?
–No hay ningún margen de penetración. Tú dices: «Hagamos de Asturias un epicentro de desarrollo para España y Europa», pero es que para eso tendría que presentar una serie de políticas fiscales y laborales, tan creativas, agresivas, audaces y temerarias que generasen un maremoto de reactividad y gente viniendo a invertir. Y para eso tiene que haber política pública muy audaz, puesto que de forma automática no va a suceder.
–¿Y las políticas de retorno?
–Los niveles no representarán una etapa de cambio y transformación para Asturias. Según los expertos europeos, –¡no maten la mensajero!– los indicadores que ellos manejan es que alertan de ser una región decadente con una cultura que se hizo dependiente del Estado y con un proceso demográfico explosivo. Se quiere venir por imagen de bienestar, pero eso es frágil y temporal. Lo dicen los números.
–¿Cuál es el desafío desde su lado de Atlántico, pues?
–El desafío de Iberoamérica es rescatar la política, el compromiso, liderazgo y dedicación. Milei, con todo lo que está pasando, ejecuta ideas que son correctas y lo hace de forma razonablemente aceptable. No como Donald Trump, que lo está rompiendo todo. Entretanto, asistimos lo que pasa en Venezuela, donde la dictadura se sale con la suya y no pasa nada; y, en lo económico, de México a Brasil, que si siguen en manos de Claudia Sheinbaum y Lula da Silva, supondrá una generación entera de desastre.
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