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José Juan de Blas posa en su estand como sus antepasados retratados en la pared. J. Simal
Feria Internacional de Muestras de Asturias (Fidma) 2025

José Juan de Blas, de la confitería Camilo de Blas: «Cuando heredas un negocio, o juegas o te vas»

Tras un 2024 «increíble», en el que «no dábamos abasto» con motivo del centenario de su postre más emblemático, la familia de los carbayones repite presencia en la Feria de Muestras de Asturias

Sábado, 9 de agosto 2025, 21:55

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El último año de la confitería Camilo de Blas ha sido especialmente dulce. Y eso es mucho decir para un negocio que tiene 112 años. Su pastel más emblemático, el carbayón, una base de hojaldre cubierta de crema de almendra marcona, bañado en una capa de yema y terminado con un baño de azúcar, cumplió 100 años a la vez que la Feria Internacional de Muestras de Asturias (Fidma) 2025, pues el fundador lo creó precisamente para que el Ayuntamiento de Oviedo lo ofreciera en la gran cita celebrada en Gijón en 1924. Ahora el futuro tampoco se les presenta amargo, y de ello da cuenta la cuarta generación del negocio, la que representa José Juan de Blas.

–¿Todavía dura la resaca de la Feria del año pasado? Porque lo que les pasó fue una locura.

–Lo del año pasado fue increíble. Esperábamos que hubiera aceptación porque coincidía con el centenario del carbayón, pero no esperábamos tanta.

–¿Qué pasó?

–¡No dábamos abasto con los carbayones! Que un producto llegue a los 100 años y siga estando en el tope de ventas ya te parece un milagro, pero que encima superes todas las ventas que había tenido hasta entonces... Eso es algo que debemos a la gente de aquí, de la Feria. Por eso cuando me dicen que es mérito nuestro, respondo que nosotros solo debemos seguir haciéndolo como toda la vida.

–Dice el dicho que la primera generación crea la riqueza, la segunda la disfruta y la tercera la destruye. Pero Camilo de Blas ya va por la quinta generación.

–Es que cuando heredas un negocio también recibes una responsabilidad. No puedes decir 'qué va, a esa velocidad no llego o no puedo'. O juegas o te vas. Y que la gente responda tiene tanto mérito como ese relevo interno, porque ha habido años muy difíciles en todo este tiempo, ¿eh? Como la pandemia. Pero siguen ahí, acompañándonos. Todo eso pone de manifiesto que en Asturias somos fieles a la gente que no nos falla. Aquí, como des la talla, no te abandonan. Basta ver que cada vez que hay un acontecimiento fuera de Asturias vamos como 4.000 banderas. No lo hace nadie igual eso.

–¿Entonces el año pasado fue el mejor de todos hasta la fecha?

–Sí, y son muchos años ya (ríe). Hace poco encontramos anuncios en el periódico en el que promocionábamos los carbayones y las duquesitas de Camilo de Blas; hablo del año 28 ó 30.

–Barro para casa, ¿ayudó a conseguir semejantes cifras la Caldereta de Don Calixto a la Trayectoria que recibieron un mes antes?

–Sin duda fue un acontecimiento que nos dio un prestigio grande. Somos la única confitería que tiene ese premio, y estar metido entre los grandes de la restauración nacional es algo increíble que claro que se notó. Después vino todo seguido, y ya no dábamos abasto (ríe).

–El último ha sido el Premio Nacional al Pequeño Comercio que otorga el Ministerio de Economía. ¡Menuda racha!

–Sí, de verdad que está siendo mágico.

–Coinciden la cuarta y la quinta generación. ¿Cómo es el día a día y quién manda?

–A veces pienso que tengo que ceder más, pero también es mi hija la que me pide que siga. Visto así, creo que es una forma de demostrar que no abandonas el barco. Te pones a un lado pero vigilas tu casa.

–Y cuando sus puntos de vista no coinciden, ¿qué pasa?

–Es algo que yo siempre he tenido muy claro: las discusiones de trabajo se quedan en el trabajo. Uno tiene que saber diferenciar dónde acaba el negocio y empieza la familia. Me acuerdo de una, llamémosla discusión, muy al principio con mi hija Paloma; cuando llegó la hora le pregunté si salíamos ya a comer y me miró como pensando '¿qué dice este ahora?'. Pero fuimos a comer juntos, claro que sí.

–¿Qué aporta Paloma como nueva generación?

–Ha dado un vuelco tan grande abriendo tantos campos... Tiene la cabeza muy bien amueblada y sabe sacar partido de las cosas. Gracias a ella pudimos sortear mejor la pandemia porque puso desayunos para llevar y otras cosas que nunca habíamos hecho. Y también ha hecho mucho con la página web, en la que antes teníamos una visita por día y ahora subimos vídeos que alcanzan las 60.000 visualizaciones rápidamente. Me pide que hable y cuente historias y allá que voy, ¡quién me lo iba a decir a mí! Recuerdo cuando yo llevé el primer ordenador a la tienda, que una hermana de mi padre decía que ella eso no lo iba a usar... (ríe).

–¿Se pueden hacer aún más cosas?

–Constantemente. Hemos cumplido 112 años y claro que ya han cambiado muchas cosas. Tecnológicamente todo. Hace no tanto era impensable que se pudiera hacer todo por ordenador y mira ahora...

–Le dirán que si moderniza mucho la tradición se pierde...

–Y yo respondo que tienen una idea equivocada. La gente se imagina unas máquinas tremendas que sacan los dulces ya envasadinos y guapos. Mentira. Digamos que tenemos una cocina como la de cualquier casa, solo que muy bien equipada. Hasta hace poco no teníamos ni freidoras, sino sartenes gigantes. Que sean dulces hechos a mano no significa que no haya absolutamente ninguna máquina. Tengamos en cuenta, además, que la pastelería es súper estacional y que cada fiesta tiene uno o varios dulces típicos; necesitaríamos una máquina concreta para cada uno y eso es inviable.

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