Una fractura en el macizo deteriorada por la lluvia es la causa probable del siniestro, según los geólogos

Asturias registra unos 62 argayos al año, según la base de datos recopilada por el geólogo Pablo Valenzuela para un proyecto de la Universidad de Oviedo. El especialista logró documentar 2.245 casos registrados entre 1980 y 2016 por todo el territorio de la región. Los ubicó en el mapa y analizó las frecuencias y datos meteorológicos. El objetivo era desarrollar así un sistema de alerta temprana capaz de advertir a las autoridades qué zonas corren riesgo a partir de determinada cantidad de precipitaciones.

El proyecto no llegó a avanzar al quedarse sin financiación pública y a pesar de que la Junta General instó al Principado a darle continuidad.

Los geólogos consultados apuntan a que en Soto de la Barca lo más probable es que el macizo rocoso presentara fracturas. «A lo largo de los años se rellenan de arenas y arcillas que lubrican esas fisuras», detallan. «Si llueve mucho las fallas se llenan de agua, las arcillas se hinchan y el agua va presionando los bloques, que pueden terminar moviéndose y desprendiéndose», ilustran.

Los especialistas reconocen que evitar este tipo de situaciones es harto complicado si la carretera, como es el caso, va pegada al talud. La única forma de prevenirlos pasaría por tener un conocimiento previo de la fracturación, lo que habría permitido coser el macizo inestable con bulones que lo compactaran o contuvieran.

Desgracias como la ocurrida la noche del sábado han tenido lugar antes en la región. En diciembre de 2017 en el puerto de San Isidro una roca poco mayor que un balón de baloncesto se desprendió e impactó en el coche que conducía José Luis Fernández, concretamente del lado del piloto, lo que acabó con su vida. En 2019 otro argayo en Aller sepultó a un vecino de Boo de 77 años que estaba paseando. Las últimas navidades un alud de grandes dimensiones mató también a dos operarios en San Isidro.