Ignacio Villaverde, rector de la Universidad de Oviedo: «Vamos hacia el modelo de gratuidad de toda la educación pública»
«Si el proceso de selección de la universidad es por rendimiento y no por capacidad económica, apliquémoslo desde el principio»
Está de buen humor, hablador. Acaba de terminar unas semanas de varios viajes seguidos, el último, para participar en los actos del 35 aniversario del ... Real Colegio Complutense de Harvard. Y así, de buen humor pero muy contundente, hace balance de este primer año de su segunda etapa al frente de la Universidad de Oviedo, marcado sin duda por la llegada de las universidades privadas.
–Primer año del segundo mandato. ¿Breve balance?
–H a sido un año de recolocación. Una parte del equipo ya me había acompañado en el primer mandato, pero también hubo una renovación profunda en ámbitos muy esenciales. Definiría este año como de transición, porque además fue un proceso duro.
–Habló de traiciones. ¿Están curadas las heridas?
–Sí, sí, sí. Siempre he tratado de mirar hacia adelante. Es verdad que ha sido un año muy duro, con un coste emocional importante. Pero me ilusionaba mucho este nuevo equipo y nunca puedes avanzar mirando por los retrovisores. Fue una tapa muy dura y eso siempre deja cicatrices, pero las heridas están cerradas.
–Su equipo tenía una hoja de ruta. Pero da la sensación de que la llegada de las privadas la ha modificado...
–Más que modificarla, la futura llegada de las privadas tiene que llevarnos a acelerar. La hoja de ruta no hay por qué cambiarla, los objetivos siguen siendo válidos, pero no podemos dormirnos en los laureles. La Universidad de Oviedo tiene que acelerar sus procesos de transformación para que, cuando lleguen esas universidades privadas, estemos no sólo preparados, sino que además hayamos ganado distancia respecto de lo que ellas puedan ofertar. Cualquier cambio que se introduce en la Universidad tarda tres años en lograrse. Y no podemos trabajar con esa magnitud temporal.
–Pero la maquinaria siempre ha sido más lenta.
–Tenemos que corregir dos cosas que a veces, a las universidades de nuestro tamaño y nuestra historia, nos lastran. Analizamos mucho y decidimos poco. Nos cuesta mucho trabajo tomar decisiones. Hay que ser valientes, hay que tomar decisiones y si vemos que no nos dan los resultados que buscamos, revisémoslo. Y hay otra cosa que nos lastra: planificamos muy bien, pero nos cuesta mucho ejecutar lo que planificamos. Se lo digo mucho al equipo: la época de planificación ha pasado, ahora es el momento de ejecutar y de hacerlo rápido.
–¿Y en qué tiene que correr la Universidad de Oviedo? ¿Qué hay que ejecutar ya?
–Hay cosas que ya tienen un grado de ejecución muy alto y estoy especialmente satisfecho. Por ejemplo, todo lo relativo con nuestra institucionalidad, los modelos de gobernanza. También estoy muy satisfecho con el trabajo de ordenación de nuestra gestión económico presupuestaria y con todos los logros en la parte de transferencia y de relaciones con la empresa. Y estoy muy satisfecho con dos últimas cosas: la organización administrativa y toda la parte de profesorado y ordenación académica.
–¿Y en qué no está satisfecho?
–No hemos ido a la velocidad necesaria ni hemos tenido los resultados que esperábamos en investigación y en transformación digital. Pero hay otra cuestión que tiene que marcar esta etapa: la transformación docente. Ya hemos comenzado y va a muy buena velocidad. Se verán los resultados más o menos pronto. Espero que en 2026 tengamos algún proyecto piloto en marcha.
Reglas del juego
–Llegada de las privadas. La sensación es de una lucha entre lo 'anacrónico' y lo moderno.
–Sí, pero niego la mayor de pensar que lo moderno son las privadas y lo anacrónico las públicas. Eso no es así. Es más, las privadas han aprendido de las públicas, sólo que ellas tienen unas reglas del juego que les permiten reaccionar de forma mucho más rápida que nuestras reglas. Pero en realidad las privadas siempre se están mirando en el espejo y en el ejemplo de las públicas.
–Y tienen más presupuesto en algunos casos.
–Creo que no es un problema de presupuestos sino de herramientas normativas. Ellas tienen una capacidad de innovar y de ejecutar la innovación, como entes privados que son y con herramientas de derecho privado, que les permite ser muchísimo más ágiles que nosotros. Nosotros, sin embargo, tenemos que someternos a las reglas de una administración pública ordinaria y arrastramos muchos lastres que nos impiden llegar tan rápido como llegan las privadas. Pero que nadie se equivoque: somos las públicas las que estamos innovando. Las privadas lo que hacen es fijarse en cómo innovamos las públicas y aplicarlo.
–¿Cree que es momento de revisar las reglas del juego de las universidades públicas?
–Sí. La ley orgánica del sistema universitario es un error y es un fracaso legislativo.
–Pero si es muy reciente...
–Ya se lo advertimos a los sucesivos ministros: no era la ley que queremos y necesitamos las universidades, al menos las públicas. Dijimos que iba a ser un fracaso y un año después se ha demostrado que lo es. Lo que necesitamos son herramientas no que nos permitan competir con las privadas, sino poder tener la agilidad que necesitamos en un entorno tan exigente.
–Pero las universidades públicas gastan dinero público.
–Tenemos muy claro que gastamos el dinero de los asturianos y tenemos una autoexigencia elevadísima. Pero cuidado, no hay que confundir nuestra obligación de transparencia, de buen gobierno, de dar cuenta de qué hacemos, par qué y cómo lo hacemos, con el hecho de que necesitamos herramientas que nos permitan ser eficaces e invertir mejor ese dinero público. No son cosas incompatibles.
–Pero lo cambios que pide son de gran calado. ¿Está el Gobierno por la labor?
–Creo que la Administración central, el Estado, no tiene una estrategia de sistema universitario. Yo cada tengo más la sensación de que lo que se espera de las universidades públicas es que no molestemos. Y no solo del Estado, también de ciertos sectores sociales que tienen peso en los gobiernos. Pero es que esto no es una reivindicación mía, hay estudios que lo demuestran: donde hay progreso es porque hay una universidad pública fuerte. O empezamos a invertir en nuestras universidades públicas o Europa lo pasará muy mal en los próximos años.
–¿Hay que subir entonces el presupuesto para el próximo año?
–Yo creo que en Asturias la universidad está bien financiada. Obviamente cuanto más inversión tienes, más capacidad de gestión. Pero lo que tenemos que hacer es gastar mejor, invertir mejor y para eso no nos faltan ideas, sino herramientas.
Desconfianza
–¿Pero qué tipo de herramientas y para qué?
–La ley de contratos del sector público es un corsé que nos asfixia porque está construida sobre dos ideas. Una, la absoluta desconfianza sobre los gestores públicos, a los que se nos presume corruptos por definición. Y en segundo lugar, está pensada para una administración clásica y ordinaria. Pero las universidades públicas no lo somos. Lo cual no quiere decir que no debamos tener una regulación.
–Hablando de regulación, ¿llega tarde la de las universidades privadas que ha planteado el Gobierno?
–Muy tarde. Pero es que además no somos como otros países, en los que hay un solo modelo de universidad con dos formas de gestión, pública o privada. Aquí hay dos modelos, dos sistemas universitarios distintos con reglas distintas: uno público muy regulado y uno privado muy desregulado. Me consta que las privadas de gran prestigio están preocupadas por lo que está pasando. Y de repente, el Gobierno se da cuenta de que esto es insostenible, pero llega tarde y con una norma errónea, que sigue manteniendo los dos modelos.
–En su momento mostró su malestar ante la 'algarabía' de algunos. ¿Qué le pareció mal?
–Hubo dos afirmaciones que me molestaron profundamente, aunque intento ponerlas en su contexto y seguramente no era lo que querían decir, pero quedó dicho. Una decía 'menos mal que viene la Europea porque nos va a traer el talento joven que necesita nuestra ciudad'. Y la segunda, que 'con la llegada de las privadas, Asturias se va convertir en un referente europeo'. Y yo me pregunto: su ciudad tiene un campus que suma casi 7.000 estudiantes. 20 años después ¿necesita que le traigan el talento de fuera? Y respecto a lo otro... En formación universitaria hace mucho que Asturias es un referente, porque es una de las mejores universidades españolas y europeas. A mí me parece muy bien que vengan las privadas, no me preocupa, de hecho son ellas las que tienen que competir con nosotros. De lo que me quejo es de esa recepción desproporcionada. Porque se está creando una expectativa sobre lo que pueden ofrecer a Asturias que no es la real. Una privada no es Amazon, no genera miles de puestos de trabajo ni economía a escala.
–¿Apostar por la matrícula gratuita para todo el alumnado en primer curso es una forma de competir con las privadas?
–No es cierto que sea para competir con las privadas, porque no hay competencia ni comparación posible. Hablamos de una institución con 21.000 estudiantes frente a entidades que dentro de unos años tendrán 400, 500 estudiantes como mucho. En segundo lugar, esta filosofía ya estaba en los planes del Gobierno desde 2019: se redujeron las tasas, que llevan años congeladas, también se redujeron las de los másteres... El Gobierno autonómico y el consejero lo han dicho en distintas ocasiones: el objetivo final es la gratuidad, igual que otros modelos que hay alrededor. En Alemania las universidades son gratuitas. En muchos países de Europa lo son, y no pasa absolutamente nada. Se trata, sencillamente, de extender el modelo de gratuidad, que el servicio público de educación no tenga coste, en todas sus fases, no solo en las obligatorias.
Debate teórico
–¿Eso no genera inequidades?
–Ya sé que es el debate.
–Es que el compromiso era hacerlo por tramos de renta.
–Ya, pero mi pregunta es... ¿Eso quiere decir que cuando una persona adinerada va a la Seguridad Social hay que cobrarle el servicio? Es un debate teórico, pero es cierto que en este país, acertado o no, se ha decidido que la redistribución de riqueza se hace con políticas fiscales. Para garantizar que todos tengamos servicios públicos de calidad, a los que tienen más dinero les obligo a contribuir más. Pero luego ese servicio público de calidad lo disfruta todo el mundo por igual. Bueno, lo mismo sucede en la educación universitaria. Creo que es exactamente lo mismo.
–¿Por qué se cambió de modelo?
–En parte porque hemos hecho este análisis y en parte también, no menor, porque trasladé al Gobierno las dificultades técnicas y operativas que tenía la universidad para poder hacer frente a ese proceso. No tenemos pasarelas para poder comprobar los datos económicos. Era un esfuerzo enorme para un resultado que se podía obtener con un mecanismo mucho más sencillo y que coloca las cosas en su sitio. Si la filosofía de la universidad pública es que el proceso de selección es por rendimiento académico y no por capacidad económica, apliquémoslo desde el principio.
–¿Y a partir de segundo?
–Entonces ya vamos viendo el rendimiento. Si no lo tienes, tendrás que pagar.

«La ANECA no confía en las universidades, hace evaluaciones desproporcionadas»
-Se ha hablado mucho de innovación docente, modernización... En la práctica, ¿de qué hablamos? ¿Qué cambio vamos a ver?
–Primero, un cambio de perspectiva. La pregunta ya no es cómo queremos enseñar, sino cómo quieren nuestros estudiantes que les enseñemos. Eso es un cambio me atrevería a decir que revolucionario. Porque eso impactará, por ejemplo, en cómo diseñamos nuestros planes de estudio. Tenemos que dejar de pensar en cuáles son los intereses de nuestras áreas y departamentos y empezar a pensar en cuáles son los intereses formativos de los estudiantes.
–Cambiar planes de estudio es complicado y lento.
–Pero hay que empezar a caminar. Hay que cambiar la forma física de nuestras aulas, abandonar el banco corrido para ir a aulas mucho más versátiles. En la universidad hay muchos proyectos de innovación docente y eso hay que llevarlo a las aulas. Y tenemos que cambiar la manera en la que estructuramos nuestras enseñanzas, los horarios cerrados... Hay que flexibilizarlos, usar el campus virtual, las herramientas de inteligencia artificial... Estamos buscando ayuda, solos no lo podemos hacer.
–¿A quién?
–Para nosotros hay dos referentes: el Tecnológico de Monterrey y Harvard, donde hemos entrado en contacto con un grupo de investigación donde participa la Complutense sobre innovación educativa, para que nos asesoren y nos ayuden. La Universidad de Oviedo siempre ha sido pionera en introducir novedades pedagógicas, pero es posible que hayamos perdido pulso y tenemos que recuperarlo. Y máximo en un entorno cada vez más exigente y donde vamos a tener competidores.
–Hablaba antes de la necesidad de cambiar planes de estudio. Pero ¿cuánto tarda la ANECA en aprobar algo así?
–Tres años. El problema que tenemos es que la ANECA no confía en las universidades, hace paneles de evaluación absolutamente desproporcionados y fuera de lugar y nos crea mucha incomodidad.
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