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O. SUÁREZ / L. RAMOS
Viernes, 22 de febrero 2019, 04:12
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Nuria y Katia pasaron juntas las horas antes de la muerte de Ardines. Las dos primas -la viuda y la mujer del presunto inductor del crimen del concejal- disfrutaron del día festivo, el 15 de agosto, en Nueva, muy cerca de sus respectivas casas en Pría. Se las vio tranquilas, relajadas en pleno verano, cuando el concejo llanisco hierve de visitantes. Acudieron a un mercadillo organizado por particulares y hacia las diez de la noche se les unió el hijo de Ardines. Nada hacía presagiar que apenas unas horas después esa placidez se tornaría en tragedia y que el desencadenante serían los celos que el marido de Katia sentía por su primo político.
Para cuando las dos mujeres quemaban la tarde de agosto, los dos sicarios a los que presumiblemente Pedro Nieva contrató para acabar con el edil ya estaban por la zona. Los dos argelinos habrían pasado inadvertidos en un entorno vacacional de un continuo ir y venir de gente. La Guardia Civil cree que el hecho de que el crimen se cometiese en agosto no es casual. Sería precisamente esa muchedumbre que desembarca en Llanes en verano la que complicaría la investigación. Si el asesinato se hubiese consumado fuera de la temporada alta en el concejo, habría resultado mucho más complicado mimetizarse entre el gentío. Pría, fuera del verano, es una parroquia prácticamente desierta.
Las dos primas se despidieron con normalidad. Cada una se fue a su casa esa noche. Nuria con Javier y Katia con sus hijos. Su marido no había pisado prácticamente Llanes en todo el verano, algo muy raro en él. Estaba en Bilbao. Los investigadores estiman que quiso poner distancia para que no le relacionasen con lo que estaba organizando. No consiguió su propósito si se tiene en cuenta el desarrollo de los acontecimientos.
A las seis de la mañana del 16 de agosto a Javier Ardines le tendieron una emboscada cuando salía hacia el puerto. El cadáver lo encontró un vecino dos horas después. El crimen se cometió a apenas cien metros de su casa y a una distancia inferior de la casa de Katia y su marido. Una de las primeras en personarse en el camino en el que acabaron con la vida de Ardines fue la propia Katia. La avisó por teléfono la viuda. A partir de ese momento la situación empezó a torcerse. Tanto, que acabaron por perder prácticamente la relación. Nuria no entendía por qué su prima y una de sus mejores amigas no estaba para apoyarla cuando más necesitaba consuelo.
Tampoco entendió la frialdad con la que actuó Pedro. Ni siquiera acudió a Llanes tras el crimen para llorar por el que había sido su amigo. Si se dejó caer por Nueva en septiembre, tres semanas después, pero no se les vio con la viuda. Solo estaban ya Katia y Pedro.
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