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Público asistente al congreso organizado por el Teléfono de la Esperanza sobre salud emocional. Alex Piña
El 50 aniversario del Teléfono de la Esperanza

«Los padres ya no castiga, ignoran; yo necesito un abrazo y ellos me compran un móvil»

Psiquiatras y psicólogos profundizan en los retos de la salud emocional durante un congreso organizado por el Teléfono de la Esperanza que contó con la participación de los mediáticos Irene Villa y Javier Urra; los psiquiatras José Luis Marín y Maripaz García-Portilla; y el filósofo José Carlos Ruiz

Sábado, 4 de octubre 2025, 13:59

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Las experiencias traumáticas «no se pasan, se instalan en nuestro cerebro» y, tarde o temprano, «se van a manifestar en forma de síntomas bio-psicosociales». La afirmación es del psiquiatra y psicoterapeuta José Luis Marín, que ayer abría el Congreso sobre Salud Emocional organizado por el Teléfono de la Esperanza con motivo de su 50 aniversario. Trataba así de explicar que los traumas precoces «están estrechamente relacionados con la salud futura». La salud «en mayúsculas», precisa este profesional con más de 40 años de experiencia, que considera «equivocado y nada útil que se aborde lo mental, lo corporal y lo social por separado».

El doctor Marín, fundador y presidente de honor de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (SEMPyP), puso el foco en «¿qué te ha pasado? y no en el ¿qué te pasa?» para ir a la raíz de los problemas emocionales que arrastra la población. «No hay emociones malas. Todas ellas son imprescindibles. El miedo, por ejemplo, nos salva cada día», expuso. Pero «no venimos preparados de fábrica para saber manejarlas» y mantener «el cerebro en paz».

El modo en el que cada uno afronta y regula esas emociones tiene «estrecha relación», en la mayoría de ocasiones, con traumas precoces, ocurridos en los primeros años de vida y que «generan secuelas a lo largo de la vida». Y diferenció dos tipos: traumas simples, que «son los que tienen voz y que todo el mundo entiende, como el fallecimiento de una persona querida, un accidente de tráfico o un atraco», y traumas complejos, «de los que no se habla y, por tanto, no tienen voz». En estos últimos enmarcó experiencias «inasumibles» como el abuso sexual infantil, que «afectan a un 17% de la población y son una pandemia». También el maltrato corporal, la sobreexigencia, el 'destrato' –trato que desprecia o ignora– y el abandono.

Arriba, la presidenta del Teléfono de la Esperanza, Ladis García, con el psiquiatra José Luis Marín, en la inauguración del congreso. Debajo, Javier Alonso vicepresidente de la entidad, con el psicólogo Javier Urra. Sobre estas líneas, Irene Villa durante su conferencia.
Imagen principal - Arriba, la presidenta del Teléfono de la Esperanza, Ladis García, con el psiquiatra José Luis Marín, en la inauguración del congreso. Debajo, Javier Alonso vicepresidente de la entidad, con el psicólogo Javier Urra. Sobre estas líneas, Irene Villa durante su conferencia.
Imagen secundaria 1 - Arriba, la presidenta del Teléfono de la Esperanza, Ladis García, con el psiquiatra José Luis Marín, en la inauguración del congreso. Debajo, Javier Alonso vicepresidente de la entidad, con el psicólogo Javier Urra. Sobre estas líneas, Irene Villa durante su conferencia.
Imagen secundaria 2 - Arriba, la presidenta del Teléfono de la Esperanza, Ladis García, con el psiquiatra José Luis Marín, en la inauguración del congreso. Debajo, Javier Alonso vicepresidente de la entidad, con el psicólogo Javier Urra. Sobre estas líneas, Irene Villa durante su conferencia.

«Ahora a los niños no se les castiga, se les ignora. Yo necesito un abrazo, pero papá o mamá me compra un iphone», señaló Martín. Y abundó: «Cuando a un niño se le insulta, no deja de quererte, deja de quererse a sí mismo; no se siente no querido, se siente no querible». Dicho esto, «no se trata de criminalizar a los padres. En el mundo actual no hay ninguna posibilidad de satisfacer al 100% las necesidades de los hijos. Pero bastaría con un 70-80%», precisó el fundador del Foro Internacional para la Formación en Psicoterapia.

Perdonar para vivir

Con él, participan en el congreso del Teléfono de la Esperanza José Carlos Ruíz, filósofo, ensayista y escritor especializado en pensamiento crítico; Maripaz García-Portilla, catedrática en Psiquiatría en la Universidad de Oviedo y académica de número de la Real Academia de Medicina de Asturias; Javier Urra, psicólogo de la fiscalía de menores de Madrid; o Irene Villa, psicóloga y autora del libro 'Saber que se puede', fruto de una vida marcada por el atentado de ETA en el que, siendo ella una niña,perdió dos piernas y varios dedos de una mano.

Ese atentado, que también estuvo a punto de costarle la vida a su madre, viene a ser un ejemplo del sufrimiento y superación que implican las experiencias traumáticas a las que ayer se remitía el doctor Marín. «No hay tiempo para el odio porque no hay paz sin perdón. Perdono para vivir», sostiene Irene Villa, que compartió con los asistentes al congreso fotos del grave acto terrorista que sufrió en octubre de 1991 cuando iba al colegio. Pero también compartió alegría y esperanza: «Como no tengo pies, tengo alas».

Pero, además, José Carlos Ruiz habló de «la dolorosa brecha entre el yo real y el yo virtual», «el aumento de las conexiones rápidas y ligeras» y «la dilatación de las fronteras mentales entre ocio y trabajo». La psiquiatra Maripaz García-Portilla incidió en que «el sueño es más que descansar», porque «regula nuestras emociones, fortalece la memoria y protege la salud mental». Y Javier Urra, psicólogo clínico con gran presencia mediática, hizo hincapié en la importancia de «saber manejarse en el silencio y en la escucha. La palabra cura, pero también la escucha puede salvar una vida o determinar un futuro».

75 «voces que acompañan» para más de 8.100 llamadas al año

«El Teléfono de la Esperanza es ahora más necesario que nunca», sentenció Angélica Rodríguez, psicóloga que ha colaborado más de diez años con la entidad y que ayer moderó una mesa redonda con voluntarios, con «esas voces que acompañan». El Teléfono de la Esperanza cuenta actualmente con 75 voluntarios. «Menos que en años anteriores», según su presidenta, Ladis García, que espera que esta situación se revierta en 2026 porque «tenemos en formación a 35 personas».

Anualmente, atienden en Asturias unas 8.100 llamadas, «y creciendo». Al otro lado del teléfono, encuentran «mucha soledad», «gente que necesita sentirse escuchada» y también la desesperación de personas al borde del suicidio: «Cada vez vemos más casos. Son personas que no quieren morirse, quieren acabar con su sufrimiento, y llaman como una última opción a la que aferrarse», afirmó. Toda la labor de escucha y acompañamiento que llevan realizando desde hace 50 años les ha hecho merecedores del premio Ana Casanueva. Ladis García mostraba ayer su «satisfacción» por este reconocimiento en la inauguración del congreso.

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