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Vista aérea del argayo que ocupa la autovía a la altura de Caviedes, en Cantabria, en las cercanías de Cabezón de la Sal. JAVIER ROSENDO
La lluvia impide reabrir la A-8 en Cantabria

La lluvia impide reabrir la A-8 en Cantabria

Un operario permaneció toda la noche vigilando la zona del argayo, «porque el agua puede hacer que la tierra vuelva a deslizarse»

LUCÍA ALCOLEA

VALDÁLIGA.

Lunes, 13 de noviembre 2017, 02:25

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Trabajaron a contrarreloj y ni siquiera pararon para comer, pero los esfuerzos de los operarios para abrir al tráfico en la tarde del domingo la autovía del Cantábrico a la altura de Caviedes, cerca de Cabezón de la Sal, que se mantiene cerrada desde que el sábado le cayera encima un enorme argayo, fueron en vano. «No se abrirá hoy (por este domingo) y mañana (por este lunes) ya veremos», era la respuesta que daba el encargado de la obra hacia de las cinco de la tarde, el mismo que por la mañana confiaba en que el tercer carril izquierdo de la vía estaría operativo antes de finalizar la jornada. De nada sirvió que trabajasen sin descanso para quitar parte de las 25.000 toneladas de tierra y agua que ocupan la carretera y en limpiar especialmente este carril, por donde volverían a pasar los coches. La lluvia impidió que el vial se abriese al tráfico bajo condiciones de seguridad.

La autovía continúa cerrada al tráfico en dirección a Torrelavega, en el punto kilométrico 258, en medio del Monte Corona, y los coches son desviados por la nacional a la altura de la salida de Lamadrid. Los operarios llevan trabajando en este punto sin apenas tregua desde que a las seis de la mañana del sábado, unas 80.000 toneladas de tierra y agua se deslizaran por el talud de la montaña como consecuencia de las fuertes lluvias. Se desplegaron varios camiones, palas retroexcavadoras y dos tractores con cuba, provistos de 12.000 litros de agua cada uno y con los que se efectuaron las labores de limpieza, según informó el encargado de la empresa Amaya Obras y Excavaciones.

«Se han limpiado unas 18.000 toneladas de tierra», detallaba en la mañana de ayer, después de que el latiguillo hidráulico de una de las palas se averiara. Aun así para el mediodía ya tenían prácticamente despejado de tierra y escombros el tercer carril, aunque faltaban las labores de limpieza. Después se dieron cuenta de que era demasiado arriesgado que comenzasen a pasar coches, sobre todo si seguía lloviendo.

Los obreros permanecieron trabajando alrededor de doce horas. Aunque como la previsión meteorológica anuncia que continuará lloviendo, un operario permaneció toda la noche vigilando la zona, «porque el agua hace de lubricante y la tierra puede volver a deslizarse», dijo el gerente.

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