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«Se murió Ángeles Flórez Peón, que era mi madre, pero queda 'Maricuela'»
La familia socialista despide a la miliciana de la sonrisa eterna en un acto de conjura: «Gracias por tu legado, prometemos cuidarlo»
Quizás la clave la dio María Luisa Carcedo, exministra y hoy Consejero de Estado. Tras asistir en el Tanatorio de Cabueñes a la despedida de Ángeles Flórez Peón, 'Maricuela', su amiga y compañera, suspiró y accedió a ponerse delante de las cámaras. Lo cómodo era seguir abrazándose con los compañeros que allí habían ido para buscar consuelo y presentar respetos, pero se lo debía. ¿Cómo resumir 105 años de vida en una frase? «Lo extraordinario de su vida es que nunca dejó pasar una oportunidad en la que defender sus ideales. Lo hizo alistándose como miliciana para defender la República, en el penal, en el exilio, y, a su regreso, con 90 años, participando en el Tren de la Libertad para defender el aborto, las pensiones o el desfile del orgullo».
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El diagnóstico es atinado, pero incompleto. Hace falta ser hijo de 'Maricuela' para completar el retrato, para decir que sí, que ella siempre sonreía «incluso cuando te sacaba la zapatilla», que cuando hace 20 años emprendió el camino de regreso, desde el exilio francés a Gijón, lo hizo repitiendo que «no podía morirse, porque tenía muchas cosas que hacer», pero que ya en los últimos tiempos confiaba estar «cansada, con ganas de parar». José Antonio Rozada, el hijo menor al que crió, el que estaba junto a ella en el último suspiro, asumió como todos que «los que pensaban que era inmortal se equivocaban, solo era indestructible».
«Se murió Ángeles Flórez Peón, que era mi madre, pero queda 'Maricuela'», proclamó, con toda lógica. «Siempre será un patrimonio del socialismo, un recuerdo de que hay que luchar todos los días», razonó.
Rozada pidió algo al auditorio, en nombre de la difunta. Dijo que siempre se había preguntado de dónde nacía el gusto de su madre y de tantos por esas rosas que ahora, por centenares, se habían enviado a la capilla ardiente. «Creo que son como gotas de sangre que estallan ante un muro; representan algo para la gente que luchó por la libertad», se respondió. Con esa idea pidió a todos que fueran a la capilla ardiente y se llevaran una de esas flores, que no acaben en la basura: «Esas rosas representan todo lo que fue la vida de mi madre».
Le escuchaban Adriana Lastra, Rita Camblor, Juan Cofiño, Paz Fernández-Felgueroso. Le escucharon la alcaldesa de Yernes y Tameza, María Díaz Fidalgo, el de Corvera, Iván Fernández; el de San Martín del Rey Aurelio, José Ramón Ardines. Estaba ahí el portavoz de IU-Convocatoria por Asturies, Xabel Vegas, para mostrar su respeto y porque quien se iba «es un referente de todos los demócratas».
Y estaba, también, aquel guaje al que escuchó cuando tenía 20 años, un tal Adrián Barbón al que dijo «algún día serás presidente». El jefe del Ejecutivo recordó aquel momento y señaló que lo de 'Maricuela' fue una lucha «por la libertad verdadera, no esa de la que ahora hablan tantos. Ella sabía lo que era la libertad verdadera porque supo lo que es perderla». Reveló que el presidente Pedro Sánchez le había transmitido que, como él mismo, «siempre supo que tenía a 'Maricuela' de su lado, en los mejores y en los peores momentos».
Se fue una mujer de 105 años, presidenta de honor de Juventudes Socialistas en Asturias. Olaya Rosell, la secretaria general de esta organización, confió que su función en ese puesto fue transmitir, ilustrar. «Nos contaba historias tan duras con una sonrisa a la que no podíamos corresponder», asumió. A los nuevos les insistía en que «hay que respertar y luchar; respetar porque todos somos personas, pero luchar, también, siempre». Rosell pronunció en alto el juramento que hicieron todos: «Gracias por tu legado, prometemos cuidarlo. Te queremos mucho».
